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Sin un rumbo fijo, Roxana procura durante el fin de semana tomar buena nota mental de la rutina de los amos, e incluso las doncellas. Al ser días de descanso, las doncellas solo se tenían que ocupar de la comida y ordenar las habitaciones de sus amos.

Drew comenzaba su rutina a las siete en punto con un café que Evelyn le llevaba puntual. Después permanecía encerrado hasta las nueve menos cuarto, cuando se dirigía al comedor para el desayuno. Bryce, por su parte permanecía en su habitación hasta las nueve en punto. Por lo que siempre llegaba un poco tarde al desayuno para probablemente exasperar a su hermano. Roxana intuía sin suficientes bases que no debían llevarse del todo bien.

Por otro lado, William se levantaba una hora antes del desayuno y salía a dar un paseo por los alrededores. Roxana no tenía claro si era parte de su rutina diaria, o solo lo hacía en contadas ocasiones, por lo que tomaría buena nota.

Por último, Patrick. Nunca había averiguado a qué hora abandona su habitación cada mañana, solo sabía que a las siete ya tenía sus aposentos despejados para que pudiera comenzar a trabajar. Luego, llegaba puntual al desayuno.

Durante el resto de la mañana, Drew aprovechaba para salir a cazar con su hermano pequeño hasta la hora del almuerzo. Mientras que William buscaba la compañía de Diane, ya que Leonor debía permanecer en la cocina. Patrick simplemente se encerraba en su habitación para continuar con sus dibujos, o volvía a desaparecer misteriosamente.

Esos momentos confundían a Roxana, que empezaba a preguntarse si existía una puerta secreta o escondrijo en la mansión dónde se ocultaba.

— Deja ya de estar en las nubes y céntrate en pelar esas patatas – le recriminó Leonor con el rostro encendido por los fogones.

Era domingo, y faltaba poco para la hora del almuerzo, lo cual tenía a Leonor histérica. Se había propuesto agasajar a los amos con un suculento menú a base de un jugoso estofado con puré de patatas. Pero llevaba retraso esa mañana porque las doncellas habían aprovechado después de recoger el desayuno para descansar en sus aposentos. Por si fuera poco, también había cocinado una tarta de manzanas ella solita. Así que era comprensible su mal humor tras tantas horas de trabajo.

Mordiéndose la lengua, continuó con la ardua tarea sin levantar la vista.

— Veo que estás dando tu mayor esfuerzo, Leonor.

La voz aterciopelada y seductora de William las sobresaltó. Aunque Leonor se repuso casi al instante.

— Me halaga amo, espero que este a la altura de sus expectativas.

Roxana no pudo evitar mirar asombrada a Leonor. Su actitud marimandona y exasperante había dado lugar a una calmada humildad que no tasaba con ella. Sus mejillas sonrosadas por la temperatura de la cocina parecían sonrojadas por la timidez. Incluso su postura altiva había desaparecido por una más modesta.

— Siempre lo está, pero vengo a advertirte que esperamos a un comensal inesperado – dijo con unos modales excepcionales -. Nos llegó su misiva hace pocos minutos, y no quería que te pillara por sorpresa.

— Os agradezco la gentileza mi señor, es usted muy bondadoso conmigo.

Leonor hizo una breve inclinación que logró sacarle una tierna sonrisa a William.

— ¿Puedo preguntaros de quién se trata?

— Por supuesto, es la joven Relish. Ha decidido honrarnos inesperadamente con su presencia.

Leonor no añadió nada más, únicamente su sonrisa vaciló unos segundos mientras permanecía con la vista en el suelo. Pero entonces, William se acercó a ella y le tomó la mejilla.

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora