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Evelyn no había exagerado cuando dijo que Drew no la perdonaría en semanas. Roxana lo comprobó al día siguiente cuando salió a buscarla al jardín. Sus tijeras de podar y otras herramientas estaban tiradas en el suelo como si hubiera tenido que dejarlas a toda prisa.

Rodeó la casa buscándola, pero no la encontró por ninguna parte. Trató de localizarla en las cocinas, el salón e incluso se aventuró por los aposentos de Drew. Al final, tras descartar el resto de las posibilidades, comprendió dónde debía estar.

Con temor a ser descubierta, se acercó a la puerta del despacho de Drew. Distinguió los sollozos de Evelyn casi al instante. Pensó en interrumpir lo que fuera que estuviera haciendo con ella, pero no quería poner en riesgo la tregua con su amo. Así que volvió al exterior, en concreto a las amplias ventanas que daban al despacho de Drew.

Necesitaba comprobar por sí misma qué clase de torturas empleaba Drew con su doncella. Había oído en repetidas ocasiones que prefería la humillación, tanto o más que la violencia. Desgraciadamente, las ventanas estaban firmemente cerradas, y solo puedo presenciar horrorizada sus actos de crueldad hacia Evelyn.

La tenía tumbada boca arriba sobre la mesa, con la cabeza colgando de un extremo. Y para su absoluto espanto, la estaba obligando a hacerle sexo oral. El rostro de Evelyn estaba plagado tanto de lágrimas y mocos como de una abundante cantidad de saliva, que salía a borbotones cada vez que Drew se apartaba para dejarla respirar.

Le sostenía y apretaba el cuello mientras le follaba la boca haciéndole aún más complicada la tarea. Podía ver como Drew movía los labios, y a juzgar por la situación no debía estar diciéndole nada agradable.

En cierto momento, pareció aburrirse de aquella postura, y agarró los cabellos de Evelyn para hacerla bajar de la mesa y tumbarla en el suelo. Donde continuó metiéndole la polla hasta el fondo de la garganta mientras le sostenía la cabeza en el suelo.

La postura debía ser agotadora para Drew, ya que sus brazos mostraban los músculos en tensión, al igual que los de su abdomen, que brillaban a causa del sudor. Pero su determinación por torturar a Evelyn era superior a su resistencia física. Porque a pesar de su claro agotamiento, continuó follándole la garganta con fuertes movimientos hasta que lo que brotó de la garganta de Evelyn no fue simplemente saliva.

Con una enorme repulsión, Drew se alejó de ella mientras continuaba devolviendo. Roxana pensó que ahí acabaría todo, pero agarrando sus cabellos pelirrojos, Drew le arrastró la cara por todo el vómito, obligándola a tragárselo de nuevo.

Las náuseas acudieron a su propio estómago, y acabó echando el desayuno en un matorral. Cuando logró reponerse, vio a través del cristal que Drew estaba follando a Evelyn a cuatro patas. No dejaba de soltar palabras mientras lo hacía, a lo que Evelyn, cubierta por sus propios fluidos y sin dejar de llorar, no paraba de asentir y repetir la frase que ella misma bien conocía: Sí, amo.

Para terminar aquella humillante tortura, Drew se apartó en los últimos segundos, para agarrar el rostro manchado de Evelyn y derramar su semilla sobre ella. Tras lo cual, con un leve gesto con la mano, le ordenó que se marchara.

Roxana sentía el corazón destrozado después de presenciar aquella atrocidad, por lo que, ignorando sus tareas, fue en busca de Evelyn. Debió moverse increíblemente rápido por la vergüenza a ser vista, porque la encontró en su habitación con la cara ya lavada. Sin embargo, el fuerte olor que desprendía la palangana con agua sucia dejó claro que no había imaginado lo ocurrido.

— ¿Qué haces aquí? – le espetó con la voz raspada por el llanto.

— He visto lo que te ha hecho desde la ventana, y quería ver cómo estabas.

— ¿Nos espiaste?

— Quería saber lo que estaba dispuesto a hacerte. Ahora lo sé, y comprendo por qué te daba tanto miedo escaparte.

— Roxana, necesito estar sola.

Era quizás de las primeras veces que escuchaba a Evelyn hablar de forma tan tajante. Estaba habituada a su llanto, su temor y el escaso momento de alegría cuando trabajaba en el jardín. Sin embargo, esa versión, casi enfurecida era nueva para ella.

— Quiero ayudarte.

— Pues márchate para que pueda limpiarme a conciencia para regresar al trabajo, si me entretengo, tendré otra oleada de represalias por la tarde.

— De acuerdo, solo diré una cosa más y me marcharé.

Evelyn la miró sin ningún tipo de expresión.

— Ya he renunciado a mi idea de huir, de nada serviría. Son demasiado poderosos y fácilmente lograrían encontrarnos. Pero tampoco estoy dispuesta a conformarme con la situación. Aunque ellos son más poderosos, nosotras los superamos en número. Conocemos a nuestros amos, y sus puntos débiles. Si nos uniéramos, tal vez tendríamos alguna posibilidad.

— El miedo es un instrumento demasiado poderoso – replicó con lágrimas en los ojos -. Incluso logrando que todas colaboraran, sería solo cuestión de tiempo que uno de los amos nos sonsacara la verdad. ¿Por qué crees que Bryce te encontró a la hora y el lugar adecuado cuando trataste de escapar?

Roxana rememoró su intento de fuga. El momento que vio entrar a Bryce en las caballerizas. Al igual que su breve encuentro con Beatrice.

— ¿Me traicionó?

— No creo que tuviera esa intención, simplemente vio algo que la haría sospechar, y Bryce lo notó. Después le resultaría fácil sonsacarle la verdad.

El poco rencor que comenzaba a sentir hacia Beatrice desapareció antes de echar raíces. La advertencia de Evelyn era clara. No había forma de que se mantuvieran las confidencias y los secretos mientras los amos tuvieran los recursos suficientes para sonsacárselos. Debía ir más allá si quería lograr sus objetivos. Y no estaba segura de cómo lograrlo por el momento.

Era imposible que escaparan todas a la vez sin hablarlo y planificarlo. Mucho más que acabaran con la vida de todos sus amos. Solo le parecía factible una opción y si decidía llevarla a cabo, necesitaría la ayuda de al menos dos doncellas.

— ¿Y si no supieran lo que hacen?

— ¿Qué dices?

— ¿Qué pasaría si hiciera algo fuera de vuestro conocimiento y solo os pidiera la ayuda precisa?

— ¿No entiendo a dónde quieres llegar?

— Tú tienes conocimiento sobre plantas y sus usos médicos.

— Así es...- asintió frunciendo el ceño, hasta que comprendió lo que se proponía -. Descarta esa idea Roxana. No te servirá de nada envenenar a los amos. Si el Patriarca y el resto del personal se entera de que fuimos nosotras, no habrá escondite en la tierra que nos libre de la ira de esos hombres. Te aseguro que son mucho más terroríficos que sus hijos. Te lo ruego, deja a un lado tu vehemencia y acepta que vas a pasar aquí un largo tiempo.

Roxana suspiró. Volvía a sentir que tenía las manos atadas. Por un momento, la idea de echar veneno en alguno de los guisos de Leonor le pareció un plan prometedor, pero si Evelyn decía la verdad, solo se metería en otro lío con hombres aún más peligrosos.

No le quedaba más remedio que esperar y tratar de reunir tanta información de los amos como le fuera posible, sin la ayuda de las demás. Sus deseos de venganza tendrían que esperar a una ocasión más favorable que aquella. 

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora