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La furia lo embargó como su fiel aliado. En apenas unos segundos se volvió de nuevo hacia Roxana, que continuaba mareada en el suelo.

— Dame el arma.

La vio buscar en su corsé la navaja, pero antes de que pudiera alcanzársela, tres de los hábiles asesinos de su padre se abalanzaron sobre él. Poniendo en práctica sus años de entrenamiento, les plantó cara con garra. Supo por los gritos que William y Drew también estaban enfrascados en su propia batalla. Pero fue el característico bramido de guerra de Tabitha lo que le sacó una sonrisa.

Su hermana portaba una espada en la mano, no sabía dónde diablos la había escondido. Aunque poco importaba en esos instantes. A su alrededor, ya se habían acumulado cuatro cadáveres, y estaba enterrado el arma en un quinto cuando la alcanzó un puñetazo.

Le lanzó una fuerte patada al tipo que tenía delante para tratar de ayudarla, desgraciadamente, los superaban en número. Y no eran tipos cualquiera. No tardaron en propinarle una buena cantidad de golpes que lo mandaron al suelo. Drew y William habían corrido la misma suerte. Este último tenía la cara ensangrentada tras haberse enfrentado a Bryce y al Patriarca.

— Es momento de recordarles a estos jóvenes rebeldes lo que pasa cuando te enfrentas a verdaderos hombres – espetó con un gesto de la mano -. Desnudadlos.

El pánico se instaló en sus entrañas. Todos los recuerdos de su juventud regresaron en oleadas. Loco y desquiciado, lanzó puñetazos en todas direcciones mientras los desprendían de sus ropajes. Notó las esposas clavándosele en la piel de las muñecas y los tobillos. El frío cuando dejaron su cuerpo completamente expuesto.

¿Cómo no lo había visto venir? Bryce había sido siempre el más salvaje de todos ellos. Pero creyó ingenuamente que despreciaba al Patriarca por quitarle a su doncella. Creyó que estaba tan cansado como los demás por estar subyugados a él. No atinaba a comprender qué razón podía albergar para haberles traicionado. Y, sin embargo, cuando alzó la vista y lo vio allí, junto a su padre compartiendo la misma sonrisa taimada y mezquina lo supo. Todos esos años siendo el más joven, estando siempre a la sombra de su hermano mayor y él mismo. Ansiando la superioridad, tan parecido al Patriarca, mucho más que cualquiera de ellos. Esperando y esperando hasta la ocasión oportuna para hacerse con el liderazgo de la familia.

Habían sido unos necios. Y lo iban a pagar caro.

Escuchó un rugido, tan intenso y desgarrador como el de una fiera. Al girarse, tuvo el tiempo suficiente para ver a Roxana abalanzándose con la daga en la mano sobre el tipo que se había sentado sobre su espalda inmovilizándolo. Le clavó el arma en el cuello, y ambos acabaron rodando por el suelo. Giró, con los pies y las manos atadas para presenciar maravillado como Roxana se encaraba con otro asesino. Logró hacerle un profundo corte en la pierna antes de que le quitaran la daga y le estampara un puño en la cara. Siguiendo su ejemplo, Leonor y Diane se habían lanzado sobre el asesino que vigilaba el cuerpo de William, pero su ataque no fue tan imprevisible. Con presteza las agarraron del cabello para desestabilizarlas, y ambas acabaron en el suelo boca abajo. Evelyn y Sarah corrieron la misma suerte. Aunque no fue necesario usar la fuerza bruta con ellas. Estaban tan aterradas que basto la más leve amenaza para que obedientes se acomodaran junto a los demás.

Notó un ardor amargo en la garganta. Pensó con ironía que aquel debía ser el sabor de la derrota. Tan ardiente como el whisky y desagradable como un alimento contaminado. Sintió que aquella quemazón continuaba ascendiendo por su garganta, hasta que necesitó toser para evitar ahogarse. Horrorizado, vio como la alfombra se teñía por unas gotitas de sangre.

— Debo reconoceros niños, que vuestra arrogancia me conmovió – dijo el Patriarca paseándose por la estancia -. Creer que podríais acabar con vuestros padres y continuar el legado que nuestros tatarabuelos comenzaron. Nosotros somos los firmes cimientos que mantienen a esta familia, no una panda de críos que empiezan a desarrollar cojones. Por suerte, parece que sí hay al menos entre vosotros alguien lo bastante sensato, alguien que de verdad quiere prosperar y está dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguirlo – asintió palmeándole la espalda a su sobrino -. Eso era lo que esperaba de todos vosotros. Y aquí estáis, pidiendo ayuda a unas putas doncellas para que hagan el trabajo que vosotros no habéis tenido el valor de hacer.

El Patriarca escupió en el suelo.

— Patético.

Patrick enfocó la vista en el lugar donde había caído el escupitajo de Anthony. La mancha rojiza corroboró sus sospechas. Salvo Tabitha, sus primos y él estaban aterrorizados por lo que ocurriría. Pero no su hermana. Esta lo miró con un ojo hinchado por el puñetazo que había recibido. Una leve sonrisa se intuía en sus labios.

El Patriarca volvió a toser y a llevarse la mano a la garganta tratando de eliminar la misma quemazón que le molestaba a él. Al mirar a su alrededor, comprobó que todos habían comenzado a carraspear y girar la cabeza intentando eliminar aquella extraña sensación de ardor que no hacía más que aumentar. También corroboró que ninguna de las doncellas parecía estar sufriendo por aquello. Y fue el primero en comprender que Tabitha había ejecutado su propio plan para acabar con los presentes.

— ¿Qué has hecho zorra? – gritó el Patriarca agarrándole el cabello a Tabitha para mirarla a la cara.

— Al parecer envenenar el vino y la comida era demasiado previsible.

Su sonrisa amplia y macabra hizo que Anthony le cruzara la cara.

— ¿Dónde está el antídoto? – dijo tosiendo, manchando de sangre el rostro de Tabitha.

— Tal vez seamos jóvenes en edad, pero jamás hemos sido unos críos.

Anthony se desplomó en el suelo entre temblores, con una tos descontrolada. Se llevó las manos a la garganta, arañándosela, intentando eliminar el dolor. Bryce trató de abalanzarse sobre ella, pero tropezó y cayó desplomado en el suelo. La sala entera se llenó por el sonido de la tos, las manos de los presentes se mancharon de sangre mientras intentaba sofocar el dolor con más vino. Algunos se aferraron a las doncellas ordenándoles que les trajeran agua para aliviar el calor. Otros intentaron llegar hasta Tabitha para reclamar un antídoto. Sin embargo, al ver a William, Drew y él mismo sufriendo los mismos efectos, llegaron a la conclusión de que la muerte se cernía sobre todos los hombres de la familia Relish. Incluso él mismo comenzó a creerlo. Los ojos se le nublaron por las lágrimas. El dolor de su garganta aumentó, y se extendió a su estómago. La sangre manaba de sus labios conforme se le escapaba la vida.

Intentó pedirle ayuda a su hermana, pero tenía la garganta inundada de sangre. Sin fuerzas, cerró los ojos. Una pequeña satisfacción se instaló en su pecho al saber que el Patriarca iba a morir junto a todas aquellas bestias que lo habían atormentado por años.

— Patrick, PATRICK...

Oyó la voz de Roxana a su espalda. Estaba luchando con las esposas para desatarlo y darle la vuelta.

- Resiste, por favor.

Notó las lágrimas de Roxana cayendo en su rostro. Otra oleada de tos hizo que se le derramara más sangre por las comisuras. Entonces sintió un pinchazo en el muslo. Había mucho jaleo a su alrededor. Demasiados sonidos como para enfocarse en uno solo. Roxana sujetaba su cabeza y trataba de incorporarlo mientras lo abrazaba. Luchó contra la oscuridad, reacio a la muerte. Tenían demasiadas cosas que vivir todavía. Juntos.

Desgraciadamente, su cuerpo no pudo aguantar más la agonía, y cayó en un pesado sueño. 

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora