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Roxana trató por todos los medios de no desmayarse. Temblaba de los pies a la cabeza. De no haber sido por la capucha de la túnica, todos habrían visto como su rostro se quedaba completamente pálido.

Cuando por fin finalizó la cena, Anthony invitó a todas las doncellas a acompañarlos al salón principal dónde ya habían dispuesto multitud de sofás, sillones y sillas formando un círculo. Una enorme y gruesa alfombra se hallaba en el centro de la sala, y ahí la aguardaban William y Patrick, que ya había tomado asiento en una de las sillas libres en primera fila. Tabitha llegó poco después, se había excusado para ir al baño y preparar su arsenal de juguetes.

Su corazón tronaba con fuerza mientras compartía una intensa mirada con su amo. Podía percibir la tensión en su cuello y mandíbula. Tendría que ser fuerte y adaptarse al cambio de planes como estaban haciendo lo demás.

Podía ver a Sarah, Leonor y Evelyn entrando en la sala cargadas con botellas de vino. Iban a tener que comenzar antes de lo previsto. Aunque con la cantidad de alcohol que les había visto tomar a aquellos hombres durante la cena, probablemente no repararían en que tres de las cinco doncellas que repartían vino por la sala pertenecían a los jóvenes Relish.

No podía pensar en nada de aquello en esos momentos. Confiaba en sus amigas, habían ensayado y hablado de cada paso a seguir multitud de veces. Pero de nada serviría si ella no hacía bien su papel. Así que con un aplomo que estaba lejos de sentir, fue hasta el centro de la sala. Aguardó a que todos se acomodaran para desabrocharse los tres lazos que mantenían de la túnica cerrada. Dejó caer la prenda mostrándoles su escasa indumentaria. Sus pechos se alzaban desnudos por el corsé, que acentuaba exageradamente su cintura. Sus muslos apenas cubiertos por unas medias y los ligueros. No se había molestado en ponerse ropa interior. Por lo que su sexo y trasero también estaban siendo contemplados con avidez.

Patrick le había dicho en innumerables ocasiones que su cuerpo era hermoso, y en esos instantes, con todos aquellos pares de ojos observándola entre suspiros, supo que no había exagerado. Absolutamente todos los amos allí congregados tenían la vista fija en sus curvas, y no en sus bebidas. Sarah, Leonor y Evelyn habían comenzado a llenar las copas con prontitud. El veneno tardaba entre quince y veinte minutos en comenzar a reaccionar, dependiendo del tamaño de la persona, y la cantidad que tomaba. Pero los somníferos deberían actuar mucho antes. Un par de gotas eran suficientes para caer rendido en un profundo sueño. Y cada botella llevaba medio vaso en su interior. Así que solo tendría que soportar las torturas de Tabitha durante diez minutos como mucho antes de que se desmayara el primero de los presentes. Además, si había sobrellevado los castigos de Patrick, en ocasiones por más de una hora, podía con aquello. Aunque la amenazante sonrisa de Tabitha insinuara lo contrario.

— Esplendorosa – suspiró sonriendo a todos los presentes con sus aires de directora - ¿no os parece?

Hubo un murmullo de asentimiento que se extendió por toda la sala mientras Tabitha se acercaba a ella, seguida de cerca por William. Aquella escena no podía recordarle más al día en que ambos jugaron con Beatrice.

— Veamos, pechos generosos – comentó Tabitha tomándolos entre sus manos para acariciarlos y darles un pellizco a sus picos rosados -. Nalgas y muslos firmes – continuó tocándola, antes de darle un azote suave -. Hay buen material con el que trabajar. ¿No te parece William?

— Desde luego – sonrió este acariciándole el rostro antes de descender por su torso, abdomen y finalmente su sexo -. Aunque todavía no está lista para nosotros.

Roxana quiso retroceder y alejarse de su mano, pero tenía a Tabitha a la espalda jugando de nuevo con sus pechos. Para su absoluto bochorno, era muy agradable.

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora