-20-

1.8K 88 1
                                        

Se estaba volviendo loca.

Empezaba a pensar que Patrick sentía algo mucho más intenso por ella que simple respeto, como él le había dicho. Su forma de hacerle el amor había sido exquisita.

Habían estado durante horas en la cama. La había tocado con lentitud y delicadeza, reavivando su deseo una y otra vez. Logrando que alcanzara el orgasmo cinco veces. Él había llegado tres. Después la había abrazado para dormir juntos en su cama. Pero al despertarse, ya no estaba.

Los recuerdos y fantasías la acompañaron toda la mañana. ¿Y si se había enamorado de ella? ¿Eso cambiaría todo el plan? Ella no estaba segura de lo que sentía por él. Cómo hacerlo con sus constantes cambios de humor.

Había descubierto esa faceta dulce y cariñosa por primera vez. Aunque por lo general era bromista, apasionado y bastante desequilibrado. Había presenciado su maldad, su falta absoluta de empatía, su frialdad, su sadismo. Y, sin embargo, la había tratado con generosidad compartiendo su comida, dándole tanto placer como le fuera posible. Era tan posesivo como protector, y no la asustaba. Por muy aterradores que pudieran resultar sus castigos, jamás le había dado verdadero miedo. No como el que había sentido de pequeña por su padre.

Mientras limpiaba, se puso a repasar cada palabra, gesto y acción que recordaba. Era un auténtico engorro, ya que no había un verdadero patrón de conducta. Tan pronto la abofeteaba como podía besarla. Solo tenía claro que su relación amo y doncella no era nada común.

Tenía demasiadas dudas, y mucho trabajo aquella mañana. Todas las doncellas tuvieron que repartirse las tareas para cubrir los trabajos de Beatrice y Sarah, que se había quedado despierta cuidándola. A ella le correspondía ayudar a Leonor todo el día. Ya fuera cocinando, preparando el comedor o recogiendo. Debía admitir que tenía el trabajo más horrible de todos. Era un constante esfuerzo por mantener la limpieza en un lugar que debía ensuciarse cada pocas horas.

Acababan de recoger y fregar los platos del desayuno, y ya estaba sacando cacerolas para ponerse con el almuerzo. Desgraciadamente, Leonor estaba menstruando, y los dolores la tenían suspirando a cada rato. Haciéndola más mandona, gritona e insoportable. Roxana aguantó inexpresiva su mal genio a sabiendas de que la cosa podía empeorar si le plantaba cara.

— ¿Tú crees que es posible que un amo se enamore de una doncella? – le preguntó tratando de distraerla cuando otra oleada de dolor la hizo morderse el labio.

— Tan factible como que Bryce sea cariñoso – gruñó con lágrimas en los ojos.

Roxana suspiró.

— Pero tú y Diane tenéis una buena relación con William – comentó llenándole un vaso de vino y ofreciéndoselo - ¿No crees que él os tiene cariño?

— William es incapaz de amar de verdad – bufó tomándose el contenido de un trago -. Solo entiende de pasión y lealtad. Si se la das, es un grato placer estar con él.

— ¿Tú le amas?

En el fondo Roxana sabía la respuesta. Al igual que el resto de las doncellas. Había visto el brillo en los ojos de Leonor cuando William aparecía. Era como si su mundo se iluminara y solo existieran ellos dos. Ni siquiera Diane, por mucho que disfrutara de sus juegos sexuales, lo idolatraba de ese modo.

— Esa palabra no tiene cabida en un lugar como este – soltó acomodándose en una silla con todo el cuerpo doblado por las contracciones.

Sintió una profunda lástima por ella. No solo por el dolor que estaba soportando. Saber que no era correspondida debía ser horrible.

— Será mejor que te vayas a descansar. Puedo ocuparme sola del almuerzo. Te he visto hacerlo muchas veces.

— No tendrá el mismo sabor que cuando lo hago yo – espetó incorporándose a duras penas.

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora