-6-

3K 112 1
                                        

Estaba en el suelo hecha un ovillo cuando Sarah la encontró. Sabía sin necesidad de verse la imagen que debía dar. Con la sangre que emanaba de sus nalgas entremezclada con la de su virginidad. Sin duda, en esa mansión habría visto y curado cosas peores

La oyó acercarse con cuidado, empleando el tono bajo y suave que solía emplear su madre cuando estaba enferma.

— Roxana, soy yo. Necesito llevarte a la cama para poder curarte mejor.

La dejo acariciarle el cabello con ternura, aunque en esos momentos lo que más aborrecía era el contacto humano. Apretó los dientes mientras luchaba contra sus extremidades que parecían haberse vuelto de gelatina. Ponerse en pie fue una tarea titánica. Más aún cuando la piel herida continuó quejándose por el maltrato recibido.

Había sido sin lugar a duda la peor experiencia que había sufrido. Mucho más que las palizas que había recibido de su padre. Al menos en ellas había tenido la opción de luchar o escapar. Jamás se había sentido tan vulnerable. Sin ningún tipo de autoridad sobre su propio cuerpo.

Una vez tendida boca abajo, Sarah le ofreció una botella de licor bastante fuerte. Probablemente la dejaría medio inconsciente en más o menos media hora. Así podría disfrutar de varias horas de sueño sin sentir aquel espantoso dolor.

— Te advertí que debías ser obediente – le dijo pasando un trapo con húmedo por sus nalgas -. Si te hubieras limitado a cumplir con tus tareas, no habrías acabado así.

Las lágrimas brotaron de nuevo sin ser llamadas. Sentía tanta rabia e impotencia que solo podía pensar en levantarse y destrozarlo todo. De no haber estado tan débil, sin duda lo habría hecho. Pero en semejante estado, solo tenía su lengua afilada para atacar.

— ¿Acaso tú habías hecho algo malo cuando Bryce te violó en el pasillo?

— Patrick no es como Bryce.

— ¿Cómo puedes saberlo si no eres su doncella?

— Conocí a la anterior. Te aseguro que hay un amplio abismo entre ambos. Patrick solo te castigará si le faltas al respeto o eres indisciplinada.

Bufó sofocando una maldición cuando Sarah comenzó a desinfectarle las heridas con alcohol.

— ¿No te das cuenta de que, si sigues oponiéndote a tu amo, va a ser peor para ti?

— No estoy dispuesta a aceptar que ese miserable ser me utilice cuando y como quiera.

— Mejor ser la puta de un solo amo, que la esclava de cientos – soltó dejando el alcohol a un lado mientras comenzaba a frotarle un ungüento con aroma a limón -. ¿Qué futuro te queda tras estos muros aparte de prostituirte?

— Te aseguro que sé hacer muchas más cosas que abrirme de piernas.

— Aunque así fuera, lo tienes todo en contra. Que logres sobrevivir a esta epidemia sería en sí un milagro. Que además encontraras trabajo, un sueño hecho realidad. Y, sin embargo, continuarías sin poder pasar el primer obstáculo de tu plan: Escapar de aquí.

— Solo necesito tiempo para conseguirlo.

— Tu obstinación acabará contigo.

— Mejor morir luchando que asesinada durante un juego sexual a manos de esa bestia. Jamás pensé que una persona pudiera excitarse con el sufrimiento que provoca en otra.

— Pues estás en una mansión con cuatro personas así.

Volvió a darle otro gran trago al licor con toques de naranja antes de incorporarse para poder mirarla a la cara.

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora