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El dolor de Roxana no era nada comparado a la ira que sentía. Todo su cuerpo ardía en agonía a pesar del ungüento que le había aplicado Sarah hacía una hora. La bebida no había surtido el efecto somnoliento que esperaba y su cabeza no paraba de dar vueltas a la misma idea: Quería matarlos a todos. Ya no se trataba solo de los abusos que había tenido que sufrir. Aquellas chicas llevaban mucho más tiempo que ella aguantando aquella abominable situación. Escapar no sería suficiente. Debían pagar por lo que les estaban haciendo. Patrick y todos eran igual de culpables. Y no se detendría hasta tenerlos a todos atados mientras ella sostenía un látigo en su mano.

Ese sería el final de todos ellos. Morirían por su mano desangrados, sufriendo los mismos castigos que ellas.

Gimió en voz alta al tratar de cambiar de postura. El muy canalla la había jodido del todo. El ano le escocía muchísimo a pesar del aceite que le había dado Sarah. Le había advertido que evitara ir al baño en la medida de lo posible en lo que restaba de día. Aunque al ser una zona tan húmeda, lo más probable es que sus heridas no lograran sanar del todo en mucho tiempo.

Así que le tocaba lidiar con toda aquella mierda, sin alcohol suficiente para dejarla inconsciente.

Aprovechó el insomnio para meditar en todo lo que había recabado de la familia Relish. Eran cuatro primos. Aunque dos de ellos, Drew y Bryce eran hermanos. Bryce, era el más joven y sanguinario de todos. Drew prefería por lo que había escuchado la humillación constante. William era el único que simplemente era un amante algo perverso y rudo. Patrick por su parte, continuaba en gran medida siendo un misterio para ella.

Si quería destruir los cimientos de aquella mansión para que ninguna otra chica tuviera que sufrir a manos de aquellos engendros, necesitaría averiguar mucho más. Además, precisaría el apoyo de las otras doncellas. Ya había visto lo que ocurría si no estaban convencidas del todo y el miedo las frenaba. Esa parte le llevaría aún más tiempo.

Tenía que dejar de pensar en escapar. Necesitaba que Patrick confiara en ella para que este le revelara algunos secretos. Diane le había dicho que cuando se entregaba a William en cuerpo y alma, ella también lo poseía a él. Esa era la clase de conexión que necesitaba desarrollar con su amo. Y para eso, no podía desobedecerle. Aunque tampoco volverse tan sumamente sumisa y leal que levantara sospechas.

Iba a ser una tarea ardua y complicada, la cual le llevaría bastante tiempo. Así que más le valía empezar cuanto antes.

A la mañana siguiente, en vez de quedarse en su habitación de reposo, inició sus actividades como cualquier otro día. Ignoró en la medida de lo posibles sus heridas, aunque tuvo que hacer multitud de paradas por culpa del dolor, y acudió al desayuno junto al resto de doncellas. Todas se mostraron amables con ella, conscientes de su estado.

— No deberías haberte levantado de la cama – suspiró Sarah -. De seguro ya se habrán abierto alguna de las heridas.

— Tranquila, no son demasiado profundas como me dijiste. Ni siquiera me tuviste que dar puntos.

— Aunque sean finas, sangrarás igualmente. Es cuestión de tiempo que la pérdida de sangre te deje mareada.

Roxana se encogió de hombros.

— Evelyn – susurró con la vista fija en su plato -, quiero pedirte perdón por obligarte a cometer aquella locura. No estuvo bien, y me imagino que Drew te hizo pagar por ello.

— Yo también lo siento – gimió con las lágrimas deslizándose por sus mejillas -. No debí haber gritado. Por mi culpa no pudimos escapar. Y ahora seguimos a merced de ellos.

Evelyn tembló visiblemente con un llanto apenas contenido. Sarah le dio un suave abrazo en un intento por consolarla, pero era inútil. Drew debía haber sido igual de contundente al castigarla que Patrick.

Cuando el amor ciegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora