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NUNCA UNA PALABRA HONESTA
En una de las habitaciones del refugio sus dedos caminaban por la espalda desnuda de su compañero de vida, acariciando con suavidad las cicatrices en su piel.
Las respiraciones de ambos se encontraban tranquilas, el lugar estaba sereno, su mirada se posó en una herida abierta, frunció el ceño.
La analizó con cuidado, concluyó que necesitaba limpieza y probablemente una sutura.
Procedió con rapidez. Para cuando hubo terminado, su prometido ya había quitado la mueca de dolor en su cara.
Él se volteó, quedando cara a cara, se lanzó a besar a Kegavie. Sus labios rozaban cada vez con más fuerza e intensidad, los brazos de la ojiverde se sujetaron al cuello de Paul, él comenzó a desabrochar los primeros sellos del destiltraje con delicadeza.
──Vie── suspiró.
Luego, los labios de Paul bajaron por el cuello de la muchacha, con una lentitud extrema, besaron cada parte de su piel.
Sintió sus piernas temblar, suspiros escaparon a sus labios y pronto comenzó a responder casi inmediatamente a la estimulación externa.
Cuando los dedos de su prometido alcanzaron su pecho, se detuvo por unos segundos, ella lo miró con confusión, él no solía detenerse a la mitad del camino.
Sus ojos se pusieron blancos, el susto se apoderó de ella, tomó el rostro entre sus manos y le dio una leve sacudida, Paul parecía estar en un trance y entre este dijo unas palabras.
──El agua de la vida── fue un susurro apenas entendible, un suspiro casi fantasmal.
──Paul── ella dijo con angustia──. ¡Paul!
A los segundos volvió en si, algo ensimismado pero consciente de sí mismo. Él la observó como a la persona más irreal del universo y se lanzó a besarla como si nada hubiese pasado.
Entre el beso ella intentó preguntar aunque de forma infructífera.
Un estruendo hizo que se separasen.
El gong de una alarma resonó en la otra caverna, seguido por gritos y el restallar de armas. Se arreglaron el destiltraje en cuestión de segundos y salieron con sus crys en mano.
Se volvieron bruscamente precipitándose a través de la antecámara y la plataforma hacia la caverna de entrada. Gurney y Stilgar corrieron tras ellos, desenvainando la espada.
Bajo ellos, un grupo tumultuoso de figuras luchaban sobre el suelo de la caverna. La ojiverde analizó brevemente la escena, distinguiendo las ropas y los bourkas Fremen de los atuendos de sus oponentes.
Sus sentidos, adiestrados por su madre para captar los más sutiles detalles, detectaron un hecho significativo: los Fremen luchaban contra un grupo de hombres con atuendo de contrabandistas, pero los contrabandistas estaban agrupados de tres en tres, formando un triángulo cuando el enemigo los presionaba. Esta forma de combate cerrado era la marca de los Sardaukar Imperiales.
