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ABUELA
Se estaba rehusando a mirar el duelo, no por miedo a ver una muerte, sino por la sangre. Su hematofobia no ayudaba mucho.
Incluso en aquel enfrentamiento con el Fremen, su mente se debatía en cuánta presión hacer sobre la glándula tiroides de su oponente, porque después de aquel aborto espontáneo su miedo al tejido rojo oscuro que fluía por las arterias, venas y capilares se había terminado de convertir en irracional.
Se encontraba entada en una roca alta y observaba hacia abajo, con miedo.
──¿Está jugando con él?── escuchó a Stilgar preguntar a Jessica.
──No── esta respondió──. Paul nunca ha matado a un hombre.
Oyó un sonido como de latigazo, decidió levantar su mirada. El deseo de volver a pegar su vista en sus pies entró a su mente, aunque fue contrarrestado por una fuerza externa, su espalda se irguió y miró con atención la posición de los combatientes.
ShaqiqatAlsahra.
ShaqiqatAlsahra.
Asciende, tu partida en el juego ha comenzado.
Paul con rapidez clavó el diente de Shai-Hulud en la espalda de Jamis. Cuando este salió de su lumbar, vio el crys-cuchillo cubierto en sangre.
El rojo oscuro será tu mejor aliado.
La mano libre de Paul sostuvo la de Jamis, Kegavie se vio obligada a bajar la cabeza para poder evitar una consecuencia fisiológica después de haber visto sangre.
Un montón de escenas relacionadas a la sangre comenzaron a reproducirse en su mente, luego un sudor frío apareció sobre su frente.
──Rosa, margarita, petunia, orquídea── comenzó a enumerar tipos de flores para intentar calmarse y hacer que su cerebro dejase de mostrarle recuerdos sangrientos──. Vamos Kiv, no es un buen lugar para desmayarte.
Vio a alguien caminando en su dirección, lo que le extrañó, porque nadie parecía haberse percatado del hecho que su piel parecía más blanca que la de un vampiro. Bajó de un salto de la roca.
La persona frente a ella se detuvo. La ojiverde decidió levantarse después de haber tomado una buena bocanada de aire.
──Abrázame. Por favor.
Pensando en flores e intentando calmarse, rodeó a su prometido con sus brazos y acarició los rizos de su cabello.
Obviamente, Paul se percató de su pulso alterado y de lo fría que se encontraba la piel de su cara. Ella negó para indicarle que se encontraba bien, aunque mintiera, sabía que ahora debía preocuparse de él.
