¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL MISTERIO DE LACASA (I)
Sus pies se movieron con toda la rapidez que le permitían aquellos incómodos zapatos de tacón bajo y punta alta.
La falda de su vestido iba enrredándose entre sus piernas, creando formas desordenadas y un tanto extrañas.
El aire del pasillo iba azotando contra sus rubios cabellos, que de no ser por el peinado que llevaban, se habrían enredado en una maraña.
Irulan Corrino estaba perfectamente consciente de que recibiría un regaño por parte de su madre y sus instructoras de la Bene Gesserit, sin embargo, no se encontraba dispuesta a quedarse con la duda de una pregunta tan intrigante.
¿Qué clase de parentezco tenía su padre con Kegavie Atyer?
Y sí, quizá nunca debió haber formulado aquella cuestión, porque ni siquiera tendría que haber entrado al Archivo Secreto del Emperador sin avisar de ello al Conde Fenring o a la Reverenda Madre Gaius Helen Mohaim. Pero lo había hecho y ahora la curiosidad la mataba.
Todo por esa foto, escondida entre las páginas de un diario escrito por Munia Atyer, esa foto en que su padre sonreía en la playa principal de Kaitain mirando a una mujer, de cabello oscuro y ojos cafés.
Su intuición (a la que rara vez hacía caso) le gritó que Shaddam IV era el padre de Kegavie, no obstante, y como siempre, ignoró el comentario.
Aunque fue completamente incapaz de evitar la formación de la prrgunta, porque la curiosidad mató al gato.
──Pero el gato murió sabiendo── murmuró para sí, como justificación a su ruptura de las reglas.
Recapituló en su mente quién había sido Kegavie Atyer, sí, hija de su tío Rahul y de la que fue la mejor amiga de su madre, Munia, línea directa de los Atyer, prometida de Paul Atreides. Dada por muerta, puesto que, su cuerpo supuestamente había sido encontrado en el desierto meridional de Arrakis.
Se detuvo cuando quedó a pocos metros de distancia de la entrada al gran salón que albergaba el inmenso Trono del León Dorado, en que solo se podía sentar el Emperador Padishah de turno.
Los soldados Sardaukar la miraron extrañados, sin embargo, igualmente hicieron una reverencia al verla acercarse.
──El Emperador se encuentra en una audiencia con el Embajador de IX, Princesa. No puede entrar── informó Tanget, el guardia personal de su padre.
Irulan contuvo un gruñido.
──¿Mi madre?── cuestionó.
──La Emperatriz ha partido a la sede de la Bene Gesserit en Wallach IX esta mañana, la Decidora de la Verdad la acompaña.
──¿Y el Conde Fenring?
──El Conde se encuentra reunido con los miembros de la Corte Imperial, Princesa.
