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V. EL LISAN AL-GAIB
──Relájese, Miladi── el Gran General Kudar le dijo, la notó estresada.
Kudar era un hombre viejo y cortés que se había convertido en una especie de abuelo para Kegavie, pasaba constantemente preocupado por ella y Killian, ella era quién heredaría los títulos de la casa al cumplir la mayoría de edad, puesto que su hermano mayor tuvo que renunciar a ellos para unirse al ejército de los Atreides.
Leto había invitado al regente de Fénix a acompañarlos en su viaje a Arrakis, por su parte, uno de los motivos había sido la falta de tiempo para terminar de explicar algunas medidas para cuidar de los planetas de Delta Pavonis.
Kudar llevaba su traje militar formal, Kegavie, un vestido naranja de organza que llegaba al suelo y que cubría todo su cuerpo, en el rostro, llevaba un velo del mismo color.
Estaba tensa como respuesta al dolor que le provocaban los calambres del embarazo, como si eso fuera a aliviarle la sensación. Para su suerte (y un poco para su aburrimiento), Leto Atreides había decidido suspender sus funciones, por lo que Kegavie, por lo menos no tendría de nada que preocuparse.
──Lo sé, General── respondió con suavidad. Se rehusaba a creer que la administración de ese planeta le traería grandes beneficios a la Casa Atreides, algo gritaba tras su oreja que todo sería un desastre.
Estaban en una fragata, que los transportó desde la nave de la cofradía hasta el suelo de Arrakis, cuando aterrizó, un soldado dio la orden.
──Escudos── todos los soldados a su alrededor encendieron los escudos.
La compuerta se abrió y el aire comenzó a entrar, moviendo los velos que llevaban las mujeres.
──Mis pulmones saborean el aire del tiempo, soplado por las arenas que caen── Gurney recitó, al tiempo que una gaita comenzaba a sonar.
Cuando la compuerta terminó de abrirse, el soldado que tocaba la gaita salió y giró hacia la derecha, siendo acompañado por más instrumentos.
Todos comenzaron a salir y Paul se aseguró de sujetar bien la mano de su prometida para poder evitar que tropezara con el velo, quién y de igual forma, iba acompañada por dos damas que sujetaban su velo y vestido.
──Thufir Hawat── exclamó el Atreides y corrió hacia el susodicho para poder abrazarlo.
──Joven amo, ¿qué se siente caminar por el nuevo mundo?── preguntó Hawat.
──Emocionante, por decir lo menos── respondió Paul y se alejó un poco cuando su padre se acercó a Thufir.
──Mi señor── Hawat se inclinó ante el Duque y este le dio una palmada suave en la espalda.
──¿Cómo estás, viejo amigo?
──Mi equipo de avanzada ha asegurado la ciudad. Todavía estamos limpiando algunas asperezas── dijo y volvió a inclinarse cuando el Duque se fue──. Mi Señora──. Saludó a Jessica y finalmente giró hacia Kegavie──. Miladi.
Posteriormente saludó a Kadur, luego de eso se dio la vuelta, Kegavie y él general se dispusieron a seguir a Hawat.
El calor era sofocante, eso no lo podía negar, sin embargo, no era un calor húmedo, más bien era un calor seco que te deshidrataba sin piedad.
Tres guardias armados los escoltaban, a lo lejos se oían los murmullos de gente, murmullos de personas que habían ido a verlos.
Mientras el viento azotaba con fiereza su cuerpo y pegaba el velo a su cara, giró su cuello en dirección a la multitud que señalaba a Paul.
──¡Lisan al-Gaib!- era lo único que gritaban, una y otra vez sin descanso.
Cuando llegaron al ornitóptero, subieron por la rampa trasera. Paul ayudó a su madre a subir y el General Kudar ayudó a Kegavie para que no se tropezara.
──No se dejen engañar por la bienvenida, siguen las reglas de su antiguo amo, la asistencia obligatoria. Así es el amor Harkonnen── explicó Thufir mientras se abrochaba el cinturón──. Vamos a sacarlos del sol, el calor puede matar en este lugar.
Cuando Kegavie terminó de abrocharse el cinturón, se quitó inmediatamente el velo, se sentía ahogada por él.
──Lisan al-Gaib, la voz del otro mundo── explicó Lady Jessica removiendo su velo──. Es su nombre para el Mesías.
──Eso significa que las Bene Gesserit han hecho su trabajo aquí── indicó la ojiverde, provocando un asentimiento por parte de su suegra.
──¿Plantando supersticiones?
──Preparando el camino, Paul. Esta gente ha esperado por siglos a la Lisan al-Gaib, te ven y aprecian las señales.
──Ven lo que les han dicho que vean.
Se sentía segura entre los brazos del desierto, por las ventanas del troptorepero se podía apreciar la erosión por parte de las fuerzas naturales en distintos montes bajos, anchos y achatados.
A su mente llegó Killian, esperaba que su hermano estuviese vivo y en buenas condiciones, no deshidratado y débil vagando por el árido desierto.
Arrakis podía ser hóstil, cruel, desconocido, desfavorable, de apariencia inhóspita, árido y poco apto para los débiles, no obstante era un padre que acogía a los nativos entre sus brazos y Kegavie sabía que la catastrófica manera en que terminaría la administración del tercer planeta del Sistema Canopus no sería consecuencia de la naturaleza ni de un hecho interno del planeta, en cambio, sería efecto de un factor externo.
¿La intriga comenzaría a carcomerla por dentro? Es probable. ¿Comenzaría a investigar sobre el factor externo a Arrakis que desencadenaría la catástrofe para los Atreides? En algo productivo debía invertir su tiempo libre...
