La noche que opaco las calles de Seúl no era favorecedora para mí, lluviosa y oscura. Las gotas de lluvia recorrían todo mi cuerpo, empapando mi ropa; se mezclaban con las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas.
No sé cuánto caminé, solo quería algo que me cubriera de la llovizna. Y lo encontré cuando llegue a una iglesia, cerrada a tales horas de la noche. Lo único que podía hacer ahora era resguardarme en el techo de la entrega, esperando que la lluvia cesara y esperando no ser encontrada por él.
La mala suerte jamás abandonará mi vida.
Siete años. Siete años en los que las cosas para mí sólo han ido de mal en peor.
Vine aquí de Argentina a los 17 años, pensando que podía tener mejores oportunidades como una chica llena de sueños y esperanzas. Pero a veces la vida no sale como uno quiere.
La pobreza y el hambre que tenia en Argentina volví a sentirla aquí. Pero había pasado por mucho para venir a vivir aquí, así que volver a huir no era una opción. Pude ganar un poco de dinero en el poco tiempo que trabaje antes de ser despedida. Un despido que hasta el día de hoy no sé porque se ejecutó. No me quedo mas opción, y en medio de la desesperación, entre a trabajar como prostituta en las zonas que nadie necesita conocer tu nombre para comprar tus servicios.
Y mi jefe, un hombre de 27 años, joven y atractivo. Pero un mal tipo que explotaba a sus empleadas. Y yo, por ser mujer y joven no podía negarme a sus órdenes. Pero estaba agotada, tanto física como mentalmente. No quería más. Y ahora, queriendo escapar, estaba bajo la lluvia al pie de una Iglesia.
"¿Te encuentras bien?"
Levanto la mirada y veo a un hombre mayor de traje, mirándome, con un paraguas para protegerse de la fuerte lluvia.
Me asustó, así que me aleje un poco "¿Que es lo quiere?"
El hombre me miró en silencio por varios segundos. Hasta que inclinó su paraguas un poco hacia mí.
"Tranquila, no te hare nada. Solo quiero saber si esta bien."
"Si. Estoy bien." Mentí
"¿Por qué estas bajo esta fuerte lluvia?" no conteste. El hombre volvió a suspirar "¿Donde vives?, ¿Tienes hogar?"
No sabia que responderle y no porque no sepa coreano, los años que he vivido aquí me han servido al menos para una cosa.
"No tengo hogar y ¿Qué hago bajo la lluvia? Eso con el debido respeto, señor, a usted no le importa."
El hombre parecía no darse por vencido conmigo "¿No tienes a dónde ir?"
Antes de responderle, saco unas llaves de su chaqueta. Me moví hacia atrás cuando pasó por mi lado. Metió las llaves por el cerrojo de la puerta principal, antes de abrirla.
"Entra." Indicó.
"¿Qué?"
Se detuvo un momento en la entrada, volteó a verme. "Entra, hija."
No se por qué, pero obedecí y sin decir mas entre. El interior de la iglesia era enorme, bonita, pero lo más importante, era cálida.
"Acompáñame."
Volví a seguirlo, pasamos por la zona de oración, los banquillos, por la capilla. Y en el fondo del lugar, abrió de nuevo con una de sus llaves otra puerta, de madera y más pequeña. Era una habitación, parecía una zona de descanso. Me invito a sentarme y vi que puso agua a calentar. Él me miro y yo permanecí en silencio.
A los minutos, me dio una taza de té.
"Muchas gracias..."
"¿Ahora si me contara por qué dice que no tiene hogar?" Tomó una silla y se sentó frente a mí.
Le di un sorbo a la taza caliente "Pues...porque es la realidad."
Se cruzó de brazos "Entiendo... ¿Tienes familia?"
Suspiré antes de contestarle "No, no tengo familia. Estoy sola en este mundo de..."
Me detuve en mi maldición. Estaba frente a un viejo Padre y dentro de una iglesia. No podía decir lo que pensaba tan libremente.
Pero no dijo nada, lo único que hizo fue rascar su mentón barbudo y mirarme con una expresión de pura lastima.
"No tiene que tener pena por mi. Yo me las arreglo muy bien sola." Quería que dejara de mirarme así.
"No tiene ni que decirlo. Es usted una joven sola y además extranjera." se detuvo "¿De dónde es usted?"
"De argentina. Así que ya se imaginará que no soy tan débil y vulnerable como piensa." me levanté "Agradezco la tasa de té, de verdad. Pero creo que es mejor que me vaya."
Terminé mi bebida y dejé la taza a un lado.
"Jovencita, ¿no le gustaría quedarse a esperar que pase la lluvia aquí? No es una noche muy agradable."
Negué "No. Le agradezco mucho su hospitalidad, pero ya le dije que estaré bien."
Soné tan decidida como quería escucharme, pues no insistió de más. Le ofrecí una última mirada y fui hacia la puerta.
"Antes de que te vayas, déjame darte algo."
Me detuve y volví hacia él "¿Qué?"
Saco algo del interior de su chaqueta. Toma la palma de mi mano y me entrega una medalla con una cruz...
"¿Y esto?"
"Cuando te vi, por alguna razón me hiciste acordar a María Magdalena, ¿la conoces?"
"Sí..."
"Bueno, Ella al igual que tu estaban solas en el mundo. Hasta que el Señor, nuestro Dios la ayudó."
Bufé "Ya veo. Y se olvido de un detalle no menor."
"¿Cuál?"
"Ambas somos prostitutas." se quedó callado, sin decir una palabra "Adiós y gracias por el regalo."
ESTÁS LEYENDO
El Juego Del Amor
AcciónUna chica emigrante con una vida llena de pobreza decide entrar a un juego inocente en el cual tendrá que participar por dinero. ella jamás imaginó encontrar el amor en ese lugar y mucho menos imagino tener que pasar todo lo que paso en ese lugar.