·7·

205 24 15
                                    

LIAM

Toda la casa está en absoluto silencio y a oscuras, por eso noto cuando Ángela sale de su habitación y baja las escaleras, al poco veo cómo mi estancia se ilumina de golpe debido a que la luz del porche se ha encendido. No sé qué pretende la loca esa saliendo a las doce de la noche como está lloviendo así que salgo del cuarto y hago el mismo recorrido que ha debido de hacer ella minutos antes. Cuando salgo al porche la veo, parece que está respirando el aire de White Moon.

—¿Qué estás haciendo aquí? Es tarde. Deberías de estar durmiendo. —le digo. Ella no se gira, simplemente habla.

—Tú también deberías y sin embargo estás aquí. —Suelta callándome la boca. No puedo decir nada, ella lo ha dicho todo.

—No has respondido a mi pregunta.

—Por extraño que parezca solamente estoy respirando el aire del lugar.

Tiene razón, parece extraño, pero creo que empiezo a entender que Ángela es un tanto extraña, ¿quién en su sano juicio saldría una noche lluviosa simplemente porque quiere respirar el aire que respira absolutamente todos los días?

Por eso, y por muchas otras razones, no me sorprende nada lo que tiene pensado hacer.

—Odio la lluvia. —Gruño.

—No te obligo a salir.

—¿Y si te caes o algo? No pienso salir a por ti. —Respondo un poco a la defensiva.

—No me va a pasar nada, Liam. Amo la lluvia, sobre todo, bailar bajo ella, ¿sabes qué es lo mejor de bailar bajo la lluvia? ⸻Niego esperando su respuesta. Sé que su contestación hará que me replantee la existencia, lo sé a ciencia cierta porque eso está empezando a causar Ángela en mí. Y doy por seguro que lo provoca en cualquiera que se pare a conocerla un poco, pero sobre todo en mí.

—La sensación de ser libre. Como si no importara nada. Salvo la lluvia y tú.

Lo sabía. Sabía que me iba a hacer replantearme la existencia. Nunca lo había pensado porque jamás lo he intentado, pero ¿y si al intentarlo me gusta? Siempre he odiado que las gotas de la lluvia helada me tocasen el cuerpo y, sobre todo, que lo hicieran en verano cuando se suponía que debía de hacer calor, pero ¿bailar bajo ella?

—¿No me dijiste hace unos días que si no podía deshacerme de los monstruos que me hiciera su amiga? Pues haz tú lo mismo ahora. Hazte amigo de tu peor enemigo, de la lluvia. —La ostia, estoy sonriendo y todo por una simple respuesta. Sé que está mal, pero por un momento me permito olvidarme de todo y ser libre, como ha dicho Ángela.

Salimos del porche y me permito hacerme amigo de la lluvia. Veo cómo Ángela baila mientras le caen gotas en su pequeño cuerpo. Veo cómo parece una niña pequeña y es feliz. Mierda, es jodidamente perfecta cuando no está triste y, aun así, aun estando triste, también es perfecta. Sé que sus ojos siempre muestran la tristeza que se guarda y verla tan feliz haciendo algo tan simple como bailar bajo la lluvia me hace querer gritarle al mundo que no la merece.

El mundo no merece a Ángela, ella es demasiado para este horrible mundo, y me da la sensación de que ha sufrido mucho y lo sigue haciendo. Ángela sufre en silencio.

Se mueve al ritmo del sonido de las gotas al caer y tiene la mente tan en blanco que no se da cuenta de que hay una pequeña roca obstaculizando su camino y, como no preste atención, se va a caer. Yo, que estoy pendiente de ella, amarro a Ángela de la cintura antes de que caiga al suelo. Los dos estamos muy cerca, demasiado diría, casi puedo notar su aliento. Joder, joder, yo dije que le iba a hacer imposible la vida a esta chica, no puedo hacer lo contrario, ¿o sí? Por supuesto que no, y las jodidas hormonas no me dejan ser una persona madura, sé que está mal, sé que quiero odiarla y sé que mis hormonas quieren sentir cada parte de su cuerpo. Quisiera sacudir la cabeza para dejar de pensar en eso, pero no puedo quitar la mirada de Ángela y sus preciosos ojos azules. ¿Me estoy acercando más a ella? Mierda, sí que me estoy acercando, quiero besarla y no debo. Pero quiero saber a qué saben esos labios. Es que Ángela es guapa, no, es guapísima, tiene unos ojos que hipnotizan y su cuerpo es perfecto, estoy seguro de que encajaría a la perfección con el mío. «Liam deja de pensar eso sobre ella, se supone que es tu hermanastra», me digo, pero parece no funcionar.

La magia de nuestros latidos ||YA EN AMAZON||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora