EPÍLOGO

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AGOSTO¿Denuevo?

LIAM

¿Alguna vez has sentido que el mundo se te caía a los pies y que no eras capaz de agacharte para recogerlo? Yo lo he sentido muchas veces, pero alguien me enseñó que cuando algo quieres, siempre encontrarás las formas para agacharte y cogerlo. Esa persona me enseñó infinidad de cosas sobre la vida misma y sobre mí mismo que no sabía. Ángela me enseño que el miedo no es más que una dichosa palabra que te atraviesa la piel de una forma horrible, pero que no hace daño, que es simplemente eso. Una palabra, cinco letras.

Durante estos casi cuatro meses separados me ha dado tiempo a pensar en mí.

En ella.

En un nosotros.

Y es que dicen que el tiempo lo cura todo, pero yo pienso que no es el tiempo lo que lo cura todo, sino las personas. No puedes quedarte sentado a esperar cómo el tiempo arregla algo que es irreparable, como los sentimientos.

Mi abuela me dijo una vez que, si dos personas están destinadas, se encontrarán allá donde vayan porque el destino así lo decide. Y el destino ha decidido que tengo que hacer un viaje larguísimo (porque tengo que ir en tren) para arreglar las cosas con Ángela, porque soy tan imbécil que ha tenido que venir a abrirme los ojos una persona que conozco desde hace pocos meses. Y es que Ángela y yo hemos estado destinados a estar juntos desde antes de conocernos y eso es un privilegio, por eso ahora estoy en el coche de Aldara, de vuelta a mi casa y creo que no estoy preparado para volver a verla.

«No han pasado ni cuatro meses desde que no la ves, además es Ángela, estate tranquilo» me digo, pero no funciona. Tengo los sentimientos a flor de piel.

—¿Cómo está ella? —Pregunto.

—Sigue estando igual, Liam, no ha pasado tanto tiempo.

—Pero las personas pueden cambiar en pocos meses, sobre todo después de una ruptura.

Aldara sonríe.

—Cuando te fuiste, Ángela confió en el destino porque tu prima le dijo que confiaba en que os volvería a juntar.

—Y no se equivocaba. —Le digo con una sonrisa en la cara, pero aún tengo el estómago revuelto.

Y siento que voy a vomitar cuando paramos en la puerta de casa y espero en el porche a que Aldara abra. El porche...donde tantas noches nos hemos contado secretos e inseguridades que teníamos. Donde tantos recuerdos tengo.

La casa no parece haber cambiado, salvo porque ya no hay ni rastro de mi padre, quien hace tres meses se fue de casa oficialmente. Según me contó Aldara es porque sentía que esta casa ya no le pertenecía y que le traía demasiados recuerdos de mi madre, sobre todo estando cerca de Aldara, porque como bien dijo mi abuelo, ella se parece bastante a mi madre.

—Debe de estar en su cuarto. —Me dice, así que subo con parsimonia. No quiero llegar arriba y no saber qué decir o cómo va a actuar. No tengo miedo de encontrarme a algún tío en su cuarto porque Aldara me ha dicho que no tiene ni novio ni otros amigos que no sean los del grupo.

Me quedo parado en la puerta de su cuarto, pensando en si dar la vuelta y volver a Barcelona o quedarme aquí y arreglar las cosas con la persona que quiero. Creo que gana la segunda opción porque me veo tocando la puerta. Minutos después se abre, dejando ver a una chica con coleta alta, unas mallas y un top. Tiene los cascos puestos en el cuello así que debía de estar escuchando música.

—Julia, no te esperaba hasta más tarde. —Dice mirando el nuevo reloj que tiene en su muñeca. Quizás no sea nuevo, pero para mí sí lo es.

—No soy Julia, aunque dicen que tenemos la misma sangre. —Bromeo, intentando romper el dichoso nudo que se ha formado en mi estómago.

Ella no se lo piensa dos veces y me abraza. Nos fundimos en un abrazo que llevábamos tiempo sin sentir.

Sin sentirnos.

Y me doy cuenta de que la quiero más que nunca.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta.

—He estado pensando y he venido a arreglar lo nuestro.

—¿Puedo preguntarte algo?

Asiento y espero paciente su pregunta.

—¿Te has acostado con la de Instagram?

—¿Qué?

—No lo hagas más difícil, Liam. —Susurra, ha comenzado a llorar y se me parte el alma verla en ese estado. ¿Qué cojones le pasa? He venido para arreglar las cosas, no para empeorarlas. Sé que me está hablando de una chica que he conocido en la universidad y de la que subo muchas historias a Instagram. Es una chica maravillosa, pero yo no la quiero, solo quiero a Ángela—. Te acostaste con esa chica, ¿sí o no?

—Joder, pues claro que no, jamás haría algo así, ni siquiera para olvidarte, florecilla. Te has colado dentro de mí de tal forma que no soy capaz de acostarme con nadie.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Eres insufrible, no sé cuántas veces te lo habré dicho desde que te conozco.

—Liam.

—¡Joder, Ángela! Eso significa que te quiero y que quiero que seas la madre de mis hijos.

Deja de llorar, pero su mirada está confusa y no sé por qué. Es demasiado difícil tratar con ella, pero no me importa.

—¿Qué es lo que has visto en mí, Liam? —Me acerco a ella hasta quedar demasiado cerca, casi puedo notar su respiración en mi rostro.

—Todo. Lo vi todo, florecilla. No sé cómo lo hiciste, pero es fácil quererte.

Horas más tarde, ambos estamos los dos en mi cama con su cabeza en mi pecho. De fondo se escucha la lluvia y los latidos de nuestros corazones. No estamos haciendo nada especial, salvo disfrutando de nuestra compañía en completo silencio y eso me gusta mucho. Nunca habíamos podido estar así.

—¿Escuchas eso? —Le pregunto a Ángela mientras enredo mis manos en su cabello.

—¿El qué? —Levanta la cabeza y me mira, esperando a que responda.

—La magia de nuestros latidos, florecilla.

—Me gusta cómo suena eso. —Se acerca y me da un beso.

—Y a mí, pero me gustas más tú, Ángela Vega.

El día que llegaron las Vega a casa no me imaginé que me cambiarían la vida porque no me hizo nada de gracia su presencia aquí. Supongo que hay personas que llegan cuando menos te lo esperas y que son algo así como luz en rincones verdaderamente oscuros como lo era mi casa. Soy muy afortunado, no solo de que, de he vuelto a tener una figura materna, sino de que ella vino con una chica que se coló de tal forma en mí que no he conseguido querer a nadie más de la forma en que la amo a ella.

Por esa razón me está costando un mundo decirle lo que quiero.

—Sabes que no he venido para quedarme, ¿no? Me iré unos días antes de que empiecen las clases.

—Lo sé. —Dice ella.

—Pero volveré en vacaciones y en algún que otro puente que no tenga que estudiar.

—Lo sé. —Repite.

—Pero...

—Liam, acaba de empezar agosto, deja de preocuparte tanto y disfruta. —Me interrumpe.


FIN

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Y hasta aquí hemos llegado, ¿Qué os ha parecido el libro?

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