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JULIA

Cuando mi tío me pidió ayuda para decorar la habitación de Ángela no me lo pensé dos veces, llegue a conocerla lo suficiente como para saber sus gustos, esos gustos que ella no sería capaz de cambiar ni por un millón de años. Lo sé, porque ha dejado claro muchas veces que odia los cambios, así que rebusqué entre mis recuerdos y encontré un montón de cosas para decorar la habitación de una nueva ciudadana en White Moon y que encima es una muy amiga mía, aunque dejáramos de hablar tanto como hacíamos antes. Acompañe a mi tío a la ciudad para comprar algunas cosas que necesitábamos y en el supermercado del pueblo no tenían, como por ejemplo la silla y la estantería.

Siempre me ha gustado el diseño de interiores y agradezco mucho que mi tío me haya dado la oportunidad, se sorprendió mucho con el resultado, hasta yo me sorprendí.

Estaba muy entusiasmada por ver la cara de Ángela al ver su nueva habitación, pero me surgió un imprevisto y no pude ir a su llegada, por eso me he puesto súper emocionada cuando he recibido un mensaje de ella diciéndome que mi tío había mandado a Liam a enseñarle el pueblo y que se ha negado diciendo que me lo pidiera, además le haría bien pasar un tiempo conmigo, así que ahora estoy en la puerta de su casa, esperando a que salga. No he tardado mucho, porque mi casa está al otro lado del lago y no es muy ancho, solo que, por alguna extraña razón, el pequeño puente que cruza de un lado a otro lo construyeron un poco lejos de las dos casas situadas en esa zona. A ver, que tampoco está muy lejos, está más cerca de la casa de mi tío que de mi casa, pero solo a una distancia de cinco minutos andando.

Ángela sale minutos después de llamar a la puerta. Está como siempre, pero más adolescente y guapa, siempre lo ha sido, por supuesto.

—Te acostumbrarás. —Le digo cuando refunfuña por tener que ir andando. Es verdad, hay muchas casas que están alejadas del pueblo, escondidas entre los árboles del bosque de White Moon, pero solo a menos de diez minutos y es maravilloso ir andando por el lugar, observando la naturaleza. Siempre me ha gustado vivir aquí. Me daría mucha pena abandonar el pueblo y a las personas que habitan en él, sobre todo a ellas.

—Eso espero, porque al parecer nadie suele usar el coche en este pueblo.

Caminamos mientras hablamos de cosas variadas lo que hace que el camino se haga súper corto y ameno, al menos esa sensación es la que espero que haya sentido Ángela, porque para mí, que llevo viviendo toda mi vida en White Moon, el camino siempre es bastante más corto de lo que en realidad es.

—Este es el único instituto del pueblo, así que supongo que asistirás. —Seguimos andando hasta llegar a la iglesia, le explico que Miguel asiste todos los domingos con tal de que los vecinos asistan para la misa, pero nunca vamos. También la llevo hasta la plaza, donde se encuentra la mayoría de las cosas, como, por ejemplo, el supermercado, la floristería de Valentina, el local de Elena, donde se reúnen algunas mañanas para hacer manualidades que luego se usan para decorar el pueblo y una noche cualquiera de cada mes se hace una reunión vecinal donde asisten muchos de los vecinos de White Moon para hablar sobre el pueblo y quejarse, le explico a Ángela que es la mejor noche de todas.

—¿Por qué?

—Porque es divertidísimo ver a Erick y a Miguel discutir por cualquier cosa. —Miguel es el alcalde de este pueblo y se pasa la vida discutiendo con todos, sobre todo con Erick. A pesar de eso, todos en el pueblo lo quieren, es un amor de persona—. Ya lo verás el martes.

Giramos sobre nuestros pies y le explico a Ángela que el café de Erick está al subir las escaleras que tenemos en frente, es uno de los lugares más bonitos de todo el pueblo, por la zona en la que está situado. Ella me dice que fue ayer, así que no subimos, solo le digo que los viernes hay karaoke en el café a la que, por supuesto, asisten todos los vecinos. Nos sentamos un rato en los escalones del mirador y le señalo a Ángela la dirección contraria al supermercado donde está el puesto de perritos calientes de Berta. Y eso es todo, no hay mucho que ver en el pueblo y tampoco es que nos quejemos, cualquier excusa es buena para reunirnos en la plaza, sobre todo en Navidad, Halloween o cualquier otra fiesta. Siempre decoramos el pueblo y hacemos una cena donde nos reunimos casi todo el pueblo. Lo mejor de este pueblo no son las cosas que puedes encontrarte, son las fiestas que siempre se organizan. Le explico a mi amiga que se hacen todo tipo de mercadillos a los que vienen personas de fuera. Mi fiesta favorita siempre va a ser la de Halloween.

—Parece que no os aburrís aquí.

—Como ya te dije, el móvil no es problema para nosotros, cuando no estamos trabajando, estamos divirtiéndonos entre nosotros, yendo de un lado a otro. De mercadillo en mercadillo. De fiesta en fiesta.

—¿Y cuando llueve? —Pregunta.

—Cuando llueve nos vamos al café de Erick y jugamos a las cartas o leemos un libro junto a la chimenea, o qué sé yo. Cada uno hace lo que quiere allí. Algunas mujeres tejen bufandas para todos, lo hacen tan rápido que cuando ha parado de llover todos tienen una. Hablando de eso, esto es un pueblo y Elena y sus amigas son muy cotillas, todo lo saben antes que nadie, así que si no quieres que nadie se entere no se lo cuentes a esas bocazas. —Le digo señalando a un grupo de cinco mujeres que están junto al puesto de revistas, justo al lado del supermercado.

Nos levantamos y caminamos en dirección al pequeño embarcadero que queda cerca de casa, donde algunos vecinos dejan sus lanchas y pequeños barcos, mientras le explico que a veces hay tormentas que dejan daños irreparables, pero que no pasa mucho, yo habré vivido unos cuatro temporales de esos y la verdad es que se pasa muy mal, es horrible, cuando nos avisan de que va a llegar una de esas tormentas todos corremos al supermercado y arrasamos con lo que podemos ya que suele durar un par de días en los que debemos de permanecer refugiados en casa con todo cerrado. Cuando la tormenta finaliza y salimos a ver que ha ocurrido, vemos que los daños causados son irreparables, no literalmente, porque sí que se pueden reparar y lo han estado haciendo durante décadas, pero me refiero al miedo, a los recuerdos. Hay veces que el lago se desborda y estropea muchas cosas, lo único que, por alguna extraña razón, lo que en ninguna tormenta se ha estropeado ha sido el mirador, lleva en perfecto estado desde hace décadas, supongo que, aunque parezca una tontería, la tormenta sabe lo importante que es eso para el pueblo.

Porque sí, eso tiene su historia. Cuando la pequeña Luna Noosa nació, sus padres, Fátima y Aleix Noosa anunciaron que iban a mudarse al pueblo de sus sueños, uno donde hubiera confianza entre vecinos, uno donde todos fueran como familia, así que estuvieron años creándolo. Cuando Luna cumplió la mayoría de edad, el pueblo estaba a punto de estar terminado, solo que aún no tenía nombre. Neizan, el novio que por aquel entonces tenía Luna se declaró en el mirador y desde entonces el pueblo se llamó así en honor al motivo de que el pueblo apareciera y a esa estructura se le puso una chapa con el nombre de Neizan y Luna y la fecha en la que se prometieron con la frase que él utilizó para pedirle matrimonio: «si el amor es eterno, quiero que lo nuestro también lo sea», durante décadas, muchas parejas se han prometido en ese lugar.

—¿Y por qué le pusieron luna en inglés y agregaron blanco?

—En cuanto a ponerlo en inglés supongo que es porque quedaba más bonito y lo de agregarle blanco es otra historia que ya te contaré estando en el lugar. Las mejores historias, leyendas, etc. se disfrutan con una ambientación perfecta.

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