ÁNGELA
Voy camino a una fiesta, sí, una fiesta en casa de alguien que supuestamente está en mi clase, solo porque Julia y Lucas se han empeñado en que sería bueno para que pueda conocer a todos los adolescentes del pueblo y, por supuesto, a todos los que están en mi clase ya que ayer no tuve mucho contacto con nadie.
Aún no sé cómo he aceptado venir, no me gustan este tipo de planes, ni estar rodeada de personas sin que me pueda mover, ni mucho menos la gente. En las fiestas nunca pasa nada nuevo para las novatas, que normalmente son las nuevas, o sea yo; debo tener todos mis sentidos alerta para lo que pueda pasar.
—Relájate, estaremos a tu lado en todo momento. —Susurra Julia.
—Estoy relajada. —Eso le digo, pero ni siquiera yo me lo creo.
—Tus manos temblorosas dicen lo contrario. —Mierda, eso no puedo controlarlo. Respiro hondo y consigo relajarme un poco, pero como ya he dicho en varias ocasiones, hacer cosas nuevas nunca se me ha dado bien, y mucho menos si se trata de fiestas donde hay alcohol y jóvenes borrachos a los cuáles no conozco. Es una tontería, lo sé, pero hay personas que no están hechas para este tipo de planes, ya sea porque se sienten incómodas o porque, simplemente, no es su estilo de planes, en mi caso soy los dos tipos de personas y me jode porque no me gusta dejar plantada a la gente y por eso siempre voy a las fiestas, pero estoy toda la noche sintiéndome incómoda rodeada de toda esta gente.
La casa del chaval está un poco retirada del pueblo, entre el bosque, pero por el otro lado, el que está en la otra punta del pueblo, está un poco lejos de donde vivimos para ir andando. Si vamos en coche Liam no puede beber y ya ha dejado claro que pensaba beber hasta perder el conocimiento, no literalmente, es un decir, así que nos toca ir andando porque yo que soy la que no voy a beber no tengo el carné de conducir todavía.
Al cabo de poco más de diez minutos llegamos a la casa del chico, ¿o debería llamarlo castillo? La casa más grande y majestuosa que he visto en todo el pueblo, ni siquiera la del alcalde es así de grande. Unas enormes escaleras de madera rodeadas por una barandilla de cristal nos dan la bienvenida junto a dos pilares de piedra que sujetan un cenador de madera, aparte de las personas que están acumuladas por el jardín delantero, que no son muchas. Los cuatro entramos sorteando a una pareja a la que al parecer no le ha dado tiempo a entrar en una de las habitaciones de la casa y se están enrollando en el porche delantero. La casa por dentro tiene mucho de qué hablar, hay un enorme recibidor con unas escaleras majestuosas que dan al piso de arriba, todo está rodeado de personas y vasos de color rojo en la mesa que hay en el centro.
No tarda mucho en llegar un chaval bastante alto, con el pelo castaño y una especie de flequillo en forma de cortina, no sé cómo se le llama a eso, de pelos sé poco y de la vida en general. Es bastante guapo y su manera de vestir lo hace más atractivo; lleva una camiseta blanca un poco ancha que, sin embargo, le sigue marcando sus músculos. A camiseta la acompañan unos pantalones vaqueros, anchos. Ahora que lo miro sí que va a mi clase, es de los que se sientan en el fondo, junto a la ventana. Os juro que no soy una psicópata, solo soy una persona observadora y aunque no me sepa los nombres de la gente me suelo acordar de las pequeñas cosas.
—¿Qué pasa, tíos? —El moreno saluda a Liam y a Lucas con un choque de puños a cada uno.
Los tres hacen algún tipo de saludo raro que no logro entender qué sentido tiene. Tanto Lucas como Liam no responden al chico porque al parecer le han respondido con ese absurdo saludo, así que me mira a mí.
—Ángela, ¿verdad? —asiento—. Soy Guillem, encantado de conocerte. —Me coge de la muñeca y me la besa con sumo cuidado.
—Igualmente. —Le digo.
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La magia de nuestros latidos ||YA EN AMAZON||
Storie d'amoreLa vida de Ángela da un vuelco cuando se ve obligada a mudarse con el nuevo marido de su madre y su hijo, quien parece odiarla. Ella, que odia los cambios no está de acuerdo, pero todo cambia cuando pisa White Moon, un pueblo perdido entre las monta...