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ÁNGELA

Segundo día de clases y ya odio el sonido predeterminado que tiene la alarma, no me gusta levantarme tan temprano, no después de haber estado toda la noche despierta llorando, me levanto con ojeras muy difíciles de ocultar, y como siempre, me levanto más rota de lo normal, por eso odio ir al instituto porque parece que allí soy una extraña más. Una extraña que no es capaz de acoplarse en ningún sitio porque no encaja en el mundo. Pero bueno, hay que sobrevivir a mi último año de instituto, en uno completamente nuevo.

Me encuentro con Liam y mi madre en la cocina, ambos están sentados en los taburetes de la isla tomando el desayuno. Entro en la estancia y los saludo; mi madre señala un plato con tortitas que hay en la encimera, lo cojo y voy al frigorífico para coger un zumo. Hoy no me apetece nada sentarme en los taburetes ya que tampoco me apetece nada que me hablen tan temprano por la mañana. Mi madre lo sabe por eso solo me sonríe y vuelve a lo suyo.

Desayuno en silencio sentada en la mesa de la cocina. Liam es el primero en terminar y me dice que no tarde, que me espera en el porche, le hago caso porque no me gustaría llegar tarde mi segundo día de clase.

Cuando salgo al porche, veo a Liam apoyado en la valla de madera, con los ojos cerrados, le toco el hombro con suavidad para no asustarlo y nos ponemos rumbo al instituto, no sin antes recoger a Julia a la que nos la encontramos por el camino.

Las tres primeras clases se hacen horriblemente aburridas. He dado dos horas de matemáticas seguidas (no soporto una hora, mucho menos dos horas) de una hora de filosofía, que sinceramente ha sido un coñazo, la profesora solo habla y habla sobre filósofos y su vida, que no es muy interesante porque todos ellos se contradicen entre ellos por lo que entonces nos rayan la cabeza a nosotros pensando qué es verdad y qué no, en fin, siempre voy a pensar que esos señores están mal de la cabeza.

Al terminar, camino a la cafetería, la directora me para en mitad del pasillo por lo que les digo a mis amigos que me esperen en la cafetería. Natalia me da un plano del instituto para no perderme y me informa de algunas cosas aburridas; después de casi veinte minutos hablándome me deja marcharme a la cafetería. Sé que el instituto no es muy grande, pero me pierdo tres veces para encontrar el lugar, al llegar busco con la mirada a mis amigos, solo veo a Lucas y a Liam en una mesa con más chicos, me parece que son los del equipo de balonmano, Lucas es el primero en verme y me señala con la cabeza una mesa que está un poco alejada de la suya donde hay varias chicas, entre ellas Julia, Valentina y la chica que conocí en la fiesta de Guillem.

Conforme me acerco a la mesa Valentina levanta la mirada de su bandeja y nuestros ojos se encuentran, me hace un gesto para que me acerque a la mesa y cuando llego me hace un hueco entre ella y Julia. Me siento bajo la atenta mirada de las demás chicas, las conozco de haberlas visto por los pasillos o por el pueblo, pero no sé cómo se llaman, no van a mi clase ni coincido con ninguna en las optativas, excepto con dos de las chicas, la que tiene el pelo súper corto, casi como Julia, salvo que este es negro azabache y tiene flequillo. No sé cómo se llama, pero creo que la escuché decir que iba a música con la profesora Patricia. Y la otra chica rubia que es Alba.

—Hola de nuevo, Ángela. —Saluda Alba. La tercera rubia del grupo, y lo que me impactó de ella el sábado no fueron sus ojos, sino su pelo, sus rizos perfectamente marcados. Creo que son de esos que al estirarlos vuelven a su forma original.

—Julia ha estado todo el verano hablándonos de ti y de lo increíble que eres. —Dice la pelirroja con flequillo.

—No exageres tanto, Miranda, no he estado todo el verano hablándote de ella.

—Solo todo julio y mitad de agosto hasta que la muchacha ha decidido aparecer. —Añade la pelinegra, no parece que sea española, tiene un cierto acento inglés.

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