Liam
Sonrío porque sé que Ángela es muy capaz de decirle una barbaridad a mi abuelo con tal de que deje de meterse conmigo y eso es lo que no me gusta. No quiero que Ángela se meta en líos por mi culpa y sé que si le dice algo a mi abuelo se meterá en un buen lío.
No voy a intentar convencerla de que se mantenga callada porque sé perfectamente que no lo hará, así que simplemente acepto la mano que me había extendido y me levanto de la hamaca en la que estaba sentado. Juntos entramos de nuevo en la estancia y cuando estamos a punto de entrar al salón ella me suelta de la mano y da el paso de entrar al salón. Todo el mundo guarda silencio y se nota un aire incómodo. Normal, hacía meses que no nos reuníamos toda la familia y nos habíamos reunido para celebrar el cumpleaños del nuevo miembro en la familia, ahora, por culpa de mi abuelo todo se ha ido al traste, me siento mal por Aldara, la pobre no tenía ni idea del problema que tenemos en esta familia con mi abuelo y su enfado con el mundo. No le cae bien nadie y no se molesta en ocultarlo.
Por cómo mira a Ángela sé que tampoco es que le caiga muy bien, pero parece que puede soportarla.
—Bueno... vamos a ir quitando la mesa y poniendo el postre. —Añade mi tía Hannah un poco incómoda. Se levanta de su silla y comienza a coger los platos de la mesa—. Ayúdame, Liam. —Me dice y sé que quiere hablar conmigo.
La imito y cojo unos cuantos platos que hay encima de la mesa, después sigo a mi tía hasta la cocina. Hacemos los mismos pasos hasta que todas las cosas están en la cocina. Me apoyo en la encimera que hay justo al lado del fregadero donde ahora está mi tía lavando los platos.
—¿Qué ha sido eso? —Pregunta refiriéndose a lo de antes—. Nunca te habías ido de esa manera, sé que tu abuelo se pasa a veces, pero siempre te has sabido comportar.
—No lo entiendes, tía Hannah.
—Pues explícamelo.
—A ti el abuelo no te suele decir muchas cosas porque eres su hija, pero a mí me recuerda constantemente todo lo que hago mal y todo lo que no le gusta de mí. Esos ataques constantes al final cansan y no sé, creo que no quiero seguir soportando eso.
—¿A qué te refieres?
—Que no quiero seguir aguantando sus ataques. No quiero seguir quedándome callado mientras él sale victorioso. Sé que esto no se trata de ganar o perder, pero uno ya se cansa de ese ataque por parte de tu propio abuelo. Si la abuela estuviera aquí no habría permitido esto.
—Pero no está y es por tu culpa. —Interrumpe una grave voz cargada de dolor. Mi abuelo está apoyado en el marco de la puerta y me mira como si fuese su peor pesadilla.
—No fue mi culpa. —Admito. Escucho a mi tía llamarme en susurros, pero no le hago caso—. Deja de decir eso, nunca quise que pasara lo que pasó.
—Admite que fue tu maldita culpa.
—¡Que no fue mi culpa, ostia! Cállate la boca de una vez y déjame en paz.
No espero a que me responda, simplemente salgo de la cocina tan rápido que apenas me da tiempo a decirle algo cuando al pasar por su lado me da un empujón. Paso por el comedor sin decir nada, me acerco al perchero para coger las llaves del coche y salgo a la calle con Ángela siguiéndome los talones.
—¿Qué ha pasado? ¿Te ha dicho algo tu abuelo?
No respondo, ahora mismo no estoy de humor para nada. Sigo caminando por el bosque hasta llegar al coche de mi padre. Me subo y veo cómo Ángela se sube en el asiento del copiloto. Ahora mismo solo quiero estar solo, no necesito a nadie preocupándose por mí.
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La magia de nuestros latidos ||YA EN AMAZON||
RomanceLa vida de Ángela da un vuelco cuando se ve obligada a mudarse con el nuevo marido de su madre y su hijo, quien parece odiarla. Ella, que odia los cambios no está de acuerdo, pero todo cambia cuando pisa White Moon, un pueblo perdido entre las monta...