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LIAM

Estaba sentado en el regazo de mi abuela, junto a la chimenea, observando el crepitar del fuego, acabábamos de hacer galletas y estábamos esperando a que se enfriaran para poder comérnoslas. El día anterior, en el colegio, había escuchado a una chica de sexto preguntar por el color morado, pero se refería a una persona y eso no lo entendí, claro, acababa de cumplir nueve años. Mis padres siempre me decían que la abuela era la más sabía de White Moon así que al día siguiente corrí a preguntarle si sabía a lo que se refería.

—Morado es alguien que has conocido hace menos de un año, pero sabes que ya cambió tu vida, podríamos decir que la mejoró, es la clase de persona con la que hablarías durante horas sin cansarte. Morado es alguien que te hace inmensamente feliz, a eso se refiere una persona morada, hijo. —Sonreí. La abuela siempre llamaba a todo el mundo así y era una demostración de cariño—. ¿Sabes quién es tu color morado?

Asentí.

Tenía nueve años, pero era de los más listos de mi clase, lo que se notaba a la hora de aprender.

—Tú eres mi color morado. —Respondí. Acto seguido sus arrugadas manos cogieron mis mejillas y las estrujaron como si no lo hubiera hecho en años, aunque lo hubiese hecho esa misma tarde al abrirme la puerta. Después noté cómo sus carnosos labios tocaban mi frente, me encantaban los besos de la abuela en la frente. Ella siempre iba a ser mi persona a la que recurrir cuando el mundo se me viniera abajo. Agnes siempre fue mi lugar seguro, y me duele saber que ahora ya no logro recordar como cojones sonaba su voz.

Ahora recuerdo esa frase y, muy a mi pesar, tengo que admitir que Ángela es mi color morado. Resoplo y sin decir nada me levanto del tronco y me voy a la tienda de campaña, la cual voy a compartir con Lucas. Me quedo un rato con el móvil hasta que noto los ojos cansados y me meto en el saco para intentar dormir a pesar de que las risas de mis amigos se escuchan fuera.

Justo cuando estoy a punto de coger el sueño, el idiota de mi mejor amigo entra en la tienda con el altavoz puesto y las risas de las chicas detrás de él.

Le tiro el único cojín que he traído, me lo devuelve con más fuerza. Lucas no se pone con el móvil, simplemente se mete en el saco y cierra los ojos para dormir.

Son las seis de la mañana y el sonido de la lluvia golpea la tienda, es el único ruido molesto que se escucha, eso y lo que parecen unos pasos. Minutos después la cremallera de la tienda se abre y se deja ver a mi prima un tanto despeinada, está empapada y parece asustada. Entra en la pequeña tienda cerrando la cremallera, solo entra ella, no hay rastro de la chica morena que, espero que esté durmiendo en la tienda de al lado.

A mi lado, Lucas duerme plácidamente, estoy seguro de que ni siquiera una bomba lo despertaría.

—¿Sabes dónde está Ángela? —Pregunta. Su voz sale temblorosa. Está preocupada.

Niego con la cabeza.

—No, ¿no está en la tienda? ⸻«Está claro que si pregunta es porque no está» Me digo.

—Por si no lo sabías, míster gilipollas, vengo de allí.

«Ok, está bien, Liam, tranquilízate, seguro que está bien y es solo una broma pesada» me digo, pero no funciona, sé que no bromearía con algo así.

Estoy empezando a preocuparme demasiado por ella.

—Saldré a buscarla, quédate aquí, te avisaré si la veo.

Asiente, pero no parece quedarse satisfecha, algo le sucede y no sé qué es, pero necesito saberlo. Es parte de mi familia y mi deber es preocuparme por ella, sobre todo por el motivo de que se sienta así.

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