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LIAM

—¿Piensas quitarte de la puerta? —Pregunta mi amigo Lucas.

Llevo desde que Ángela ha entrado en esta habitación parado en la puerta, esperando a que salga.

—No puedo, lleva diez minutos ahí dentro, ¿y si le ha pasado algo?

—Liam, te voy a decir esto porque soy tu mejor amigo y porque quiero que te entre en esa cabezota que tienes: a veces intentamos proteger a las personas que más queremos de nuestros propios miedos porque no somos capaces de protegernos de ellos.

Oh, joder, Lucas tiene razón. Mierda, pues claro que la tiene. Mi red flag es que siempre he pensado que las personas tienen el mismo miedo que yo y siento la necesidad de protegerles, pero a veces puedo llegar a ser bastante «empalagoso», por así decirlo.

Intento arreglar eso de mí, pero es que con Ángela no puedo. La he visto infinidad de noches llorando en su cuarto por tener miedo. Miedo a no ser suficiente. Miedo a que las personas se alejen de ella. Ángela ha sufrido tanto que no quiere que la vuelvan a herir, es así de sencillo y no puedo no protegerla.

—¿Te crees que no lo sé, Lucas? Cuando alguien tiene miedo siempre piensa que ese miedo lo puede tener cualquiera y no lo demuestra o aún no lo sabe. Supongo que me meto mucho en la piel de los demás.

Él sonríe y sé por qué.

—Qué buen consejo nos dio en su momento.

No dice nombre, pero sé que se refiere a nuestro profesor de valores éticos. Era muy amado por todos en el instituto porque daba los mejores consejos, pero un año antes de su jubilación tuvo un accidente y falleció. Juan siempre nos recordaba que había que ser empático para entender por qué están pasando las personas.

—Seguro que Ángela estará bien, es una chica muy valiente.

Lo siguiente que veo es que en algún momento estoy con mi grupo de amigos de nuevo, supongo que al apagar las luces completamente me habré quedado paralizado o algo y Lucas me ha traído aquí. La música tétrica que sonaba ahora es más fuerte y yo estoy cagado de miedo, no por la música, si no por la oscuridad. Pensé que estaba consiguiendo vencer el miedo, pero está claro que no.

—Liam, ¿quieres salir a la calle? —Me pregunta mi prima. ¿Que si quiero? Por Dios, que alguien me saque de aquí ya. Necesito ver luz y respirar un poco, que parece que se me está olvidando cómo se hacía.

Sigo a mi prima hasta la puerta donde uno de los profesores del centro nos mira y niega con la cabeza. No quiere dejarnos salir, pero ya está aquí mi prima, alias «la chavala loca» y le dice que o nos deja salir o le denuncia por retener contra su voluntad a sesenta menores de edad en una sala oscura, donde puede haber personas con miedo a la oscuridad. El profesor le hace caso a Julia y abre la puerta para dejarnos salir. Aunque lo parezca, mi prima no es una matona, solo que todos en el pueblo saben que Julia Torres es una chica con un fuerte carácter y que cuando se propone algo, no para hasta conseguirlo y el profesor sabe que tiene razón y que no puede retener a tantos adolescentes en una sala por una broma como esta.

Encuanto salgo me quedo en las escaleras observando el cielo y respirando hondo.

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