Extra II

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kriptonita: Personas que cuando te miran te desarman y te hacen sentir diminuto, minúsculo.

LIAM
Llevo toda la mañana intentando mantener a mi novia alejada del lago, pero es casi imposible, ha estado a punto de pillarme en más de una ocasión porque no puede quedarse en su habitación durante mucho tiempo. No sé en que momento se ha vuelto tan impaciente, es horrible prepararle sorpresas. He tenido que llamar a mi prima para que la mantenga entretenida hasta que todo esté preparado, sé que ya se espera algo, está acostumbrada a que le haga sorpresas cada vez que tengo la ocasión, que viene siendo cuando pillo vacaciones en la universidad y puedo volver a White Moon.

Mi móvil vibra como un descosido, quizás sea mi abuelo pues lo estoy esperando para que me traiga una de sus tartas de manzana que tanto le gustan a Ángela. Saco el teléfono del bolsillo del bañador verde fosforito y veo que no se trata de él, sino de mi novia. Joder, me ha enviado diez mensajes en un puto minuto, está como una maldita cabra.

Y sigo enamorada de ella como antaño.

Abro su chat, el cual tengo anclado para no perderlo nunca, y leo los mensajes, sonrío como un tonto enamorado al ver que me está amenazando con tirarse de la ventana para poder llegar al lago sin que nadie la pare por el camino. Se me pasa por la cabeza dejarla en visto, pero si hago eso hará lo posible para que Julia no la retenga y venga a buscarme por lo que le escribo, diciéndole que ya queda poco para que pueda bajar. Justo cuando envío ese mensaje escucho la vieja camioneta de mi abuelo aparecer por el camino de gravilla. Se baja del coche y va hacia la parte de atrás, donde imagino que está la tarta. Efectivamente, saca una caja blanca con un hueco de la tapa transparente, me asomo y veo que ha hecho un buen trabajo, incluso le ha puesto un par de flores, reflejando el apodo con el que la llamo desde que nos conocimos. Mi abuelo mira por encima de mi hombro y sonríe con cariño.

—Esa chica es muy afortunada de tenerte.

—El afortunado soy yo, abuelo.

Lleva la tarta hasta la pequeña mesita de madera que he puesto junto a la manta blanca que he usado para poder sentarnos. Antes de irse me da un abrazo, palmeándome la espalda, ese gesto en él significa que está muy orgulloso de mí, ha sido un gran apoyo todos estos años. Me quedo parado, viendo como la camioneta desaparece por donde mismo ha venido. Me vuelvo hacía la zona que he preparado y cuando me aseguro que todo está perfecto aviso a mi novia para que baje, voy hasta el porche y la espero allí, con una corona de flores en la mano. Julia la lleva con las manos en los ojos para que no vea nada y yo sonrío al ver como intenta apartarlas. Cuando lo hace y me ve ahí parado con unos pantalones negros y una camisa blanca abre la boca formando una «O» de grande como una casa. Se acerca a mí, sonriendo, al estar junto a mí puedo ver los ojos brillantes, con ese brillo que tanto le costó volver a tener después de mudarse aquí, hace exactamente un año.

—Feliz aniversario, florecilla —le digo colocándole la corona con cautela, me ha costado demasiado ponerle las flores como para que se caigan ahora.

—¿Aniversario? Mierda, ¿qué se me ha olvidado?

Suelto una carcajada y le doy un beso en los labios.

—Hoy hace justo un año desde que nos conocimos. Un año desde que encontré a mi kriptonita, quería hacer algo especial para celebrarlo.

—¿Qué más has hecho, Liam?

La agarro de la mano y la llevo hasta el lugar donde he preparado todo. Ángela me aprieta la mano con fuerza, en un gesto de emoción, al ver lo que he preparado. Una manta blanca extendida sobre el pasto verde, junto al lago, con frutas, dulces, limonada y, como no, la tarta de manzana, hay una cesta de picnic que era de mi abuela. Junto a dos árboles he colocado una hamaca.

—Dios mío, esto es... joder, es precioso.

La miro sin poder apartar mis ojos de ella, porque es preciosa hasta decir basta. La he amado durante un año y sigo haciéndolo a pesar de la distancia porque con nosotros no ha podido. Seguimos más fuertes que nunca.

—¿Vamos?

—Vamos.

Nos sentamos en la manta y es ahí cuando ve la tarta, ya me parecía extraño que no hubiera saltado de alegría al verla, pero es que no la había visto. Empieza a dar saltitos de alegría como puede pues está sentada, se acerca a mí y me da un abrazo, haciendo que los dos caigamos y acabemos tumbados por completo en la manta, no deja de darme besos por toda la cara.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Liam.

—Espera y verás —le digo, quitándomela de encima e incorporándome.

No pensaba dárselo hasta que acabara el picnic, pero Ángela está tan ilusionada que no puedo aguantar más y necesito dárselo. Abro la cesta de picnic y saco una cajita cuadrada de madera con el nombre de mi novia grabado en la tapa, se lo entrego, esperando a que lo abra y ver esa carita de emoción que sé que va a poner. Coge la caja y la abre con cuidado, la cara de sorpresa que se le queda es digna de enmarcar y tenerla siempre en un marco, en la parte de la casa que más se vea.

Es un anillo. Pero no uno cualquiera.

Es un anillo con los latidos de mi corazón al verla.

Tiene un collar igual que le regalé en su primer cumpleaños aquí, creí que debía de tener un anillo igual.

—Es precioso, como todo esto.

—Dame —le pido el anillo y cuando me lo da, extiende su mano y deja que se lo ponga.

—Espero que, cuando sea el momento, me pidas matrimonio con este anillo, es el que más represente nuestra relación.

—Lo haré sin dudarlo, florecilla.

Nos pasamos la tarde hinchándonos a comer y hablar de todo nuestro año juntos, de todo lo que nos hubiéramos perdido si su madre y mi padre no se hubieran casado, de cuando nos odiábamos, de todo por lo que hemos pasado hasta ser felices.

Al fina acabamos tumbados en la hamaca, con su cabeza en mi pecho y acariciándome el brazo con suavidad, de fondo suena «There's A Place» de Roo Panes. Delante nuestra su atardecer se alza majestuoso sobre el cielo y se ve reflejado en el lago. Los pájaros cantan y las cigarras se escuchan, formando así una paz demasiado especial, ya que tengo a la mi novia junto a mí y tengo todo el verano para estar a su lado sin una pantalla de por medio.

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