Capítulo 20

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Recordatorio: comentar motiva a la escritora (osea, a mí) a seguir escribiendo y actualizando lo más rápido posible.

Gracias por las 10k de lecturas. Su apoyo es increíble <3

—Viserys, no pienso permitir esto —dijo Alicent, mirando a su marido con rabia en sus ojos.

¿Cómo se atrevía a tomar semejante decisión sin consultarle a ella primero? Enviar a sus hijos lejos de la seguridad de la Fortaleza Roja, lejos de ella. 

Aemond había perdido un ojo por culpa de Lucerys Velaryon hacia relativamente poco, ¿cómo podía confiar en que no le hicieran nada más durante su estancia en Roca Dragón?

—¿No vas a permitírmelo, Alicent? —repitió, gracioso, el rey—. Menos mal que no necesito tu permiso, entonces.

—Esposo, por favor —suplicó Alicent, cambiando su tono—. Son nuestros hijos, no debemos alejarnos de nosotros.

—Precisamente porque son nuestros hijos debemos darles cierta libertad, Alicent. Deben salir, conocer el mundo, como Rhaenyra lo hizo.

Si eso debía ser un consuelo para ella... Rhaenyra había conocido el mundo, y había roto todas las reglas posibles en el camino: acostarse con sir Criston Cole, dejarse seducir por su tío, tener un adulterio de diez años con sir Harwin Strong, fugarse para casarse en contra de los intereses de la corona... La lista solo continuaba. No era el ejemplo que quería que sus hijos vieran.

—No pienso cambiar de opinión, Alicent —zanjó el rey—. Ahora, por favor, déjame descansar. Estoy cansado.

Alicent le dedicó una última mirada antes de salir de la habitación, la furia haciendo que apretara sus puños. 

Volvió a la habitación en la que descansaba Aemond, ya consciente. Tenía dolor, pero no mostraba debilidad ante sus hermanos, que habían pasado toda la tarde con él. 

—Madre —saludó Helaena, soltando la mano de Aemond a toda prisa. 

A su madre no le gustaba la proximidad que mostraban Aemond y Helaena muchas veces. 

Conociendo las costumbres de los Targaryen, muchas malas lenguas hablarían de semejante cercanía, y lo último que necesitaban es que alguien dudará de la legitimidad de los hijos de Helaena.

—¿Cómo te sientes, hijo? —preguntó, dirigiéndose a Aemond.

—Bien, madre. No han sido heridas graves —le aseguró.

—¿Quién te convenció a cometer semejante tontería? —dijo Alicent, intentando sonar serena.

—Nadie, madre. Deseaba combatir. 

—¿Por qué?

Aemond no contestó inmediatamente. No podía confesarle el verdadero motivo: que deseaba parecerse a su tío Daemon, aunque fuera solo mínimamente. Su madre lo detestaba, y afirmar tal cosa solo conseguiría que Aemond se ganara una reprimenda.

—Llevo practicando toda la vida con sir Criston, madre. Quería probar suerte en un torneo oficial.

—Espero que el dolor que has sentido te sirva de recuerdo para nunca jamás hacer algo así de nuevo —advirtió Alicent, y Aemond asintió con la cabeza.

La habitación se quedó en silencio durante unos segundos tensos, hasta que Aegon se atrevió a romper el silencio con la duda que todos tenían:

—¿Vas a permitir que nos vayamos, madre?

—No me queda de otra —declaró Alicent—. Es una orden del rey.

—Pero, madre... Si tú y el abuelo tenéis razón... —comenzó Aegon, temblando.

FIRE ON FIRE (Daemon & Rhaenyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora