Capítulo 8

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¿Podía haberme guardado este capítulo para mañana? Sí, pero mi corazón me pedía a gritos que dejara que esta joya llegara hasta vosotros.

He puesto mucho amor en este capítulo (amor, y otras cosas), así que agradecería muchísimo que me dejaran comentarios reaccionando, me hacen el día.

Ahora sí, ya no más capítulos por hoy. Disfruten mientras puedan de la felicidad :)

Cuando llegaron a Roca Dragón, el cuerpo entero de Rhaenyra temblaba, y no precisamente por la altura del vuelo.

La promesa de Daemon seguía resonando en su cabeza, una y otra vez, haciendo que el nudo de su vientre se hiciera cada vez más intenso.

—Debéis instalaros en vuestros aposentos e iros a dormir inmediatamente —les había ordenado a sus dos hijos, que habían asentido sin poner en duda las palabras de su madre.

El pequeño Joffrey estaba dormido y siendo atendido ya por una de las doncellas de la casa. Los empleados ya habían sido informados de la nueva situación de la pareja para cuando Rhaenyra cruzó las puertas, lo cual fue todo un alivio. Sabía que las doncellas chismearían entre ellas en cuanto la princesa se diera la vuelta, y estaba bien con eso, siempre que ella no se enterara de ninguna de las historias que se estaban inventando.

A veces, escuchar lo que se inventaban era divertido, porque tendían a exagerar las cosas. Otras, era sencillamente repugnante.

—¿Mi esposo? —pregunto a una de ellas, intentando mostrar indiferencia.

—Ha dicho que la esperaría en el salón de invitados, Princesa.

¿En el salón de invitados? ¿Por qué demonios querría Daemon verla en el salón de invitados?

Aún así, se dirigió rápidamente al salón. Una vez llegó a las puertas, que eran custodiadas por dos guardias, estos hicieron amago de irse.

Rhaenyra frunció el ceño.

—¿A dónde van? —preguntó la princesa.

—Tenemos órdenes del príncipe Daemon.

—¿De marcharse?

—De marcharnos en cuanto usted llegara —completó uno de los guardias, haciendo una pequeña reverencia antes de emprender su camino por el pasillo.

Casi pudo jurar ver una mueca divertida en su rostro, como si supieran algo que ella no.

Rhaenyra abrió las puertas.

—No sé que le has dicho a todos nuestros empleados, pero están actuando muy extraño —comentó Rhaenyra.

Daemon se encontraba al lado de la chimenea, mirando las llamas. No se giró a observarla, lo cual se le hizo raro. Había esperado que su esposo estuviera ansioso por verla y cumplir aquello que le había prometido al terminar la boda.

O a lo mejor era ella misma, deseando que ese fuera el caso.

—Supongo que ha sido cosa tuya, esposo.

—Es probable —concedió él— que haya sugerido que deseo tener un poco de intimidad con mi esposa.

—¿Intimidad? —repitió Rhaenyra, seductoramente, acercándose hasta él—. ¿No deberíamos estar en otro lugar más adecuado para eso, entonces?

—Oh, querida, no —dijo Daemon.

Rhaenyra frunció el ceño, confundida. ¿A que juego estaba jugando ahora? Fuera cual fuera, ella no tenía ganas de jugar. Quería saltarse los preliminares y pasar directamente a la acción.

FIRE ON FIRE (Daemon & Rhaenyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora