Capítulo 3

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Definitivamente hoy no ha sido mi día de suerte, no sé cuanta sal me ha caído encima o cuantos espejos partí este mes, pero de que la suerte no está conmigo, no lo está

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Definitivamente hoy no ha sido mi día de suerte, no sé cuanta sal me ha caído encima o cuantos espejos partí este mes, pero de que la suerte no está conmigo, no lo está. Camino a grandes zancadas con dirección a las escaleras que dan hacia mi habitación porque lo menos que quiero es seguir aquí para volver a toparme con Damasco. Comienzo a subir los escalones de dos en dos sin mirar atrás, pero escucho la voz de mi madre llamándome y dirijo mi mirada hacia ella.

—Dime, mamá. —Intento mirarla de forma pacífica.

—¿Todo bien contigo? —interroga dudosa mientras recoge un poco su vestido para subir los escalones y acerca hasta mí.

—Sí, todo estupendo —miento tan bien que hasta yo me lo creo.

—Sabes mentir ¡Te felicito!, pero tus ojos te delatan, tu mirada se oscurece cuando tienes dudas, esos ojos verdes se opacan cuando algo no va bien.

—Qué dices, mamá, eso es absurdo. Disfruta tu noche que yo estoy bien —aseguro tocando su mano y sigo mi camino hacia la habitación.

Resulta que ahora mi madre se volvió psíquica. Me detengo en el espejo para comprobar si lo que ha dicho es cierto y, en efecto, la realidad me golpea diciéndome: "ella tiene razón tus ojos te delatan". La verdad, es que jamás me lo había dicho, pero ahora lo sé, de ahora en adelante cuando intente decir una mentira o bien, ocultar una verdad utilizaré lentes de sol.

Me deshago de mis tacones, como también de mi vestido, ya que deseo una ducha relajante; lo deseo y lo necesito. Envuelvo en mi torso en una toalla y camino descalza al cuarto de baño, una vez allí, abro lentamente el grifo y compruebo qué tan caliente está el agua asomando la punta de mi pie, suspiro satisfecha de sentir que está como me gusta y entro completamente dejando que el agua relaje cada partícula de mi delgado cuerpo tratando de controlar la ansiedad que siento. Ubico el jabón y lavo mi cuerpo despacio mirando hacia todas partes y, de pronto, siento un vacío instalado en mi estómago cuando los recuerdos de esa mirada penetrante llegan mi memoria.

«Calma, Esmeralda en tu cuarto estás segura», me consuelo mentalmente.

Logro terminar mi ducha con la piel como gallina, salgo un poco húmeda y abrumada, pero logro contener todos los espasmos que mi cuerpo emite.

—¡Ouch! —exclamo en cuanto mi teléfono suena de manera inesperada.

Lo tomo y contesto con manos temblantes.

—Hola, preciosa. ¿Cómo va la reunión? —pregunta Alessandro al otro lado de la línea.

Quisiera admitirle que muy mal y contarle acerca de lo ocurrido, pero la verdad es que lo menos que quiero es tenerlo sobre mí todo el tiempo acosándome porque eso haría, aunque lo llamaría cuidarme y no es lo que deseo, no ahora. Por lo que omito por completo esos detalles contestando con naturalidad.

—Bien, aunque no me sentía tan a gusto y ya me vine a mi habitación.

—Siento no haber ido, pero sabes que con las cosas de mi viaje he de quedarme arreglándolo todo —dice excusándose como siempre.

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora