Capítulo 23

3.1K 165 2
                                    

Paolo está cada vez más delicado y yo me siento miserable por lo que hice a sabiendas de su situación, ¿por qué me siento así? No lo sé, ellos han sido unos bastardos conmigo, yo no debo sentir compasión o lástima por ninguno de ellos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Paolo está cada vez más delicado y yo me siento miserable por lo que hice a sabiendas de su situación, ¿por qué me siento así? No lo sé, ellos han sido unos bastardos conmigo, yo no debo sentir compasión o lástima por ninguno de ellos. 

—Entiendo, doctor. Ya puede retirarse. —Oigo decir a Patrick y el antes mencionado sale de la habitación escoltado. 

Nuestras miradas se encuentran, veo a Patrick suspirar con pesadez para luego caminar hacia mí a pasos lentos.  

—Paolo necesita una transfusión de sangre, lo que amerita que sea trasladado a un centro de asistencia médica. 

—Pero si no pue… 

—Exactamente —me interrumpe—. No podemos sacarlo de aquí. En este momento dependemos de un milagro. 

Veo sus ojos oscurecer de melancolía y su expresión se encuentra decaída. Comprendo lo difícil que es perder un hermano. Cuando Jade murió sentí que mi vida se apagaba, su partida me dejó un vacío que jamás se llenará y es un dolor tan desgarrador que no le deseo a nadie, ni siquiera a él.  

—Confía en Dios, Damasco. Todo va a estar bien. 

—¿Dios? —Suelta una risa irónica que me deja desconcertada—. Ese Dios que dices, tu Dios, no existe, jamás ha existido para nosotros. 

•Flash Back•

—No tienes fuerza, Paolo. Eres una niñita.  

La irá se encendió en el rostro del pequeño niño de 7 años. Dio un par de zancadas y llegó hasta su hermano. Se puso de puntas, alzó su cabeza y con rabia le dijo. 

—!Tú no eres mejor que yo. ¡No lo eres, Patrick!

—Claro que lo soy, hermanito. Debes aceptarlo. 

—No, no lo eres, Patrick.—Le dio un puñetazo en la cara y cuando ya venía el puño de vuelta a la carita de Paolo, los guardias  lograron llegar y detenerlos. 

Patrick era solo 3 años mayor que su hermano, pero actuaba como un adolescente; pues su padre, así lo hacía sentir. 

—No pueden seguir así, jovencitos –dijo Olec, un joven que recién empezaba a trabajar en la mansión de los damascos, que tenía profundo cariño a este par de niños y evitaba a toda costa que su padre notara las peleas entre ellos, ya que los castigos de Don Pedro era muy severos. 

—Te das cuenta, Patrick. Por tu culpa, ahora me van a dar clases extra en el polígono. 

—¿Y crees que me gusta aprender de rutas marítimas y envío? 

Tras cada pelea que había, el castigo era académico o físico.  Hacía unos meses que fueron amarrados en el medio del jardín y el sol los afectó tanto que aún sus pequeños cuerpos dolían.  

▪Fin del Flash back •

— No puedes expresarte así, Damasco. Dios sí existe Solo que a veces nos pone pruebas, pero nunca nada que no podamos superar. 

Valentina, que se encontraba al otro extremo de la habitación, a un lado de Paolo, llegó hasta nosotros. 

—¿Va a morir, no es cierto? —dijo con lágrimas en sus ojos. 

— Mi hermano es un guerrero. Deja de decir estupideces —contesta Patrick de la forma más déspota que puede. 

—Un guerrero caído en batalla. Lo conozco, lo observo, y sé que no está bien, lo veo apagarse frente a mis ojos ¿Acaso no te das cuenta? 

Patrick nos da la espalda sin decir una palabra camina con sentido hacia su hermano pero antes de llegar a su lado voltea y dice: 

—Déjennos solos, por favor. 

Valentina le lanza una mirada en desaprobación, es obvio que no está dispuesta a salir de la habitación; sin embargo, con la mirada le pido calma, le ruego que se comporte y extiendo mi mano para que ella pueda tomarla. Me mira confusa y tan indecisa, pero sabiendo que no le queda más remedio me sujeta y juntas salimos de la habitación. 

●-Patrick Damasco-● 

Es increíble que mi hermano esté en esta posición y que yo no pueda ayudarlo. Siento tanta impotencia de no poder hacer nada. Me siento a su lado y lo veo sonreír. 

—Tranquilo, Hermano. No te vas a librar de mí —bromea con una suave voz que me pone inquieto. 

—Lo sé, no sé me hará el milagro —intento sonar natural ante él. 

—Necesito que hagas algo por mí, Patrick. 

—No me involucres en tu negocio con el puma, sabes que lo mío es el transporte de la coca y no estoy de acuerdo con lo que hacen, secuestros y extorsiones no es mi estilo —contesto dejando en claro mi posición. 

—No se trata de eso. —Comienza a toser y lo ayudó a colocarse de costado—. Llama a ese número. —Señala una hoja que reposa en la mesa nocturna. 

—¿De quién es este contacto, hermano? 

—De un amigo de la Gobernación de este estado. Llamalo y di la contraseña que se encuentra al reverso de la hoja. 

Doy vuelta el papel que tengo en mis manos y veo la letra temblorosa de Paolo y las siglas PDRST  

—No entiendo nada, Paolo. —Lo miro furioso.

—Si llamas y dices esas esas siglas, ellos sabrán que llamas por mí y van a atenderte. Necesito que les pidas que te ubiquen a un funcionario policial, su nombre es Cristopher Jonhson y su novia Hanaa Coleman, cuando tengas sus datos entrégalos al puma. 

Niego con la cabeza y suspiro con pesadez. En qué maldito lío estará metido ahora Paolo, siempre supe que sus negocios con el Puma eran una maldición y ahora más que nunca lo confirmó, pero no puedo negarme, no en esta circunstancia. Me es imposible negarle algo. 

—Cuenta con eso, hermano —digo finalmente. 

《No sé quién eres, policía. Pero espero que te cuides porque si el puma quiere saber de ti, lo que te espera no es nada bueno》.

Un capítulo corto, pero necesario.
Entre sábado y domingo vendrá el capítulo siguiente...

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora