Capítulo 15

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Desde mi habitación logro escuchar el sonido armonioso que proviene del salón de la mansión, es una armonía suave, que, en ocasiones, es eclipsada por una pequeña algarabía

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Desde mi habitación logro escuchar el sonido armonioso que proviene del salón de la mansión, es una armonía suave, que, en ocasiones, es eclipsada por una pequeña algarabía. Imagino que la mansión está llena. Patrick no se ha aparecido por mi habitación, como tampoco Valentina y es algo que me extraña, pero no me molesta, al contrario, ya me gustaría no volver a verles la cara nunca más. Las chicas que han enviado a encargarse de mi apariencia llevan horas en esto, deseo que acaben porque ya comienzo a incomodarme.

En cuanto acaban, ellas me advierten que no debo mirarme todavía, así que camino directo hasta el maniquí, retiro la prenda de vestir y me la coloco desde abajo hacia arriba. Tomo asiento sobre mi cama y una de ellas me acerca los tacones. Me coloco uno y luego el otro, ajusto los broches y me pongo de pie para observarme en el espejo. El vestido ha quedado maravilloso, se ajusta perfectamente a mi cuerpo, la tela es delicada y agradable al contacto con mi piel. Con este vestido, mis caderas se ven aún más pronunciadas y mi cintura muy reducida. No puedo negar que me encanta como luzco, y el maquillaje ¡Dios mío! Es perfecto. Dieron volumen a mis pestañas, oscurecieron mis párpados y mis labios se encuentran de rojo carmín. El cabello me quedó a un lado como me había pensado. Me veo y me siento, como quería.

—Han realizado un trabajo estupendo —comunico sincera, ellas esbozan una amplia sonrisa y hacen un gesto de agradecimiento con la cabeza.

Mientras las chicas recogen sus cosas, yo camino hasta el ventanal y apoyo mis manos en el. Con los ojos cerrados, le pido a Dios que desde el cielo me ayude a hacerle frente a esta situación de la mejor manera.

—Hasta pronto, señorita.  —Escucho y abro los ojos despacio para despedirme con la mano.

Bueno, bueno, Esmeralda, tú puedes. Me digo a mí misma, acariciando el brazalete de mi hermana que llevo siempre adornando mi muñeca.

Cada paso que doy hacia la puerta me hace recoger un poco más de valor. Inspiro hondo cuando estoy justo allí, y con mi mano giro despacio el picaporte...

—No puede salir, señorita —dice uno de los guardaespaldas que vive adherido a mi puerta.

—¡Cómo es la cosa! —exclamo molesta sintiendo que la sangre comienza a hervir dentro mis venas.

—Solo cumplo órdenes y la orden es que aguarde aquí, hasta que el señor Damasco venga por usted.

—Dígale al "señor" —puntualizo bien esa última palabra—, que se puede ir al mismísimo infierno.

Doy media vuelta y entro cerrando de un portazo. ¿Qué se ha creído Patrick? Ahora resulta que no puedo salir sola dentro de la mansión, solo le falta que vuelva a esposarme a la cama. No sé qué mal estoy pagando, pero no es justo, no lo es. 

Froto mis manos de arriba abajo, y me remuevo un poco incómoda e impaciente, la espera me está consumiendo. ¡Un cigarrillo,  eso necesito! Voy hasta mi mesa para tomar uno, pero antes de lo que haga la puerta se abre y lo veo con una amplia sonrisa.

Lleva un traje que hace juego con el mío, tiene pequeños bordes verde y un pañuelo del mismo tono se asoma en el pequeño bolsillo de su saco. Lo miro fijamente y él frunce un poco el ceño. Jamás me había fijado tanto en lo atractivo que es, en su mentón pronunciado, y de ese tirabuzón color rubio que reposa en su frente. Su camisa, como siempre, abierta, a punto de reventar por su definida musculatura. 

—Estás deslumbrante, Esmeralda. ¡Eres tan sexy que me vuelves loco! —Se acerca a mí con galantería y con delicadeza sujeta mi mano y deja un suave beso en el dorso. Trago entero, buscando qué decir. Parpadeo un par de veces y contesto.

—Gracias, se podría decir lo mismo de usted. —digo mirándolo de arriba abajo con desdén y él suelta una carcajada donde muestra, por primera vez, el brillo de su dentadura.

—¿Me acompañas? —Forma un arco con su brazo invitándome a colgarme en él.

—Por supuesto, Damasco.  —Me sujeto a su brazo y juntos salimos de la habitación.

Caminamos sin decir nada, sin mirarnos fijamente, pero siento el peso de su mirada recaer sobre mí, y sus labios intentan reprimir una sonrisa. Por mi parte, me siento nerviosa. Mi idea es enamorarlo, hacerlo enloquecer, ganarme su confianza y conseguir mi libertad.

Al llegar al salón, todas las miradas se posan en mí, lo que me genera mucha incomodidad y presiono con mi mano el brazo de Patrick, él voltea a mirarme y me sonríe, luego se acerca a mi oído y susurra.

—Soy el hombre más afortunado de la noche.

«Y yo la más desafortunada»

Lo miro con coquetería y sonrío intentando ser natural. 

El salón se encuentra totalmente lleno de personas desconocidas para mí, no me siento cómoda, pero debo seguir. Intento ubicar entre las personas a Valentina, pero no la encuentro por ningún lado.

—No ha llegado —murmura de pronto.

—¿Disculpa? —interrogo confundida.

—Sé que tu mirada intenta localizar a Valentina. No fuerces más tu visión porque ellos aún no llegan.

—Entiendo.

Una joven se acerca a nosotros con una bandeja llena de copas que contienen un líquido rosado burbujeante. Patrick toma dos y me ofrece una, la recibo, mas no me siento segura de beber.

—Es el mejor champaña de la zona, pruébalo.

Lo miro dudosa, pero lo hago y no me arrepiento, su sabor es frutal y muy refrescante.

Esta recepción me recuerda a la última que realizó mi padre antes de quitarse la vida, los recuerdos vienen a mi mente como un torbellino y trago grueso para evadir las emociones que comienzan a atormentarme. Termino de un sorbo de mi copa y hago señas a la chica para que se acerque con más. Si embriagarme me ayudará a olvidar, me haré esclava del alcohol, al menos por esta noche. 

Tomo de mi copa y de pronto... las luces se apagan, un reflector se enciende y alguien por el micrófono comienza a hablar.

—Démosle una bienvenida a los esposos Damasco.

El reflector los ilumina y sigue su caminar. Lo poco que puedo ver de Paolo me deja claro en lo mucho que se parece a Patrick. Valentina camina con la mano entrelazada a la de su esposo y su sonrisa es aún más radiante que el reflector.

«Traidora, eso eres, Valentina. Gracias a ti estoy aquí y no te vas a escapar de mi castigo. Me las pagarás»

Este es el último capitulo por este año, bellezas. 

Vuelvo con más el 02 de enero. Les deseo un feliz año nuevo, son lo máximo. 

Los espero en mi instagram: Andreina.lhescritora 

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora