Capítulo 10

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Entro nuevamente a la habitación sin volver a mirarlo, pero siento como se levanta y comienza a andar detrás de mí

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Entro nuevamente a la habitación sin volver a mirarlo, pero siento como se levanta y comienza a andar detrás de mí.

—No hagas las cosas difíciles, Esmeralda —susurra con malicia y aunque no lo veo puedo sentir como sonríe.

—¿Me está amenazando, supongo?

—Es una advertencia. Puedes cooperar o resistirte, es tu elección vivir en el cielo o el infierno. Este lugar será lo que tú quieras que sea.

Volteo para encontrarme con su profunda mirada y él alza una ceja esperando a que yo diga algo, mas no sé qué decir. Cómo es que pretende que esté feliz aquí, este hombre es un demente. Sigo en silencio y él gira sobre sus pies de forma elegante en dirección a la salida.

Antes de que termine por salir recupero el habla y le digo.

—Debo estar con mi madre, por favor déjeme ir —suplico con un nudo en la garganta.

—Ella está mejor ahora.

—¿Qué le hizo? —pregunto apretando la mandíbula.

—Dulces sueños, Esmeralda.

Fueron sus últimas palabras antes de salir de la habitación. Pensar en mi madre me crea una angustia indescriptible, saber que puede estar en peligro me vuelve loca. Comienzo a revisar en todos los cajones, pero es obvio que no iban a dejarme un teléfono para comunicarme. Mis amigas deben estar preocupadas y Alessandro también; tengo que encontrar la forma de contactarlos, pero cómo. Le pido a Dios que no me abandone y me ayude a salir de esta.

Cansada de hurgar por todos los rincones de la habitación, me doy por vencida y me recuesto sobre la cama. No tengo salida y no sé qué haré, comienzo a desesperarme porque por primera vez mi destino está en manos de alguien más, y ese alguien no es de fiar.

...

La habitación está preparada para mí en todo sentido, tiene libros que me gusta, ropa de mi talla y en el escritorio encontré cigarrillo y un encendedor. Las intenciones de Damasco no me resultan claras, al contrario, es inquietante...

Decido tomar una ducha tibia para relajarme un poco. Cada gota de agua que desliza sobre mi cuerpo es como un calmante natural, por eso decido tratar de disfrutar esto porque otra opción parezco no tener.

Cuando salgo de la ducha comienzo a reparar el cuarto de baño y la verdad es bastante lujoso, creo que más lujosos de los que tengo en casa y eso que mi madre es la reina de la decoración. Miro detalladamente cada rico y fijo en que hay un ventanal muy pequeño. El ventanal es como de unos 80 centímetros de largo, pero es muy angosto. Me acerco más e intento abrirlo, pero no llego a la manecilla, así que salgo a buscar qué ponerme.

Encuentro un short de jean negro una camiseta verde oliva y unos tenis blancos, me coloco todo rápidamente recojo hago de mi cabello un nudo gracias a que lo tengo bastante largo y en ocasiones no es necesario una liga de amarrar. Comienzo a buscar un banco o silla donde montar para llegar a manecilla, pero no hay, excepto muebles y la silla del escritorio que me resulta inestable. Me siento sobre la cama frustrada por no tener unos centímetros más de estatura. Me acomodo en posición fetal y entonces lo veo claro... La mesa de noche.

Me levanto con premura para colocar todo lo que se encontraba sobre la mesa en la cama. La alzo con ambas manos y sonrió al notar que es muy liviana. Llego al cuarto de baño, posiciono frente a la ventana la mesa y subo con cuidado. Celebro en silencio ahogando gritos de emoción y halo hacia a mí la manilla y el cristal de la ventana se desliza hacia arriba.

¡Gracias, mi Dios!

Con dificultad comienzo a pasar mis piernas por la pequeña abertura y comienzo a deslizarme hasta que me dejó caer sobre el césped.

¿Dónde diablos estoy?

Con el único objetivo en mente de salir de aquí, comienzo a caminar sigilosamente entre los arbustos, veo a lo lejos un par de guardias y me detengo a observar escondida. El corazón me late con fuerza y mis manos comienzan a llorar, mi respiración se vuelve superficial por el evidente miedo que estoy sintiendo. Los veo hablar por un radio y se dispersan en trotes rápidos, ¿será que ya notaron que me Salí?, pero tan rápido, no creo.

Mido la distancia entre donde estoy y donde se encuentra un portón negro alto que fácilmente puedo trepar y saltar, estoy a unos 6 metros, si corro puedo lograrlo. Cuento hasta tres y salgo corriendo como si se tratara de una competencia olímpica, me apoyo en mis rodillas para tomar aire y comienzo a trepar el portón.

—Si yo fuera usted no haría eso, señorita.

¡Bendita sea mi suerte!

Giro la mirada hacia atrás y está uno de los guardaespaldas apuntándome con arma y siento que voy a desmayarme del miedo.

—Baje de allí ahora mismo y no nos obligue a disparar -dice otra voz desde el frente, lo busco con la mirada ¿y que me encuentro? Un rostro muy familiar.

Sigo trepada como un mono al portón, sin saber qué hacer, aunque es obvio que no hay otra opción, mas no me doy por vencida.

—No pueden hacerme nada, si lo hacen, su jefe los matará.

—No estés segura de eso, cariño. —Escucho su voz a lo lejos y ahora sí me siento perdida cuando lo observo acercarse con un armamento plateado en la mano—. Baja ahora mismo —dice severo, mirándome con rudeza.

—¿Y si no quiero? —Lo reto haciendo una mueca de malcriadez.

¡Pum!

Suelta un disparo al aire que me hace soltar y caigo de golpes sobre el piso.

—Infeliz, te odio, eres un maldito bastardo —grito sobando mi tobillo.

Él se acercó a mí y levanto mi mejilla con fuerza.

—Te dije que podía ser el cielo o el infierno, es tu decisión. —Suelta mi rostro de golpe y una lagrima escapa de mi ojo— . Tú, llama al doctor Miranda para que la revisen —dice a uno de sus guardias y camina retirándose sin mirarme.





¿Qué creen que le espera a Esmeralda?

Los leo en comentarios.

Un besote.

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora