NARRADOR
Patrick no se encontraba en casa y en su ausencia, el personal de seguridad aprovechó para relajarse jugando al póker en la sala de distracciones, cosa que no les permiten normalmente, pero ellos habían decido ignorar las ordenes de su jefe.
¡Terrible decisión!
Nohelia, que no solo es el ama de llaves, sino la nana de Patrick, les rogó que no dejaran sus puestos para evitar problemas, pero ellos no quisieron oírla. Habían transcurrido alrededor de una hora desde la salida del señor y el ambiente estaba más tranquilo de lo normal, aunque esa tranquilidad no les duraría por mucho, ya que en la habitación de Esmeralda estaba comenzando a ocurrir algo que ninguno imaginó.
Una de las mucamas trapeaba en la última planta mientras tarareaba una canción, estaba distraída haciendo su labor doméstica cuando un picor comenzó a molestar su nariz. De momento, ella pasó por alto la leve incomodidad, pero a medida que andaba hacia atrás el picor aumentaba y fue allí cuando se percató de que aquello que le incomodaba era humo. Preocupada, comenzó a buscar el inicio de aquella brisa ahumada, y su preocupación se agrandó al ver que este salía levemente por debajo de la puerta del nuevo huésped.
—¡Nohelia, Nohelia! —comenzó a gritar.
Pero Nohelia parecía no oírle.
Pronto, el humo fue atrapando el ambiente y la joven bajó las escaleras a toda prisa para buscar ayuda. Escuchó voces en la sala de descanso y entró de forma brusca recibiendo miradas de reproche que no le importaron en lo absoluto.
—Hay fuego arriba. ¡Ayúdenme!
Todo el equipo dejó lo que tenía en manos en un solo movimiento para correr hacia la raíz del problema. De una patada, Olec, el guardia principal de la mansión, abrió la puerta liberando aquella gran nube gris que los envolvía; con sus manos comenzó a abanicar mientras gritaba el nombre de Esmeralda quien no respondía.
—El extintor, ahora —dijo fuertemente a otro hombre que no dudó en correr hasta la caja de vidrio para partirla de un golpe.
Los restos del vidrio cayeron por doquier, con su pie los hizo a un lado y sacó la bombona para volver y dejarla en manos de Olec. El antes mencionado, quitó el broche de seguridad y el gas blanco comenzó a salir de manera considerable invadiendo toda la habitación. Él humo provenía de la cortina del ventanal. Una vez controlado el fuego, la atención fue entera esmeralda que estaba como dormida en la cama.
—Señorita, despierte. —Comenzó Olec a moverla por uno de sus brazos y ella no contestó. —Llamen al doctor y traigan las llaves que están en mi saco, pero rápido —dijo mirando a sus compañeros.
Nohelia escuchó la algarabía desde el jardín y se apresuró para llegar e informarse de lo que sucedía. En el pasillo su cuerpo fue sacudido contra la pared por uno de los guardias.
—¡Lo siento, Nohe! Es la señorita Esmeralda —se disculpó sin parar de correr hacia afuera.
«Dios mío que no sea nada grave o rodarán cabezas, pensó ella»
Siguió su camino escaleras arriba con el corazón latiendo desbocado por los nervios. Subió los escalones de dos en dos y cuando estuvo cerca se detuvo, tomó una profunda respiración y miro al cielo pidiendo a dios control sobre cualquiera que fuera la situación en el cuarto de Esmeralda. Había vidrios en el piso, un olor a quemado espantoso y una leve nube grisácea que cubría parte del pasillo.
Cuando Nohelia se disponía a entrar, Olec salió con Esmeralda en sus brazos.
—¿Qué fue lo que ocurrió? —preguntó indignada.
—No sabemos que ocasionó el fuego. La llevo al cuarto del servicio mientras llega el doctor.
—Les dije que debían dejar el relajo, no quiero imaginar cómo se pondrá el niño Patrick.
Llegaron al cuarto de servicio y una vez que posicionaron a Esmeralda sobre la cama, ella comenzó a toser de manera desenfrenada. La ayudaron a incorporarse, pero la tos se hacía cada vez más fuerte y su rostro comenzaba a palidecer. Rápidamente, Nohelia se colocó detrás de ella para palmear su espalda y ayudar, pero cada vez parecía estar peor.
—¿Qué hacemos? —preguntó Olec exasperado al ver el estado de la chica.
—No lo sé, mijo. Ve a apresurar la venida del Doctor —comentó sujetando el cabello de la chica para no que no se fuera hacia su cara.
La desesperación crecía, y la crisis de tos en Esmeralda también, ya no sabían qué más hacer, cuando Olec se disponía a salir a buscar al doctor, este llegó acompañado de uno de los guardias y también de una enfermera que llevaba una bombona de oxígeno.
Sin hablar con nadie, se acercaron a la chica, le colocaron a una velocidad increíble una mascarilla que estaba conectada al oxígeno y poco a poco ella comenzó a estabilizarse.
Olec y Nohelia se miraron, tomaron una bocanada de aire y sonrieron satisfechos por la llegada del doctor.
Aunque esas sonrisas no se quedaron por mucho tiempo en sus rostros, ya que de pronto escucharon.
—¡Qué diablos ha ocurrido aquí!
Patrick estaba justo en la puerta. Sus pupilas lucían contraídas, su mirada estaba fija en Olec y una de sus manos formaba un puño. Las venas de su cuello parecía que se iban a explotar. Con paso decido llegó frente al que se suponía era su hombre de confianza y con su dedo índice y pulgar le apretó el cuello lo más fuerte que pudo.
—Mi niño, ya. Nadie tiene la culpa de lo ocurrido —intervino Nohelia tocando su brazo con delicadeza.
—No me toques, te lo ruego —respondió Patrick con los dientes apretados, sin mirarla.
—Señor, yo...
Patrick lo soltó con brutalidad, pasó su mano hacia atrás y saco de la pretina del pantalón su arma y lo apuntó con ella.
—Si algo le pasa a ella voy a matarte, ¿comprendes? Sal de aquí, no deseo ver tu rostro.
Arrastrándose como un niño indefenso Olec salió de la habitación. Patrick se acercó a la cama con la respiración agitada y su mirada se suavizó al ver a Esmeralda.
—¿Se pondrá bien? —preguntó más calmado, mirando al doctor Miranda.
—Tranquilo, muchacho. Ella está estable. —Le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
Patrick no encontraba explicación a lo ocurrido, se veía desconcertado, descontrolado, fuera de sí. Comenzó a caminar a la salida y se dirigió a la habitación de Esmeralda que estaba llena por el personal.
—Alguien sabe qué diablos ocurrió aquí —grito mirándolos con desprecio mientras se adentraba para observarlo todo.
—Encontramos esto, señor —dijo una de las mucamas tartamudeando mostrándole una colilla de cigarro.
Patrick suspiró, mordió su labio inferior, con su mano vacía formó un puño.
—¡Puta madre! —Le estampó un golpe al espejo con fuerza y pronto la sangre se hizo visible en sus nudillos.
—Niño, por favor. —Se oyó decir a Nohelia desde la puerta y él volteo a mirarla.
—Yo le di ese maldito cigarrillo, nana. Ha sido mi culpa.
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Riesgosa Seducción
Romance[BORRADOR] Libro I: Bilogía "La elegida del mafioso" Esmeralda, una joven estudiante de letras en una prestigiosa universidad de México, disfruta de una vida repleta de lujos y comodidades gracias a su padre, dueño de la principal empresa de bienes...