Capítulo 32

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Patrick Damasco

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Patrick Damasco

Verla tumbada sobre la cama con los pechos al aire y sin poder saborearlos como lo necesito, me ha quemado por dentro, ha hecho crecer mi ira, me ha llenado de frustración.

Entro a mi despacho y me encuentro a Marian atada a una silla. Lleva su boca sellada con cinta para envolver.

—¿Tarea difícil? —le pregunto a Olec.

—Que no es difícil cuando se trata de mujeres, señor. —Alza una ceja y sonríe un poco. También me hace sonreír a mí.

"Las mujeres son más complicadas que un mapa de rutas y más dañinas que la cocaína" decía mi padre y qué razón tenía.

—Déjanos solos —ordeno. Acerco una silla justo al frente de ella y tomo asiento. Posiciono mis codos sobre las rodillas y dejo reposar mi barbilla sobre mis manos.

Cuando Olec sale, me acerco y le despego la cinta de un tirón. Ella suelta el aire contenido. Su llanto vuelve a aparecer, pero ahora silencioso.

Hacía ya unos 6 años que me comprometí con ella y unos dos que se había ido a París con su padre para rehabilitarse por problemas de fármacos. Yo me mantenía ocupado con tanto trabajo que, sinceramente, no pensé en ella ni un segundo. Solo me comprometí para complacer a mi padre en su lecho de muerte. Para ese momento, ya Paolo se había casado con Valentina y para mi padre era de gran importancia que yo me casara. Luego de su muerte, yo comencé a alejarme lo más que pude de Marian, no porque me desagradara su compañía, ya que a nadie le amarga un dulce y ella lo era, esa hermosa mujer de piernas largas y cuerpo curvilíneo era también, una bomba en la cama. Pero yo le temía enormemente era al compromiso y a su adicción.

—¿Por qué me haces esto? —dijo al fin.

—¿Por qué tú estás haciendo esto? ¿Por qué aparecerte después de tanto tiempo con ínfulas que no te corresponden? —Me recuesto en el espaldar de la silla.

—Mi padre ha fallecido de un infarto. Solo pensé en ti. Sabes que no tengo a nadie más.

Cierro mis ojos y suspiro profundamente. Expulso el aire por la boca y camino hacia el pequeño bar móvil, me sirvo un tequila y vuelvo frente a ella.

—¡Lo siento mucho, Marian! ¿Qué puedo hacer por ti?

—Cumplirme, sacar a esa mujer de aquí y cumplir tu palabra de casarte conmigo. Llevo un año limpia.

Suelto una carcajada ante su absurda exigencia. Tampoco creo en lo que dice de estar fuera de las drogas.

—No soy un chamaco al que puedes ordenarle cosas. Y definitivamente no haré lo que dices.

—¡Eres un desgraciado, Patrick! Tienes que cumplir y casarte conmigo, no sé qué hacer, ni a dónde ir. —Vuelve a llorar y ya me tiene hasta el borde. Bebo mi tequila en un solo trago y dejo el vaso sobre mi escritorio.

—Supongo que tienes acceso a tu fortuna. Haremos lo siguiente, te quedarás por unos días hasta que resuelvas tu situación, compres una vivienda y te marches ¿Comprendes?

—Pero, Patrick...

—¿Comprendes? —repito con dureza. Ella asiente con la cabeza—. Buena chica.

Llamo a Olec y le pido que reúna al personal de la mansión en el jardín, como también a Esmeralda y Valentina. Para informar a todos los nuevos cambios.

Veinte minutos más tardes.

—Están todos aquí porque es necesario que les informe que desde hoy la señorita Marian Caballero vivirá con nosotros por una temporada y necesito para ella el mejor de los tratos.

—Sí, señor —responden al unísono.

Fijo la mirada en Esmeralda. Ella está a pocos centímetros de Valentina, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Está celosa, muy celosa y me pone a mil verla enfada ¡Maldición, debo ocuparme con urgencia de ella, necesito volver a meterme entre sus piernas!

—Todos los temas relacionados con el manejo de la casa se tratan con Valentina hasta que vuelva mi nana. Espero que no me molesten en absoluto.

Giro sobre mis pies, seguido por mi equipo y siento la calidez de una mano sujetar mi brazo. Sonrío y volteo.

—Mmm eres tú —digo con desanimo al ver a mi cuñada—. ¿Qué quieres, ya pasó tu enojo hacia mí?

Ella me guía un poco a la izquierda para apartarme de mis hombres.

—Te estás comportando como un idiota. Hacerle esto a Esmeralda después de todo lo que has hecho para tenerla me parece absurdo. —Miro su mano que aún sujeta mi brazo y ella me suelta de inmediato.

—No tengo elección. No será permanente, ayúdame a mantener tranquila a esmeralda.

—No te prometo nada, Patrick.

—Eres como mi hermana, Valentina. Te lo pido como tal.

Ella hace un mal gesto y rueda los ojos.

—Está bien, tienes mi palabra.

—Ven aquí. —La halo sutilmente y la envuelvo en mis brazos. Ella me corresponde—. Siento mucho todo lo que ha pasado, Valentina, perdona si soy un bruto, jamás he querido herirte. Mi nana y tú son lo único que tengo —me sincero con ella.

—No ha pasado nada. Cuentas conmigo —dice, alejándose con una sonrisa.

La veo desaparecer y hago un gesto de cabeza a mis hombres para continuar nuestro camino a la bodega.

Al llegar allí, me informan que mi encargo está listo.

—Está allí, señor —me anuncia Mauro.

Me acerco a la caja de madera que se encuentra abierta a unos centímetros de mí para confirmar que han hecho lo acordado y, en efecto, el cuerpo de Doménico se encuentra en pedazos dentro de la caja.

Ahora envíen la caja a Italia y que la coloquen a las afueras del museo contemporáneo; de esa manera, Maximiliano Santoro y todos los malditos italianos observaran mi regalo. Inicio una carrera corta hacia afuera de la bodega.

—¡Voy a vengarte, hermano! ¡Esto es solo el comienzo! —digo con fuerza mirando al cielo.  

Hola, bellezas de mi corazón.  Espero que les haya gustado este capítulo. No olviden votar y comentar. Recuerden que pronto llegamos al final de este primer libro. Dentro de poco publicaré mi nueva historia: A prueba de Balas.

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora