Capítulo 22

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—¿Qué sucede aquí? Suelten a la señorita, ahora

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—¿Qué sucede aquí? Suelten a la señorita, ahora. —Escucho a mi espalda la voz de Olec.

Suelto el aire contenido en mis pulmones. Nunca pensé que sentiría tanta felicidad de ver a un guardaespaldas. Las dos mujeres que me sostenían soltaron una risa irónica y sin apartar la navaja de mi rostro miraron de forma despectiva a Olec.

—Tan importante es la mujercita entrometida. —Rueda los ojos en forma de burla y la otra la sigue con el mismo gesto.

—No complique las cosas. —Olec saca su armamento, lo carga y le apunta directo al pecho.

Ambas se miran a los ojos con cierto nerviosismo y una de ellas se atreve a hablar, una vez más.

—Acuérdese que está en nuestro territorio.

—Y no me importaría volarte la cabeza aunque estemos aquí.

Dios mío, Patrick. Intento buscarlo con la mirada, pero ellas me tienen imposibilitada y no logro hacerlo.

—Suelten ahora mismo a mi mujer —menciona y un disparo seco me hace cerrar los ojos y gritar.

Ella deja caer la navaja y me sueltan de inmediato.

—No sabíamos que era su mujer, lo sentimos —dicen al unísono y alzan las manos mostrando que están sin arma alguna.

Como una avalancha llega el resto de hombres comandados por el Puma. Aprovecho para correr y aferrarme al brazo de Patrick que me presiona contra su cuerpo tomándome por la cintura.

—¿Escuchamos disparos, todo en orden? —pregunta uno de ellos.

—¿Dónde está el Puma? —Es lo único que dice Patrick.

Justo en ese momento el mencionado aparece con su cara diabólica. Sus ojos lucen un tanto rojos.

—Las mujeres aquí presentes —contesta Olec mirando a las desgraciadas que me querían cortar la cara—. Tenían a la señorita Esmeralda e intentaron cortar su rostro con esas navajas. —Le da una patada hacia el frente para hacerlas más visibles.

El puma mira las navajas, se ríe y sin decir nada le da una bofetada a la más alta de las dos que la deja tendida en el piso y toma a la otra por el cabello con tanta furia, que daba a entender que le quería sacar el cabello de su cabeza.

Cubro mis ojos hundiendo mi cara en el pecho de Patrick y siento que su abrazo se hace más fuerte.

—Tú no aprendes, niña —dice y escucho un golpe más.

—¡Basta, Puma! En mi presencia no lo permito —advierte Patrick—. Solo llevatelas de aquí.

—Ya oyeron, ¿no? Cuento tres y no las veo.

Un silencio sepulcral me hace incomodar y me despegó de Patrick para observar qué sucede. 

—Les pido una disculpa, no volverá a ocurrir. ¿Pero qué pasó? ¿Me puedes decir? —pregunta mirándome a mí.

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora