Jade llora inconsolable recostada sobre la cama y yo enciendo un cigarrillo sintiendo que la ira hierve mi sangre. Recorro mi habitación de un lado a otro ordenando mis ideas para saber cómo accionar ante lo que mi padre ha expuesto.
—¿Lo crees capaz de interrumpir mi embarazo? —dice ella de pronto y el vello de mis brazos se eriza solo de pensarlo.
«Creo que sí», respondo en mi mente.
—No, chiquita, papá jamás nos haría daño, solo está abrumado. —Intento que mis palabras sean reconfortantes para ella—. Tú estás muy alterada, voy a salir a comparte un calmante y vuelvo.
—No, no quiero que me dejes sola —expone gimiendo.
—Vas a estar bien, yo cerraré con seguro y me llevaré la llave.
Dejo la colilla de cigarro en el cenicero y me acerco a ella, beso su frente y sonrió para tranquilizarla. La ayudo a quitarse los zapatos y la posiciono sentada sobre mi cama para tapar sus extremidades con una colcha.
—Enseguida vuelvo. —Acaricio su cabello y salgo de la habitación cerrando con seguro como prometí.
Enciendo mi auto e inicio el camino hacia la farmacia más cercana.
Por más que intento tranquilizarme no puedo, por más que intento olvidar las palabras de mi padre no lo consigo; quiero convencerme a mí misma de que no será capaz, quiero creer en que mi padre no se atreverá a hacerle ningún daño a mi hermana, pero una voz interior me repite: "tu padre no permitirá un escándalo social, ya que para él la opinión externa es lo más importante", sacudo la cabeza para sacar esos pensamientos y en ese momento me percato, a través del espejo retrovisor, de que un auto negro me acecha.
Desvío mi camino para estar segura de lo que creo y, efecto, ese auto viene siguiéndome. Un grito ahogado se escapa de mí, la adrenalina sube por mis pies y se reparte por todo mi cuerpo, así que presiono más el acelerador. Conduzco hacia calles más transitables donde se encuentren más residencias porque es lo único que se me ocurre para intentar mezclarme entre otros autos, pero es inútil, todo se encuentra desolado y el miedo comienza a causarme un espasmo en el pecho. Cruzo en un par de calles hasta llegar a una zona comercial y ese auto sigue detrás de mí.
¡Esto no me puede estar pasando!
De pronto... un perrito atraviesa la calle y freno de golpe girando en círculos, lo que me obliga a maniobrar para no estrellarme y el auto se frena en seco.
—¡Mierda! —grito y golpeo el volante con la mano cerrada en un puño.
Respiro profundo, cierro los ojos y masajeo mi pecho pasando el gran susto que acabo de tener, pero abro lo ojos apresurada cuando recuerdo que me siguen y miro a todas partes desesperada, mas ese auto ya no está por ninguna parte. ¿Lo he imaginado? Me siento estúpida y totalmente confundida. Abro la guantera, saco mis cigarrillos, enciendo uno y continúo mi camino lentamente sintiéndome la mujer más tonta de la faz de la tierra.
Minutos después traspaso las puertas de vidrio que dan paso a la farmacia. Divago entre los pasillos buscando algún calmante para Jade, pero la verdad, es que no sé nada de eso, no me concentro, no sé exactamente qué estoy haciendo y la mayoría de los empaques que tomo entre mis manos tienen advertencia de no tomar en caso de embarazo y ya comienzo a desesperarme. Así que me dirijo a la vitrina a preguntar que puede tomar una embarazada para calmar los nervios y poder dormir.
—Para una gestante no es recomendable el uso de fármacos —contesta la farmacéutica ante mi pregunta—. Sin embargo, te puedo recomendar este granulado para que tome la infusión, te aseguro que le ayudará.
—Eso espero, ¡muchas gracias!
Recojo el sobre de granulados, cancelo la factura y comienzo a caminar apresurada hacia la salida. En cuanto paso por unos de los largos pasillos siento el peso de una mirada sobre mi espalda, doy una vista hacia atrás, pero no encuentro a nadie; aunque eso no evita que vuelva a atemorizarme. Acelero el paso para llegar a mi auto, encender el motor y manejar lo más rápido que puedo de vuelta a casa.
«Tranquila, dos calles más y llegarás»
Me aferro al volante con fuerza y presiono el acelerador para llegar pronto a casa y lo consigo. Pulso el botón que abre la cochera y entro sintiéndome segura y tranquila.
Avanzo con cautela, mirando a mi alrededor para comprobar si mis padres están o no en casa y como no los veo me acerco a la cocina para preparar la infusión. Vierto el agua en una taza plástica y cuando me acerco al microondas veo un papel adhesivo naranja con una nota de mamá que decía:
Esmeralda, Hemos salido de viaje tu padre lo necesita porque se encuentra mal por lo ocurrido con Jade. Las amo... mamá.
¡Insólito! Esa es su manera de arreglar los problemas, me encanta mi padre. La sangre comienza a hervir dentro de mí, pero intento controlarme porque estoy convencida de que Jade estará mejor sin ellos en casa. Sirvo las infusiones y subo a mi habitación, donde encuentro a Jade aun llorando.
—Hola, preciosa.
—¿Por qué tardaste tanto? —dice alterada.
—Solo fueron un par de minutos. Tómate esta infusión. —Le entrego la taza y ella la acerca a su nariz inhalando su aroma y luego la arruga en desagrado.
—Debes tomarla y no acepto un no —digo sentándome a su lado.
Ella hace mala cara, pero igual comienza a beber sin decir nada.
—¿Tienes hambre? —pregunto porque imagino que ni siquiera tomó el desayuno.
—¿Sabes que quisiera, Esme?
—A ver, dime —digo haciendo un gesto gracioso y la veo sonreír por primera vez este día.
—Una hamburguesa.
—Pues así será. —Le guiño un ojo.
Ubico mi teléfono, veo varios mensajes que ignoro y llamo a la tienda de comida rápida para pedir un domicilio. Le informo a Jade que nuestros padres no estarán en todo el fin de semana y su cara de alivio es maravillosa. Mi pobre niña está sufriendo y eso me parte el alma, mi padre fue muy duro, la verdad, espero que con alejarse este fin de semana le sea suficiente para pensar bien las cosas.
Le pido a Dios que esa idea del aborto salga de su mente por completo...
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Riesgosa Seducción
Romance[BORRADOR] Libro I: Bilogía "La elegida del mafioso" Esmeralda, una joven estudiante de letras en una prestigiosa universidad de México, disfruta de una vida repleta de lujos y comodidades gracias a su padre, dueño de la principal empresa de bienes...