Capítulo 13

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La opresión en mi pecho se siente como un yunque aplastándome, y mi nariz siente un leve cosquilleo un tanto incómodo

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La opresión en mi pecho se siente como un yunque aplastándome, y mi nariz siente un leve cosquilleo un tanto incómodo. Llevo mis manos a mi cabeza para masajearla levemente y uno de mis brazos se enreda con lo que parece ser un cable. Comienzo a abrir mis ojos y, en efecto, es un cable que va de una pequeña bombona hasta mi nariz; saco de un tirón el molestoso cable y muevo mi nariz de un lado a otro eliminando la incomodidad.

¿Dónde estoy? ¿Qué es lo que ha pasado?

Intento levantarme, pero una punzada atraviesa mi tobillo. ¡Maldición!

La puerta emite un extraño sonido y giro con cautela para saber de qué o quién se trata, pero claro, quién más ha de ser, sino la estrella de Patrick Damasco. Verlo me causa náuseas y calosfríos.

—¿Esto es lo que quieres mostrarme de tu mundo? ¿De verdad esperas que me enamore de esto? —digo con todo el sarcasmo que puedo.

—Esmeralda yo...

—Tú nada, Damasco. Eres un maldito demente, ojalá fuera muerto de una vez por todas. —Golpeo el colchón de la cama con fuerza.

—Yo siento mucho lo que pasó, Esmeralda. Aunque debo decir que la culpa recae sobre tus hombros, ya que fuiste tú quien intentó escapar.

¡Increíble, ahora va a culparme!

—Entonces moriré en cualquier momento porque jamás dejaré de huir de ti —me sincero mirándolo fijamente a los ojos.

Sus ojos grises comienzan a oscurecerse un poco, veo la frustración en su rostro.

—No hagas las cosas más difíciles.

—Fue usted quien inicio este juego, ahora le toca asumir las consecuencias. ¿No le parece? —Arqueo una ceja y de pronto... me comienza un ataque de tos muy fuerte.

Damasco da unos apresurados pasos, se posiciona detrás de mi espalda y comienza a darme palmadas, al tiempo que a gritos dice: "Nana"

—Aléjate de mí, te ruego que no me toques —murmuro con dificultad a causa de la tos.

Él se aleja resoplando y recuesta su cuerpo sobre la pared, mirándome con desdén. Una señora mayor llega velozmente y se acerca hacia mí, me tiende un vaso de agua que me ayuda a pasar el malestar que me ocasiona la tos tan fuerte.

—Recuéstate, hija. Y colócate el oxígeno.

Ella, con una calidez muy maternal, me ayuda a acomodarme sobre el espaldar de la cama y vuelve a poner sobre mi nariz los palillos incómodos de oxígeno.

—Yo me encargo de ella, mi niño —dice mirando a Patrick.

—Gracias, yo estaré en mi despacho —contesta y se retira.

Ella me mira y se excusa con la mirada, es evidente que no está contenta con la actitud de su "niño"

...

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora