Capítulo 21

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Venezuela

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Venezuela.

Maracay - Estado Aragua.

El vapor sale del suelo como si estuviera en el mismísimo infierno, bueno, paso a creer que lo estoy. El sudor corre por cada partícula de mi cuerpo, incluso en partes que ni siquiera sabía que podía sudar. Limpio el sudor de mi frente mientras me abanico con una hoja de papel. Paolo se encuentra muy delicado, cada vez más y Patrick no para de hacer llamadas a los aliados que tienen en este país. Yo nunca me imaginé conocer Venezuela y menos bajo está circunstancia. 

—Ya estamos en el refugio, deben traer a un médico para que revise a Paolo. —Escucho decir a Patrick. 

Se queda en silencio unos segundos y suspira con un aire de frustración. 

—Sabes que no estoy de acuerdo con ese tipo de cosas. Ofrezcanle el dinero que desee y que venga aquí motivado por eso. 

Deja el teléfono en el interior de su bolsillo y camina lentamente hacia las puertas que dan a la habitación donde se encuentra Paolo. Lo veo dudar al entrar y doy una pequeña carrera para llegar hasta él. 

—¿Te encuentras bien? —digo colocando mi mano sobre su hombro. 

—La verdad es que no. Gracias por apoyarme. 

Se ve tan sincero, tan bueno, sus palabras se sienten tan reales que pudieran llegar a confundir, pero a cualquier otro, no a mí, yo sé a quién tengo realmente enfrente; a pesar de las dificultades, a pesar de todo lo que está pasando sigue siendo él: Patrick Damasco, el hombre que me han quitado lo poco que me quedaba en la vida y de eso no debo olvidarme. 

Con ambas manos tomó su rostro, lo acaricio mientras lo miro directamente a los ojos y como la mejor de las actrices le transmito que estoy con él, que lo apoyo, que lo quiero y que no me voy a ir de su lado. Sonrío un poco y uno mis labios a los suyos en un beso que dura muy poco porque las puertas se abren dejando salir a Valentina hecha un mar de lágrimas. 

—Ve con ella —me indica. Yo asiento y voy detrás de Valentina mientras él ingresa a la habitación donde se encuentra su hermano. 

Valentina grita y llora como una chamaca malcriada, quisiera entender su actitud, pero no puedo, no lo tolero. 

La sigo hasta la cocina y la veo abrir el refrigerador, lo vuelve a cerrar, abre uno de los cajones y maldice muy bajo. 

—¿Te puedes calmar? —le digo, al momento en el que coloco las manos fuertemente sobre la mesa. 

—No, no puedo. Mi esposo va a morirse, ¿lo entiendes? Me voy a quedar sola, sin él mi vida no tiene sentido. —Se apoya en la pared y se desborda en llanto. 

Ella debería estar feliz por liberarse de un Damasco, pero es tan ingenua, tan débil, tan… tonta. 

—Valentina, antes deberías estar contenta. 

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora