Capítulo 26

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-Valentina Damasco-

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-Valentina Damasco-


Mis ojos enrojecidos queman cómo fuego, mi pecho sube y baja con dificultad. Intento controlarme, pero no puedo. Mis manos desprenden sudoración y tiemblan sin parar.

Lo estoy perdiendo…

Sabía que un final así me esperaría,  claro que lo sabía, pero hacerme la tonta siempre me resultó más fácil, bloquear de mi mente lo que me hacía daño siempre fue mejor que aceptar la realidad, esta realidad que ahora no puedo negar.

Le he pedido a la virgencita de Guadalupe que me ayude, que me dé una señal, ¿ y que contestación obtengo? Ninguna. Mi marido sigue desvaneciéndose ante mí y por primera vez no puedo hacer absolutamente nada.

Me recuesto a un lado de él y tomó su mano mientras las lágrimas se desbordan más y más.

—Por qué así, mi amor, por qué —digo sollozando.
—Porque así debía ser, mi princesa —responde con dificultad y levanto la cara para mirarlo—. No estés mal, por favor. Te necesito firme.
—Cómo voy a seguir sin ti —bajo mi rostro porque más líquido salado comenzaba a brotar de mis ojos.
—Eres fuerte, puedes con todo, ¿recuerdas cuando te saqué de tu casa? —dijo entre una tos muy fuerte. Y lo ayudé a ponerse de lado.
Recordarlo… en mi memoria estaban los recuerdos intactos, como si hubieran sido ayer.


•Flash back•


—No puedes estar con ese delincuente, Valentina —gritó mi madre al borde de un colapso.
—Si puedo, mamá. Puedo y quiero –me quejé en desacuerdo.
—Si tu padre estuviera vivo
—Pero no lo está, mami. Déjame ser feliz —puntualicé, intentando hacerla comprender.
—Ese niño será tu perdición, te lo aseguro —decretó con ínfulas de grandeza, apuntándome con su dedo índice en forma amenazadora.
—Espero no tener qué decir: tenías razón —contesté levantando mi mochila y dándome media vuelta.

Al abrir la puerta allí estaba Paolo. Vestido de cuero marrón, con unos guantes rojos cubriendo sus manos que reposaban en los mangos del volante de su motocicleta gris.

—¿Todo bien, princesa? —preguntó con una esplendorosa sonrisa.

Era tan seductor, tan ardiente, tan… irresistible.

Me acerqué a él rapidísimo y me enrollé en su cuello para besarle, pero no pude hacerlo. El olor que emanaba de su chaqueta era repugnante, lo que provocó que me alejara de inmediato.

—¿Otra vez te drogaste? —alcé la voz, furiosa.
—Baja la voz, Valentina. La marihuana es medicinal. —Se carcajeó.

Me había prometido no volver a hacerlo, no sé cómo caí en sus mentiras otra vez.

—No me iré contigo, no así. —Pisé fuerte sobre el piso  y coloqué las manos en mi cintura—. Jamás vas a cambiar, Paolo.

Con el corazón roto y los ojos desprendiendo más agua que una tubería rota, me giré para entrar nuevamente a mi casa.

—No des un paso más, Valentina —me advirtió.

Se notaba la furia en su voz y eso me generó un temor increíble.

Me quedé tiesa con la mano puesta en la manilla de la puerta, y sentí como bajaba de su motocicleta. A medida que sus pasos se acercaban mi temor crecía, temblaba cuál gelatina a medio cuajar.

—Ya no deseo irme contigo —dije con la voz cortada aún de espaldas hacia él. Lo escuché reír con fuerza.
—No me obligues a hacer las cosas a la fuerza, princesa. Tú no puedes negarte a mí.

Metió su mano por debajo de mis glúteos y tocó mi sexo por encima de la tela, me apretó sacándome un leve gemido.

—Por favor, déjame —le supliqué.
—No puedo y debes admitir que tú tampoco quieres que te deje. —Me giró por el brazo dejándome frente a él.

Los nervios y la pasión me recorrieron entera. Él se acercó a mí y me besó con vehemencia. Me fundí en sus labios, pero su sabor me hizo recordar lo drogado que estaba, por lo que me aparté y a solo centímetros de sus labios dije:

—Lo siento mucho, pero no.
Cuando intenté entrar a casa, sentí que algo presionó mi abdomen.
—No me obligues a llevarte por las malas.

Me puse totalmente tensa, él siempre había sido un caballero conmigo. Miré hacia abajo con cautela y vi que aquello que reposaba en mi abdomen era una pistola y que él la sostenía con su mano.

—Paolo, este no eres tú —murmuré nerviosa.
—Ya, princesa. Solo sube a la motocicleta y todo estará bien.

No me quedó más remedio qué hacer lo que me pedía, aún cuando estaba muerta de miedo.

Dos meses más tarde todo aquello había quedado en el olvido. Vivíamos en un pueblo alejado de la ciudad, yo estaba estudiando enfermería y Paolo decía que trabajaba a distancia con unos venezolanos y sí, estaba haciendo mucho dinero.

•Fin del flash back•


—Lo recuerdo como si fuera ayer, amor. —Sonrío a medias.

Su tos se volvió más intensa.

—Nunca me arrepentiré de haberte obligado a venir conmigo. Eres lo mejor que me pasó en la vida. Vuelve a toser.
—No te esfuerces, por favor. —Cuando sube la cara tiene una mancha de sangre.

《¡No dios mío, no me lo quites!》

—Amor, necesito que se vayan a México.—Hace una pausa para toser y tomar aire—. En la bóveda está un sobre para Esmeralda, pero no puedes dárselo hasta que confíes plenamente en ella. Primero gánate su confianza y quédate de su lado. —Apenas y puedo escuchar lo que dice.
—Sí, mi amor, sí. Pero ya, haz silencio —le digo desesperada—. ¡Patrick, Esmeralda! Vengan, por favor —grito con toda la fuerza que puedo. 


Paolo se está ahogando en su propia sangre y yo siento que me estan desprendiendo el corazón del pecho.

Hola, bellezas. Capítulo corto, pero necesario, ya saben. Nos leemos prontito❤️

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Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora