¿Qué oscuros y retorcidos secretos hay dentro del Hotel Prixüm? ¿Quién es realmente Jeon Jungkook? ¿Qué pensamientos recorren su mente oscura y siniestra?
Bienvenidos al Hotel, donde las sombras pasean por la noche. Donde dormir puede ser peligroso...
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Abrí los ojos y me encontré con Angela aferrada a mi cuerpo. Su cabeza apoyada en mi pecho. Dormía plácidamente. Era algo nuevo para mí. Intenté moverme lentamente para no despertarla. Logré liberarme. Cubrí su cuerpo con la sabana blanca y me metí a la bañera. Reposé mi cabella sobre la almohadilla. El agua cálida y la espuma cubrían mi cuerpo. Me permití relajarme por un momento. Me pregunté si los chicos habían regresado y si el plan había salido bien.
Terminé de darme una ducha y me puse de pie. Caminé hacía la puerta donde había dejado la toalla colgada para poder rodear mi cuerpo. De repente la puerta se abrió. Angela ingresó adormecida, frotaba sus ojos hasta lograr abrirlos. Su mirada se dirigió a mi entrepierna, la cual cubrí con rapidez. — ¡Mierda! ¡Perdón! —Cubrió sus ojos—. Pensé... recordé... yo... —intenté no reír ante su adorable reacción y sus mejillas rojas. —No te preocupes. —Lo lamento. En serio, señor Jeon... yo... no... — ¿Podrías retirarte? —supliqué amablemente. Ella asintió y se largó. Sonreí una vez que estuve solo. Cubrí mi cintura con la toalla y salí. Angela ya no se encontraba en la habitación. Me preguntó a donde habrá huido. Me coloqué mi camisa negra y mis pantalones de pinza y caminé hacía la cocina para prepararme un café. Miré por la ventana. Angela se encontraba sentada mirando el mar a lo lejos. Dudé en salir y sentarme a su lado, pero para mi suerte Jimin apareció. —Buenos días —saludé. —Buenos días, Jungkook. — ¿Qué tal? —Todo salió bien. — ¿Lo mataron? —Matamos a todos —apareció Taehyung con un impecable traje. — ¿A todos? —No solo era Jones. Había más involucrados. —Liberamos a las chicas, también. Ya no hay de qué preocuparse. — ¿Saddie? ¿Cómo está? —Algo asqueada —Taehyung se sentó en la esquina. —Y traumada... —acotó Jimin. —Iré a hablar con ella luego. —No es necesario, Jimin se encargó —Taehyung guiñó un ojo—. ¿Acaso no los escuchaste? ¡Ay, Jimin! ¡Más fuerte! ¡Así, bebé! ¡Más duro! —imitó la voz de Saddie. — ¡Ya cállate, imbécil! —Bueno, basta de bromas —caminé hacía la salida trasera—. Descansen por hoy. — ¡Si, amor! ¡Así me gusta! ¡Oh por Dios! ¡Si! ¡Si! —Taehyung continuó bromeando mientras reía. — ¡Basta! —Jimin chillaba. Ignore a los niños y salí al jardín. El clima frío me envolvió. Una brisa que provenía del bosque. Tan congelada que dañaba, como pequeños cuchillos lanzados sobre mi piel. Caminé hacía Angela que no se percató de mi presencia hasta que me senté a su lado. Sus mejillas volvieron a encenderse. —Hola —saludé. —Señor, Jeon... —Puedes decirme, Jungkook. Aquí solo me dicen "Señor Jeon" para molestarme. —De acuerdo —se mantuvo en silencio—. Realmente lamento lo de la bañera. —Tranquila. ¿Has visto algo? —No —mintió. —Perfecto —se notaba incomoda. Miré el cielo—. Esta noche hará frío. Deberías buscar algo más abrigado. —No tengo ropa. Todo lo que uso es de Juana. —En ese caso, deberías comprar ropa. Vamos, te llevaré —me puse de pie. —No tengo dinero. —Yo pagaré por ti. Considéralo... un préstamo. Angela dudo pero aceptó el trato.
Manejé hasta una tienda a las afueras del pueblo. Luna, la dueña del local era una vieja amiga. —Buenos días, Kook —saludó amable. —Buenos días Luna —ella besó mi mejilla—. Te presento a Angela. Nueva en el hotel. —Ya veo —Luna la analizó con la mirada. Como si pudiera adivinar sus medillas y gustos—. Creo que tengo algo perfecto para ti. —Luna —llamé su atención—. Necesitamos vestidos de fiestas. Ya sabes, para el evento —Luna pareció entender mi indicación. Asintió y guío a Angela al vestíbulo. Me senté en el sofá. Luna entraba y salía con ropa abrigada. Pantalones, sweaters, camisas, sacos, botas. Luego tomó algunos vestidos. Largos y cortos. De encaje, seda, terciopelo. Diferentes colores. Nada llamativo, conocía mis gustos también. —Sal, Angela —ordenó la castaña. La pelinegra apareció con un vestido negro. Por debajo de sus muslos. Sus mejillas ardían por la timidez y mi mirada fija en ella. Levanté el mentón para verme más intimidante, ella se achicó. El vestido dejaba ver perfectamente su figura. Tenía un delicado escote, tentador. —Y solo haz visto uno —masculló Luna a mi lado. —Se hará tarde. No puedo ver todos. Debemos irnos —me puse de pie—. Ve a cambiarte, Angela. Ingresamos al hotel. Angela tomó las bolsas. —Gracias —sonrió—. Prometo que te lo pagaré. —Lo sé —ladeé una sonrisa. Caminé hacia las escaleras hasta desaparecer.