¿Qué oscuros y retorcidos secretos hay dentro del Hotel Prixüm? ¿Quién es realmente Jeon Jungkook? ¿Qué pensamientos recorren su mente oscura y siniestra?
Bienvenidos al Hotel, donde las sombras pasean por la noche. Donde dormir puede ser peligroso...
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Jungkook me sentó en el borde de mi cama. Buscó con desesperación un botiquín. Yo aún seguía en shock por lo que había hecho. Miré mis manos manchadas de la sangre de aquel tipo. —No has hecho nada malo —Jungkook se arrodillo delante de mí—. Debías matarlo o él lo haría contigo. Esto es lo que hacemos, no has hecho nada malo —busco una gaza, la humedeció con alcohol—. Esto dolerá un poco —limpió la herida de mi cuello. Aguanté el ardor que me quemaba. Lo observé. Su delicadeza. El cuidado con el que me curaba, procurando calmar el dolor. Busco otra gaza limpia y comenzó a vendarme el cuello. — ¿Por qué me cuidas? —Porque... —se mantuvo en silencio. Levantó la mirada hasta encontrarse con mis ojos. No me aparte, no dejé que me intimidará. Él acarició mi mejilla—. Porque no puedo permitirme que algo te suceda. — ¿Quién eres, Jungkook? —No querrás saberlo —acarició mi mentón. Estaba tan solo a pocos centímetros. Inconscientemente nos acercamos poco a poco. Nuestras respiraciones chocaban. Tan solo un movimiento y nuestros labios se rozarían. Cerré mis ojos dejándome llevar. Algo de él me atraía. Su misterio era magnético. Su belleza, su mirada. Absolutamente todo de él era atrapante—. Será mejor que te des un baño y descanses —susurró. Tan cerca de mis labios que tuvimos un leve roce. Se alejó fríamente de mí. Cerró la puerta tras dejar la habitación. El corazón me latía tan rápido que creí que se saldría de mi cuerpo. La tensión que había vivido con él me había dejado aún más en shock que el asesinato que cometí minutos atrás.
Me quedé en la bañera más tiempo del que debía. El agua se había teñido de un rosa, gracias a la sangre que había en mis manos. No podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido. Sobre todo por el momento vivido con el dueño del hotel. De repente escuché gemidos. Gemidos que provenían de la habitación de al lado. Me coloqué la bata y caminé hacía la recamará. Presté atención al color de la voz varonil. Era él, Jungkook, probablemente con la rubia que lo acompañaba esta noche. Tenían sexo en la habitación siguiente. Ella gemía sin importarle si su voz se escucharía en todo el hotel. Él solo le decía que se calle. Un dolor en el pecho me invadió. No entendía el origen de ese dolor. Decidí salir de la habitación. Escapar de esos gemidos y los pensamientos que dominaban mi mente en ese maldito momento. La furia, la decepción y el dolor me invadían. Abría la puerta y caminé hacia otro pasillo, cualquiera que me llevará a otra habitación lejos de la mía. Intenté abrir las puertas que se encontraban allí, todas cerradas. Volteé sobre mis pasos para dirigirme a las escaleras. Solo podría ir a la sala o el comedor. Choqué con su cuerpo. Levanté la vista, Jungkook me observaba con curiosidad. — ¿Qué haces? —vestía una bata negra. Típico color en él. —Intento escapar —sonreí. — ¿Por qué? —Digamos que no me apetece escuchar como tu novia gime mientras la coges. — ¿Estas celosa? —ladeó una sonrisa. Esa puta sonrisa destapó la ira en mí interior. — ¿Y si lo estoy, qué? —su sonrisa desapareció—. ¿Qué tal si te dijera que quiero ser yo la que está en tu cama ahora? —No podrías. — ¿Por qué? ¿Por qué no podría ser yo la que está gimiendo? —Porque yo no te haría gemir —comenzó a acercarse—. Yo te haría gritar. Te daría tan duro que te lastimaría, me pedirías que paré porque te hago daño. Pero yo no me detendría porque sabría que a pesar del dolor te gustaría. Gritarías mi nombre pidiéndome más —relamí mis labios de tan solo imaginarlo sobre mí. Sentí la pared en mi espalda—. Yo no te haría gemir, Angela. —Entonces hazme gritar, Jungkook —estaba tan cerca. Solo a un pequeño paso de besarlo. —No puedo —se alejó. Pero esta vez no dejaría que volviera a pasar. Lo tomé del brazo jalándolo hacía mí. Intenté besarlo pero él se apresuró a girarme, quedando detrás de mí. Apoyé mi cara contra la pared. Jungkook subió la bata, acariciando mi pierna, subiendo por mi muslo hasta llegar a mis nalgas. Acarició mi intimidad, humedeciendo sus dedos. Mordí mis labios para ahogar un gemido. Con su mano libre desató la bata, liberando mis pechos. Apretó uno de ellos. Introdujo dos dedos dentro de mí. Clave mis uñas en la pared, buscando algo a lo que aferrarme. Curve mi espalda al sentir el placer del movimiento de sus dedos. Con su pulgar acariciaba mi clítoris. Beso mis hombros y mi espalda. Seguía moviendo sus dedos dentro de mí. Cada vez más rápido hasta lograr hacerme acabar. —Esta noche no te haré gritar —susurró en mi oído. Lo observé sobre mi hombro. Lamió sus dedos—. Ve a descansar, Magnolia se ha ido —se retiró. Me quedé allí. Analizando lo que paso. Sintiendo las rodillas temblar. El calor en mi cuerpo. Mi intimidad humedecida y palpitando. Ya no podría ocultar la necesidad que tenía de tenerlo dentro de mí. La atracción que sentía hacia él. ¿Qué me has hecho, Jeon Jungkook?