23. JUANA

250 22 5
                                    


   El diluvio se había convertido en mi aliado esa noche luego de escapar del prostíbulo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   El diluvio se había convertido en mi aliado esa noche luego de escapar del prostíbulo. Las sirenas de los policías se ahogaban en la distancia.
   Los pies comenzaban a dolerme de tanto correr descalza por las calles.
   Las luces cesaban mientras me alejaba de la ciudad y me adentraba en una carretera oscura.
Me detuve por un momento al notar lo lejos que estaba. Lo segura e insegura que me sentía al mismo tiempo.
   Continué mi camino hasta adentrarme en un pequeño pueblo. Casas similares. Luces apagadas.
   Los faroles a los costados de las calles, iluminaban débilmente. La lluvia comenzaba a detenerse. A lo lejos me permitió ver un enorme, castillo podría llamarlo, con fachada victoriana. Tétrico, noté al acercarme. Un cartel, con un reflector iluminándolo. "Hotel Prixüm", leí. Empuje las enormes rejas, para mi sorpresa fueron abiertas.
   El lugar me generaba escalofríos. Oscuridad total. Un bosque a lo lejos, más que tenebroso. Por un momento creí que era un hotel abandonado y probablemente un lugar seguro para esconderme de quienes me seguían. Pero las puertas fueron abiertas antes de levantar mi puño para tocarlas.
   Un hombre de edad avanzada se paró frente a mí. Extendió su mano, dándome la bienvenida. Avancé. El hombre desapareció como si las sombras de aquellas esquinas se lo tragaran.
   —Buenas noches —escuché a mi derecha. Giré para encontrarme una rubia, albina, detrás de un mostrador—. Bienvenida al Hotel Prixüm. ¿En qué podemos ayudarte? —forzó una sonrisa.
   —Quiero hospedarme por esta noche —me acerqué.
   — ¿Solo esta noche?
   —Bueno... —dudé—. Tal vez, un poco más.
   —Bien —bajó su mirada a mi blusa. La cubrí con el tapado que había robado del prostíbulo antes de huir. Intenté ocultar las manchas de sangre de mis manos—. Jimin te guiará a tu habitación.
   De pronto un castaño de pelo largo apareció. Tomó la llave que la rubia le había dado y caminó hacia las escaleras. Lo seguí.
   Pasillos eternos. Cientos de puertas, pero parecía no haber nadie aquí.
   —Esta es tu habitación. Ten —me entregó la llave luego de abrir la puerta—. Que descanses —su tono de voz era grave. Con una sonrisa torcida en su delicado rostro. Se retiró, no sin antes dar un vistazo a mis manos manchadas.

   El sol que entraba por mi ventana, logró despertarme. Baje en busca del comedor. Supuse que habría una especie de desayuno.
   Me encontré con la rubia en el camino.
   —Disculpa, tú, rubia —corrí hacia ella.
   —Mi nombre es Saddie —me cortó.
   —Disculpa, Saddie. ¿Dónde puedo comer algo? Muero de hambre.
   —El hotel te ofrece el desayuno que deseas.
   — ¿El que quiera?
   —Si.
   — ¿Cuánto cuesta?
   —Tranquila, querida. Luego hablaremos de eso —su voz era tan suave. A veces creía que era una pequeña niña encerrada en el cuerpo de una adulta—. Antes de que vayas por tu desayuno —tomó mi brazo—. Necesito que firmes aquí.
   — ¿Qué es? —observé el libro. Un dibujo extraño en la tapa. Como un símbolo que identificaba un tipo de secta.
   —El libro de registros del hotel. Anoche olvidé registrar tu entrada —sonrió. Nuevamente, de forma falsa y forzada. Tomé una de las lapiceras del mostrador. Rápidamente Saddie detuvo mi mano—. ¡Esa no! —Relajó su rostro—. Debes usar esta. Lo siento, todo ha sido escrito con la misma tinta —. Me entrego un bolígrafo dorado. Como si fuera de oro. Al escribir noté la tinta roja. Quería creer que eso no era lo que pensaba. Sentí un ardor en el pecho por cada letra de mi nombre. Lo disimulé pero estaba segura de que Saddie lo notó.
   —Bien. Bienvenida, Juana.

El Hotel [+18] - Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora