Quizá algún día

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–¡Eres un tramposo! –Reigen gritó dejando el mando en el suelo–. Si no hubiese sido por ese caparazón te hubiese ganado.

–No es mi culpa que se te de tan mal. –Katsuya rió mientras en la pantalla la Princesa Peach seguía corriendo en su pequeño coche rosa mientras las letras parpadeaban anunciando que otra vez era el ganador.

–Juguemos a otra cosa –Reigen se levantó y empezó a mirar títulos entre las cajas de juegos bajo el televisor buscando algo que pudiera ganar.

En todo el tiempo que hacía que se conocían, todavía no había sucedido pero Reigen seguía jurando que la siguiente iba a ser la vencida. En sus momentos de debilidad, Katsuya se había planteado dejarlo ganar pero ver a Reigen frustrado cada vez que perdía seguía siendo demasiado divertido. Quizá decía poco de él como amigo, pero Katsuya no hubiese cambiado momentos como ese por nada del mundo. Si alguna vez se imaginaba lo que sería besarlo en los labios o recorrer su cuerpo desnudo con sus manos, nadie tenía porqué saberlo.

Más por costumbre que por otra cosa, Katsuya miró las notificaciones de su móvil. No esperaba tener nada cuando la única persona que solía escribirle estaba allí con él pero el pequeño sobre cerrado lo pilló por sorpresa. Casi seguro que iba a ser spam, pero Katsuya abrió su bandeja de entrada.

–Hace mil que no jugamos al Monster Hunter –Reigen sacó el juego de la estantería.

Katsuya ni siquiera lo escuchó, demasiado absorto leyendo el e-mail que acababa de recibir.

–¿Todo bien? –Reigen apoyó la barbilla en el hombro de Katsuya y observó la pantalla con interés–. ¡Oh! ¿Ya te han contestado de la uni?

Katsuya fue incapaz de moverse. La respiración de Reigen le hacía cosquillas en el cuello. No era la primera vez que Katsuya deseaba no haberse dado cuenta de lo que sentía. A veces, tenerlo tan cerca era casi una tortura. Más cuando su mente intentaba leer algo que no existía en cada pequeño gesto.

–Parece que tenías razón. –Katsuya se alejó, aprovechando para quitar el juego de la consola.

Aún podía notar el cabello pajizo rozando contra su piel, como si su cuerpo estuviera memorizando cada caricia robada. No era la primera vez que se preguntaba cómo reaccionaría Reigen si alguna vez se enteraba de los pensamientos que le rondaban por la cabeza.

–¡Claro que tenía razón! Siempre tengo razón.

–Cómo se me ocurre olvidarlo –Katsuya puso los ojos en blanco.

–¡Eh! ¡Ahora estás siendo sarcástico! –Reigen le dio un golpe en el brazo–. ¿Dime cuándo me he equivocado?

–Aún no has conseguido ganarme. Ni una sola vez. –Katsuya se giró de nuevo.

–¡Eh! ¿Encima con recochineo?

Katsuya no pudo evitar reír ante la cara de consternación de su mejor amigo. Cualquier momento con él siempre era su favorito.

–Te odio. –Reigen se cruzó de brazos.

–Lo siento –Katsuya siguió riendo–. En serio, lo siento.

–Ya lo veo.

En las cosas importantes, Reigen se había equivocado muy pocas veces. Al menos, Katsuya tenía que reconocerle que, sin su insistencia, nunca hubiese llegado a intentar que reactivaran su expediente académico. Pero no hoy.

Quizá algún día.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora