De vuelta a la normalidad

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Si alguna vez Katsuya se hubiese llegado a preguntar por qué Reigen nunca lo invitaba a su casa, sus suposiciones no hubiesen podido ser más erróneas. Katsuya siempre había dado por sentado que su mejor amigo prefería no arriesgarse a tenerlo allí cuando Katsuya aún tenía sus días buenos, sus días regulares y, aunque cada vez pasaban con menos frecuencia, también sus días horribles. Sin saber qué era lo que lo hacía diferente, era difícil explicar porque todo había acabado por el suelo.

Después de conocer a sus padres en el hospital, Katsuya había tardado apenas dos segundos en entender cuán equivocado estaba. Nunca había sido que Reigen quisiera mantener a Katsuya alejado de su familia. Lo que quería era mantener a sus padres lejos de cualquier persona que le importara lo más mínimo. Katsuya no había sido capaz de entender la animosidad que supuraba en cada palabra que había salido de la boca del padre de Reigen. Era absurdo. Como si Reigen hubiese decidido romperse el tobillo sólo por llamar la atención.

No es que se sintiera orgulloso pero, por un momento, su aura se había arremolinado a su alrededor, la ira contenida vibrando bajo su piel. Sólo había sido gracias a Kageyama-san que las cosas no habían ido más lejos. Era fácil ver que Katsuya no era el único molesto con los padres de Reigen. Los comentarios despectivos parecían completamente innecesarios cuando Katsuya aún temblaba al recordar el pánico en el rostro de su mejor amigo sólo unas horas antes. Reigen ni siquiera había sido capaz de defenderse, demasiado drogado tras la operación. Por suerte, la mano en el hombro de Katsuya había sido suficiente para recordarle que no estaba sólo. Kageyama-san llevaba lidiando con los padres de Reigen mucho tiempo. Katsuya iba a tener que aprender a hacer lo mismo.

Reigen:

Tu madre no querría otro hijo?

Katsuya:

No creo que tus padres estuvieran muy de acuerdo

Reigen:

Para eso primero tendría que importarles

Lo mismo hasta se alegran!

Katsuya se quedó mirando la respuesta sin saber qué contestar. A ese paso, Reigen iba a acabar volviéndose loco si seguía encerrado en su casa mucho tiempo pero Katsuya no tenía muy claro qué hacer. Las miradas de sus padres lo ponían demasiado nervioso cuando lo único que parecían hacer era juzgar todo lo que estaba mal en él, como si no fuera más que una garrapata intentando aprovecharse de la reputación de la familia. Como si a Katsuya le afectara en algo que el padre de Reigen fuera el consejero de urbanismo de la prefectura.

Katsuya:

Esta tarde no tengo clases. Quieres que me traiga algún otro juego? Ya tienes que haberte pasado el Splatoon.

Reigen:

Mi madre vuelve a las seis. Si quieres puedes venir antes. ¿Sabes dónde está la llave? Hecho de menos estar en tu casa

Katsuya:

👍👍

No era el único que lo echaba de menos, pero con casi cuatro meses de recuperación por delante iba a pasar tiempo antes de que sus vidas pudieran volver a la normalidad. Katsuya incluso había empezado a ir algunas tardes a Espíritus y Demás a echarle una mano a Kageyama-san ahora que Reigen estaba incapacitado. Era extraño estar allí, en el escritorio de Reigen, usando su portátil cubierto de stickers de Pokemon y el Gunpla que Katsuya le había regalado mirándolo junto al lapicero.

Katsuya suspiró. Si no tenía que volver a tratar con los padres de Reigen en toda su vida hubiese sido feliz. Casi prefería no imaginar lo que tenían que estar siendo para Reigen esas semanas encerrado en su habitación sin otra compañía que la Nintendo Switch y los comentarios pasivo-agresivos de su madre.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora