Nintendo Switch

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–¿Qué? ¡No es justo! –Arataka gritó–. Sólo he suspendido una y tampoco ha sido por tanto.

–No te estoy castigando por suspender, te estoy castigando por mentir.

Arataka abrió la boca para replicar una vez más pero su madre lo detuvo con un gesto de su mano.

–Nah, nah. –La mujer negó con el dedo–. Esta vez no me vas a llevar al huerto. Te lo hubieses pensado dos veces antes de esconder el exámen. ¿De verdad te pensabas que no me iba a enterar?

Arataka se dejó caer en el sofá y cruzó los brazos sobre el pecho. Odiaba perder las discusiones con su madre pero de alguien tenía que haber heredado la labia. Seguro que de su padre no había sido.

–Y ya he hablado también con Kageyama-san, así que ni lo intentes.

–Eres una tirana.

–Si te oigo quejarte una vez más, a parte de la Switch, te vas a quedar también sin móvil por lo que queda de trimestre.

–¡Genial! –Arataka alzó los brazos indignado–. ¿Por qué no me matas de aburrimiento?

Con un portazo se encerró en su habitación. A su madre nunca le había gustado Kageyama-san pero no tenía ningún problema en compincharse con él para que tampoco pudiera jugar mientras echaba una mano en la oficina.

Tirado sobre la cama, abrió el chat de LINE que tenía con Serizawa-san. Arataka aún no había conseguido que el psíquico iniciara ninguna de sus conversaciones pero salvo que estuviera en clase, era raro que no leyera sus mensajes en menos de cinco minutos.

Arataka:

Mi madre me ha confiscado la Switch

Me voy a quedar sin jugar al nuevo Pokemon 🤬🤬

Las burbujas conforme Serizawa-san estaba escribiendo aparecieron en la pantalla casi al momento. Arataka las observó, contando cuánto tardaba en llegarle la respuesta. Apenas treinta segundos. Arataka sonrió. Era todo un récord.

Serizawa:

Ya lo tengo reservado, si quieres jugarlo

Arataka:

En serio?????

Eres mi salvador!!!!!!!!!

Ahora sólo tengo que aprobar Física para que mi madre no me mate 😑

Serizawa:

Física no se me daba mal si necesitas ayuda

Arataka:

Este sábado?

Las burbujas no aparecieron esta vez. Arataka frunció el ceño, la mirada clavada en la conversación.

Arataka:

Serizawa-san?

Tampoco hubo respuesta.

Arataka no sabía cuántas veces había mirado el móvil en las últimas dos horas. Lo más seguro es que no fuera nada pero cada vez que volvía a comprobar si tenía alguna notificación para encontrar que no había nada, el nudo en su estómago se apretaba un poco más. Quizá Serizawa-san también pensaba que era un incordio. Arataka dejó el móvil boca abajo sobre la colcha y se hizo un ovillo en la cama.

***

Katsuya estaba terminando de preparar las conclusiones de su trabajo para "Psicología evolutiva I" cuando su móvil vibró sobre la mesa de su escritorio. Katsuya miró las notificaciones esperando que fuera spam. Su sonrisa no quería borrarse de su cara al darse cuenta que era Reigen quién le había escrito. En el mes que hacía que habían intercambiado números, Reigen le había escrito cada día pero Katsuya aún no acababa de creérselo.

Si algo había descubierto en el mes que hacía que hablaban por LINE, era que Reigen era peligroso. Katsuya a veces tenía la impresión de que el crío siempre estaba en mil cosas a la vez. Vivir en su cabeza tenía que ser agotador. Era tan diferente de él mismo, que Katsuya no podía evitar encontrarlo fascinante. Durante tres años, Katsuya había creado una imagen de Reigen, a partir de los retazos de un instante. Pero Reigen era mucho más.

Su personalidad arrolladora tenía que atraer a todo el mundo.

Reigen:

Este sábado?

Las palabras lo asaltaron. Katsuya se mordisqueó la uña del dedo gordo. No entendía cómo había pensado que invitarlo a su casa era una buena idea. Era un milagro que Reigen le hablara por LINE cuando Katsuya nunca tenía nada interesante que contar.

¿Y si Reigen lo encontraba demasiado aburrido?

Katsuya volvió a mirar la conversación. El teléfono le quemaba en las manos. El pánico lo asaltó. A su alrededor, todo empezó a flotar: sus manuales de la uni, los bolis y subrayadores, la libreta con sus apuntes. El portátil salió volando con fuerza, estampándose contra la pared. Katsuya se encogió de hombros asustado al oír el golpe. El aparato cayó al suelo hecho añicos. Katsuya se hizo un ovillo debajo del escritorio y apretó con fuerza los puños hasta notar las uñas clavándose en su carne.

Katsuya era un idiota por creer que Reigen podía ser su amigo. Lo mejor que podía hacer era alejarse de él. Al menos así podría mantenerlo a salvo.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora