Mi lado más triste

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Sentado en el taburete del cuarto de baño, Taka se mojó el pelo con la manguera y dejó que el flequillo se le aplastara contra la frente. Era agradable notar el agua caliente resbalándole por la espalda. Los dedos se notaban extraños contra la piel de su pierna, como si su cuerpo ya no fuera capaz ni de reconocerla como suya.

Casi hubiese preferido no mirar.

Desnudo delante del espejo, su cuerpo no era más que un esperpento deforme, con una pierna más delgada que la otra y la horrible cicatriz, aún de un color carmesí, zigzagueando en su tobillo. Taka estaba seguro que el hueso no había acabado de sanar bien cuando al andar, el pie le escoraba hacia fuera desgastando sólo un lado de las suelas de todas sus bambas.

A veces, no pensar era lo más sencillo.

Quizá podía intentar fingir que los últimos dos meses nunca habían sucedido. Las pesadillas, la discusión con Kageyama-san. Y la confesión de Serizawa. Los exámenes de acceso a la universidad parecían el último de sus problemas cuando enero todavía quedaba muy lejos. Ni siquiera entendía como no le habían hecho repetir curso. Taka tenía la impresión de vivir únicamente empujado por la inercia.

Quizá el error había sido simplemente nacer.

Ni siquiera tenía fuerzas para gritar. Estaba demasiado cansado. La última semana lo único que había hecho era dormir. Quizá la confesión de Serizawa sólo había sido producto de su imaginación. Quizá Taka se había vuelto loco al fin y en realidad nunca había llegado a escapar de la pesadilla.

Serizawa no lo había vuelto a mencionar y Taka estaba demasiado asustado para realmente intentar entender lo que significaba.

La idea de que alguien pudiera quererlo era demasiado extraña.

Taka había crecido sabiendo que el amor era condicional. En casa, no había abrazos ni palabras de afecto cuando su mera existencia era el centro de todos los problemas. Taka no recordaba que edad tenía cuando al fin había entendido que su padre no era en realidad su padre. Taka no recordaba que sus padres se hubiesen llegado a querer nunca, pero si alguna vez lo habían hecho, él había puesto fin a todo. Eiko se había encargado de recordárselo cada vez que se peleaban.

Kageyama-san había sido el primero en mostrarle que las cosas podían ser de otra manera.

Taka se había esforzado en ser útil, desesperado por no perder el único afecto que había conocido en toda su vida. Kageyama-san le había enseñado lo que significaba ser buena persona. Y al final, había sido culpa de Taka que acabara traicionando todo en lo que creía.

A veces, Taka tenía la impresión de que ni siquiera entendía lo que significaban palabras tan enormes.

Serizawa decía que le quería.

Taka hubiese preferido no saberlo. Entonces no tendría que pensar en ese contador en su cabeza, el tiempo desgranándose lentamente hasta agotarse por completo.

Era imposible que Taka fuera a serle útil a Serizawa mucho tiempo más. ¿Qué era lo que tenía para ofrecerle cuando en la universidad tenía que haber conocido a gente mucho más interesante que un niñato de diecisiete años?

Era más fácil no pensar.

Fingir que nada había cambiado. Antes o después Serizawa se daría cuenta de que Taka no tenía nada que ofrecerle. Y entonces sólo sería cuestión de tiempo. Taka ni siquiera sabía si podía devolverle sus sentimientos.

Quizá Taka ni siquiera era capaz de enamorarse, como si no fuera más que un muñeco defectuoso.

Serizawa se merecía a alguien que lo quisiera.

La idea de perderlo casi consiguió que se le saltaran las lágrimas, pero ¿qué otra opción le quedaba?

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora