Un paso más

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El mundo parecía muy distinto cuando las palabras de Reigen volvían a acompañarlo a todas horas. Era extraño no tener alguna notificación en LINE a cualquier hora del día. Katsuya había empezado a esperar con anticipación las llamadas que duraban hasta altas horas de la noche. Con su mera presencia, era como si Reigen hubiese vuelto a poner en marcha su vida tras meses en el limbo.

Katsuya aún estaba esperando a que Reigen le preguntara cuándo podían quedar pero de momento no había sucedido. Katsuya no sabía si sentirse decepcionado por la falta de interés o agradecido por no tener que cruzar esa línea todavía. La última semana al fin había conseguido pasar varias horas seguidas en el comedor viendo la tele con su madre. Salir a la calle, a plena luz del día, la gente rodeándolo por todas partes, seguía siendo más de lo que era capaz de asumir.

Katsuya miró el reloj. Ya pasaban veinte minutos de las cuatro. Era extraño que Kageyama-san llegara tarde.

–¿Te ha dicho si hoy no vendría? –Katsuya preguntó.

–¿No te lo he dicho? Ha llamado que llegaría algo más tarde.

–Oh, está bien.

Katsuya retorció sus dedos, intentando controlar su ansiedad. La visita de Kageyama-san los martes a las cuatro se había convertido en una de sus rutinas. El cambio de hora lo dejó descolocado. Sin nada mejor que hacer, se volvió a encerrar en su habitación. Katsuya se mordió la uña del dedo gordo hasta que sus cutículas empezaron a sangrar.

***

Katsuya no recordaba haberse quedado dormido cuando el timbre interrumpió su letargo. El dolor de cabeza parecía no querer dejarlo en paz pero hizo un esfuerzo por levantarse. Envuelto en su kimono naranja, salió de su habitación. La tele era apenas un murmullo de fondo.

–¿Estás seguro que darle una sorpresa es una buena idea? –La voz de Reigen llegó desde el recibidor.

–Si pasa cualquier cosa, estoy aquí. Aún estamos a tiempo de irnos

Katsuya salió corriendo a asomarse a la puerta que daba al recibidor, convencido de que sus sentidos le estaban jugando una mala pasada.

–¿Reigen? –Katsuya murmuró.

Le temblaban las manos. Su corazón latía con tanta fuerza que Katsuya era incapaz de escuchar nada más.

–¡Hey! –Reigen alzó la mano en un saludo tímido–. Cuánto tiempo.

–¿Q-qué haces aquí? –Katsuya fue incapaz de apartar la mirada, asustado de que si parpadeaba ni siquiera un instante, Reigen se desvaneciera ante sus ojos.

Aún no acababa de creerse que estuviera allí. Había crecido desde la última vez que se habían visto. El gakuran negro le venía algo corto de las mangas.

–Kageyama-san pensó que era una buena idea. –Reigen bajó la cabeza, su flequillo ocultándole el rostro–. Y no sabía si me dirías que sí si te decía de venir.

–P-puedo enseñarte mi habitación, si quieres.

***

Katsuya nunca hubiese imaginado que se sentiría cómodo teniendo a alguien más en su espacio pero Reigen parecía la excepción a todas sus reglas. Katsuya apenas había dicho dos palabras, contento sólo por verlo allí.

–¿Es el Mario Bros de NES? –Reigen sacó la caja de la estantería y la acarició como quién tenía un tesoro entre sus manos–. ¡Y este es el primer Zelda! ¡Qué pasada! ¿Los has llegado a jugar?

–Sólo en emuladores. Los originales ahora mismo van buscados, son artículos de coleccionista.

Reigen volvió a guardar los juegos en su sitio como si fuera a romperlos por accidente. Estar encerrado con Katsuya no podía ser lo que Reigen tenía en mente como una tarde entretenida pero por el momento parecía contento de cotillear hasta el último rincón de sus estanterías.

–Oh, Akira. Dicen que está bien pero nunca he llegado a leérmela. –Reigen arrastró el primer tomo con él y se sentó sobre la cama con las piernas cruzadas.

Sus dedos parecían no ser capaces de estar quietos un segundo. Hojeaba el cómic arriba y abajo, su atención deteniéndose apenas un instante en alguna página.

–¿Qué más sueles hacer cuando estás en casa? –Reigen siguió hablando sin esperar una respuesta por parte de Katsuya–. Las maquetas son una pasada. ¿Las has hecho tú?

Katsuya asintió con la cabeza. Cualquiera hubiese pensado que Katsuya era patético por no ser capaz de salir de su habitación en cinco meses pero no Reigen.

–¡Oh! ¡El Breath of the Wind! ¡Ese lo tengo! –Reigen cogió la caja del Zelda sobre el escritorio–. ¿Es el que te estás pasando ahora?

–¿No te importa que nos quedemos aquí? –Katsuya preguntó nervioso.

–¿Eh? –Reigen se lo quedó mirando, la cabeza ladeada. El juego seguía en sus manos–. ¿Hay algún sitio al que quieras ir? Tu habitación tiene un montón de cosas guays.

Katsuya negó con la cabeza. No tenía muy claro que hubiese hecho si la respuesta de Reigen hubiese sido diferente.

–Cualquier sitio me está bien. –Reigen se encogió de hombros–. Es divertido estar contigo.

–¿En serio?

–En serio.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora