Sala de Espera

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Los sanitarios de urgencias acababan de llevarse a Taka para hacerle las radiografías después de casi una hora esperando y Shigeo aún no había conseguido localizar a los padres del crío. En un último esfuerzo, volvió a salir al exterior, el móvil en su oído mientras se alargaban los tonos.

–¿Otra vez no quiere venir a casa? –la madre de Taka no se molestó ni en saludar nada más cogió el teléfono–. Si cree que va a poder seguir haciendo lo que quiera

–Reigen-san –Shigeo la interrumpió, su voz monótona ocultando cualquier sentimiento–, estamos en urgencias. Taka se ha roto el pie. Estamos esperando los resultados de la radiografía.

–¿Qué ha pasado?

Frotarse el puente de la nariz fue el único gesto que se permitió ante su frustración. Shigeo apenas había conseguido discernir la verdad entre la colección de mentiras. Por las caras de Serizawa, tampoco a él le había contado la verdad. Al menos la madre de Taka al fin sonaba algo preocupada.

–Se ha asustado al ver una cucaracha. –Esa parte se la había conseguido creer. A Shigeo siempre le habían dado mucho asco, pero lo de Taka con las cucarachas era auténtico pavor.

Shigeo encendió un cigarrillo nada más colgar. Hablar con los padres de Taka rara vez no conseguía ponerlo de mal humor. No hacía falta prestar demasiada atención para darse cuenta de la desesperación tras las mentiras. Apenas le había pegado dos caladas cuando lo tiró al suelo y lo pisó con el pie. La noche pintaba que iba a ser larga.

Shigeo volvió a entrar, guardando las manos en los bolsillos de la gabardina. Los hospitales siempre conseguían dejarle una sensación extraña en el cuerpo. Quizá era la energía que solía envolverlos mezclado con los recuerdos de Ritsu inconsciente que aún plagaban sus pesadillas.

Serizawa seguía completamente inmóvil salvo por la danza ansiosa de sus dedos, sentado en una de las incómodas sillas de plástico de la sala de espera, la mirada clavada en la puerta por la que Taka había desaparecido.

–¿Aún no ha salido? –Shigeo se sentó a su lado y se encorvó en la silla, imitando su postura–. Sus padres no deberían tardar mucho en venir.

Serizawa frunció el ceño pero no dijo nada. El único signo de que había escuchado las palabras de Shigeo fue el leve gesto de su cabeza.

–Todo va a ir bien. Ha sobrevivido cosas peores que un pie roto.

–En esa casa... Reigen estaba asustado. No me lo he imaginado, ¿verdad? –Serizawa giró el rostro y se lo quedó mirando casi sin parpadear–. Por mucho miedo que le den las cucarachas, no ha sido eso.

–¿Cuál es la pregunta, Serizawa?

–N-no lo sé –daba la impresión que Serizawa no sabía qué hacer con sus manos, la ansiedad tenía que estar carcomiéndolo por dentro–, pero algo no está bien.

–Muchas cosas no están bien con ese crío. –Shigeo suspiró, levantándose de la silla nada más ver entrar a la enfermera–. Sólo ten paciencia.

Al menos eso no parecía que fuera a ser un problema con Serizawa. Los dos críos parecían complementarse, como si fueran dos caras de una misma moneda. Sólo esperaba que Serizawa no cometiera sus mismos errores. Con Taka, no había nada que sonsacar si el crío no quería hablar. Shigeo había aprendido a las malas que era mejor seguirle la corriente y dejarle pasar las mentiras. La única razón por la que era tan fácil ver a través de ellas era porque Taka así quería que fuera.

–¿Los acompañantes de Reigen-san? –La mujer preguntó acercándose hasta ellos–. ¿Si queréis entrar al box en el que está? De momento se va a quedar en observación hasta que el médico pueda ver las radiografías pero lo más probable es que haya que operar.

***

–¿Operar? ¿En serio? –Shigeo le revolvió el pelo nada más llegar al box–. ¿No tenías otra forma de llamar la atención?

Taka tenía los ojos enrojecidos pero se forzó a sonreír. Casi parecía el trabajo de una maldición. De entre todas las opciones posibles, Taka siempre conseguía sacar la peor tirada.

–Dicen que está partido en seis sitios distintos y que habrá que poner tornillos. ¡Ya no podré pasar los controles de los aeropuertos sin pitar! Voy a ser como terminator.

–No hace gracia –Serizawa contestó frunciendo el ceño.

–Un poco sí. –Taka se encogió de hombros.

No era la primera vez que Shigeo deseaba que el crío estuviera maldito. Si ese fuera el caso, hubiese podido hacer algo. Pero no había maldiciones. Sólo Taka y su horrible suerte. Un sentimiento de aprehensión parecía no querer dejar a Shigeo en paz. Por mucho que Taka dijera que estaba bien, Shigeo seguía esperando lo peor.

Al menos se alegraba que esta vez, Shigeo no fuera el único que se preocupaba por él.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora