El camino difícil

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Tanako dejó las bolsas en el suelo un instante mientras buscaba las llaves en su bolso. Hacía mucho tiempo que había olvidado lo que era vivir sin la ansiedad royendo sus entrañas. Cada día, llegar a casa era como lanzar una moneda al aire sin saber si ese iba a ser un buen día o un mal día para Katsuya. Tanako contuvo la respiración al girar la llave y abrió la puerta. El comedor estaba a oscuras pero las risas podían oírse desde la habitación. La tensión se desvaneció por completo. Un día más, la moneda había caído de cara.

–Buenas tardes, Serizawa-san. –El primero en asomar por la puerta de la habitación fue Reigen.

–¡Reigen! –Tanako sonrió nada más ver al crío–. ¿Te vas a quedar a cenar? Iba a hacer curry.

Katsuya apareció tras Reigen, apenas los separaban unos centímetros. Su hijo parecía haber perdido cualquier concepto de espacio personal; daba igual si estaban jugando con la consola, viendo algún anime en el portátil o estudiando bajo el kotatsu.

–¿Qué tal el día? –Katsuya le quitó las bolsas de las manos antes de que pudiera quejarse y la siguió hasta la cocina.

–Cansado –Tanako contestó casi por automatismo.

Era increíble la diferencia que suponía tener a Reigen en casa. El ambiente que se respiraba era como comparar la noche y el día. El carácter taciturno de Katsuya parecía desvanecerse ante las risas escandalosas y la conversación insaciable del crío. Daba igual si las cosas flotaban alrededor de Katsuya cuando se ponía nervioso o se emocionaba demasiado. Reigen no parecía ver nada raro en su hijo, como si los poderes sólo fueran una cosa más que hacían de Katsuya, Katsuya.

Ni siquiera Tanako había sido capaz de ver sólo a su hijo cuando miraba a Katsuya.

No era la primera vez que ver a Katsuya comportarse como cualquier otro chaval de su edad alrededor de Reigen la hacía sentir culpable. No era sencillo tener que recordar cada momento en el que le había fallado como madre. Tanako no podía seguir autoengañándose y fingiendo que su hijo nunca le había dado miedo. En sus momentos más bajos, Tanako había llegado a arrepentirse de haber dado a luz a aquel monstruo.

De pie, en medio de la cocina, intentó mantener la entereza. Ese crío lo hacía parecer todo tan fácil pero no valía la pena seguir fustigándose por cosas que no podía cambiar. Tanako se quería a su hijo y eso era lo único que importaba.

***

Reigen mordisqueaba el boli concentrado en la página de su libreta. Katsuya movía las manos mientras le explicaba cómo reconocer el objeto directo en una oración. Tanako sonrió, apoyada contra la puerta entreabierta. A su hijo siempre se le había dado bien Lengua y Literatura.

–Preguntarle cosas al verbo es estúpido –Reigen refunfuñó dejándose caer sobre el kotatsu–. ¡Cómo si a alguien le importara si un verbo es copulativo o predicativo!

–¡No es tan difícil! –Katsuya le clavó el dedo en la mejilla, una sonrisa dibujada en el rostro–. ¡Ahora sólo nos falta que dejes de confundir el objeto directo y el indirecto!

–La cena ya está lista. –Tanako llamó a la puerta rompiendo el instante.

No estaba segura de si Katsuya ya se había dado cuenta de cómo miraba al crío sentado a su lado en el kotatsu. Incluso para enamorarse, Katsuya parecía haber elegido el camino difícil.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora