Todos tenemos nuestros demonios

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Las cortinas del apartamento estaban corridas y la luz apenas se colaba por los resquicios. Shigeo gruñó, un dolor de cabeza terrible martilleando en la sien. Por un momento le costó recordar incluso qué día era. A veces, tras días en la recámara, volver a conectar con el mundo se sentía como despertar de un largo sueño. Y quizá la idea no se alejaba tanto de la realidad. Shigeo recordaba los últimos días pero resultaban algo lejano, como si no hubiese sido más que un espectador en su propia vida.

–¿En qué lío nos hemos metido esta vez? –Shigeo se levantó, apartándose el flequillo de la frente–. ¿En serio pensamos que la venganza era algo que lo haría sentirse mejor?

Quizá no había sido la mejor idea, pero sólo había hecho lo que tenía que hacer. Shigeo suspiró. No era como si la frustración no lo hubiese llevado algunas veces a idear planes parecidos, pero saber qué aspecto tenía la decepción en el rostro de Taka era algo que hubiese preferido no llegar a descubrir.

Shigeo cogió el móvil y miró la hora. Siendo un día de cada día, en media hora tenía que estar en la oficina si quería poder abrir a las nueve. El número de Taka aún salía entre sus llamadas más recientes al abrir el registro de llamadas pero por la fecha ya había pasado más de una semana desde entonces.

Shigeo notó un nudo en el estómago. El dolor de cabeza parecía estar extendiéndose por la frente, la presión haciéndose más intensa tras el párpado izquierdo. En apenas dos pasos, Shigeo cruzó la habitación hasta encontrarse frente al espejo del baño. Con un movimiento casi marcial, abrió el armario y rescató dos ibuprofenos. Ni siquiera se molestó en abrir el grifo antes de engullir las dos pastillas. No llevaba ni diez minutos despierto pero lo único que quería era volver a la cama.

–Después de tanto tiempo, al fin se ha dado cuenta de lo que somos en realidad. –Shigeo cerró la puerta con un golpe seco. Su reflejo en el espejo parecía estar riéndose de él.

Shigeo abrió el grifo, el agua helada corriendo, y se mojó la cara intentando despejarse. Era imposible que los ibuprofenos ya le hubiesen hecho efecto pero del dolor de cabeza apenas quedaba un leve murmullo. Taka siempre nos había aceptado sin importarle lo que pensara el resto del mundo. No tendría que haber sido diferente. Shigeo no entendía por qué. Y sin embargo, no había nada tan difícil de entender.

–¡Nuestros poderes no nos hacen mejores que nadie! –Shigeo se cogió con fuerza al borde de la pica. Su rostro lo observaba inquisitivo desde el otro lado del espejo–. ¿Qué esperabas que pasara? Ni siquiera lo has hecho porque Taka te importe, sólo era por tu propia satisfacción. ¿Realmente pensabas que nos lo iba a agradecer? Mejor que haya huido ahora antes de que podamos hacerle daño como se lo hicimos a Ritsu.

A veces odiaba que los dos fueran Shigeo.

–Pobre Mob, siempre demasiado cobarde para hacer lo que tiene que hacerse. Te limitaste a mirar mientras Taka se estaba marchitando. El nombre siempre te ha ido como anillo al dedo, ¿verdad? –Su reflejo en el espejo dibujó una sonrisa torcida–. Sólo un secundario incluso en tu propia vida.

–No es verdad –Shigeo se cubrió los oídos con las manos pero era imposible huir de una voz que sólo estaba en su cabeza–. ¡Eres tú quién acaba con todo lo bueno que tenemos! ¿No tuviste bastante con quitarme a Ritsu y a Teru? Sólo necesitabas no ser un egoísta por una vez en tu vida. Taka creía que éramos buenas personas y vamos a perderlo por tu culpa. Porque le has demostrado lo único que sabemos ser.

Quizá esa era la única manera que las cosas podían acabar. Si Taka lo odiaba por no ser quién él creía, al menos Shigeo nunca había llegado a ponerlo en peligro. Lo mejor que podía pasar era que Taka no volviera más por la oficina. Hoyuelo se había asegurado de que nadie volviera a molestarlo y ya no era un crío completamente abandonado. Era reconfortante saber que al menos iba a seguir teniendo a Serizawa.

–¿Shigeo? –preguntó al darse cuenta que volvía a estar solo en su cabeza–. ¿Shigeo?

Shigeo se miró al espejo y sólo se vio a sí mismo. Después de que Teru lo dejara, Shigeo no recordaba lo que era estar completamente solo en su cabeza. La presencia del otro yo en su interior siempre cerca de la superficie. ¿Quién era ese hombre que lo miraba desde el otro lado del espejo? ¿Realmente era Shigeo o sólo era Mob?

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora