Pasado (1ª parte)

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Su madre le dio un abrazo nada más verlo entrar por la puerta pero Shigeo no se permitió derramar una sola lágrima. No era como si tuviera tiempo de recriminarle a Teru que lo hubiese dejado cuando Ritsu seguía en el hospital.

Ni siquiera importaba cuando Shigeo apenas había sido el mismo de siempre durante meses. Las cosas no podían haber terminado de otra forma cuando durante días enteros, la apatía apenas lo había dejado salir de la cama; el mundo, sólo ruido de fondo. Incluso estar triste había supuesto demasiado esfuerzo.

Por un momento, Shigeo ni siquiera había sido capaz de entender las palabras de Teru.

Casi prefería no saber cómo las cosas habían acabado así tras semanas en blanco de las que no era capaz de recordar nada. Preguntar lo ponía demasiado nervioso cada vez que Teru le pedía perdón. Shigeo había visto el hematoma que se extendía desde las costillas y le cubría toda la espalda.

Mientras, Ritsu seguía en la UCI y sólo podía haber sido culpa suya.

***

Shigeo aún no entendía que lo había llevado a pensar que abrir la consultoría era una buena idea pero exorcizar espíritus nunca le había dado problemas y, llegado ese punto, cualquier cosa era mejor que seguir en casa.

Cualquier cosa era mejor que aguantar los silencios taciturnos.

En casa, nadie parecía dispuesto a hablar, como si esa cosa en su interior no existiera. Como si no fuera culpa suya que Ritsu siguiera en el hospital. Shigeo casi hubiese preferido que lo odiaran. Al menos habría sabido qué hacer con toda su culpabilidad. Al final, su padre había firmado el préstamo personal que Shigeo necesitaba para alquilar la pequeña oficina.

***

El pronóstico de Ritsu era favorable y al fin lo habían subido a planta el día que Reigen-san había entrado en la pequeña oficina, los pósters de la desaparición de su hijo abrazados contra su pecho.

–Dicen que puedes encontrar objetos perdidos y cosas por el estilo. ¿Podría intentar encontrarlo? –La mujer le ofreció uno de los carteles–. Sé que parecerá una tontería pero lleva tres días desaparecido y la policía no está haciendo nada.

La foto era de un crío, no más de nueve o diez años, con la sonrisa mellada y el pelo color pajizo cayéndole de cualquier manera sobre la frente. No era la primera vez que la veía, colgada en los escaparates de las tiendas y en las farolas del barrio.

–Objetos, sí. No personas. No soy esa clase de psíquico, no creo que pueda ayudarla –Shigeo miró la foto una última vez antes de devolvérsela.

Y solían ser objetos malditos, o afectados por alguna otra presencia psíquica. Alianzas o viejas reliquias, como cuadros, relojes de pulsera. Una vez, incluso una caja de música. Pero Reigen-san estaba hablando de un crío. ¿Que esperaba que hiciera? ¿Empezar a hacer dar vueltas un colgante de cuarzo sobre un mapa de la ciudad? Eso sólo funcionaba en las películas.

–¿Podría intentarlo? Algunos compañeros de clase dijeron que la última vez que lo vieron fue en la casa encantada a las afueras pero cuando la polícia fue a inspeccionar, allí no había nada. Quizá si fuera podría leer su rastro psíquico o algo. Cualquier cosa, por pequeña que fuera

–¿Cómo se llama? –La desesperación en la voz de la mujer le encogió el corazón.

El crío parecía mirarlo inquisitivo desde la foto.

–Arataka.

–Veré que puedo hacer. –Shigeo suspiró convencido de que era un caso perdido.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora