Insidioso

261 36 11
                                    

Shigeo se miró en el espejo una última vez antes de salir. El polo gris perla y los pantalones de pinzas siempre le daban un aire de formalidad muy alejado de la idea que la mayoría de la gente tenía de los charlatanes que salían por la tele, con sus túnicas de colores estridentes y sus pintas de hippie. No había ni un sólo mechón fuera de lugar cuando esa mañana al fin salió por la puerta de su pequeño apartamento.

Con movimientos precisos cerró la puerta y abrió la app con los horarios de los autobuses. La Academia Vinagre Negro tenía fama de ser una de las más prestigiosas de la ciudad. No era raro que los padres de Taka hubiesen hecho lo necesario para que ese fuera el centro en el que se graduara antes de mandarlo a la universidad. Su familia siempre le había dado mucha importancia a las apariencias.

Serizawa lo esperaba en la parada cerca de la entrada del instituto, su mochila Anello negra colgada a la espalda, cuando veinte minutos más tarde Shigeo bajó del autobús. Nadie parecía prestarles atención mientras andaban en dirección al instituto. Apenas eran las diez de la mañana y las aglomeraciones de primera hora de la mañana habían terminado hacía rato. Serizawa parecía observar cada detalle a su alrededor.

–¿Crees que nos dejarán entrar? –Serizawa preguntó con la mirada clavada el edificio de ladrillo blanco.

–El conserje me conoce desde que era un adolescente, no creo que nos diga nada. Serizawa, ¿crees que podrías darte una vuelta por el instituto? ¿A ver qué es lo que oyes? Las clases de tercero deberían estar en el último piso.

–¿D-darme una v-vuelta? –Serizawa se giró–. ¡P-pero ni siquiera soy un alumno de instituto. No es como si p-pudiera entrar así como así. ¿Y si preguntan?

–Diles que has venido conmigo. Pero dudo mucho que realmente llames la atención. Con tantas clases, nadie conoce a todo el mundo.

–¿Y qué vas a hacer tú?

–¿Yo? Hacer el trabajo para el que me han contratado. –Shigeo se colocó bien el cuello de la gabardina antes de cruzar la verja de la entrada–. ¡Buenos días!

Shigeo puso su mejor sonrisa, las manos en los bolsillos de la gabardina y avanzó con una pequeña reverencia. El conserje se limitó a devolverle el saludo.

–Ves, no hacía falta ponerse tan nervioso –Shigeo se encorvó levemente y musitó con un susurro–, no nos ha dicho nada.

***

Shigeo se despidió de Serizawa nada más llegar a la entrada del edificio principal y se dirigió hacia los despachos en la planta baja. Había días que tenía la impresión de que se conocía mejor los pasillos de ese lugar que los de su propio instituto con la de veces que había terminado esperando a Teru cada vez que se metía en alguna pelea.

Shigeo ni siquiera era capaz de entender cómo habían acabado siendo amigos cuando no tenían casi nada en común. A veces, Taka le recordaba a Teru, siempre con su necesidad imperiosa de ser el centro de atención. Incluso sus padres parecían cortados por el mismo patrón. Quizá por eso no se soportaban.

La puerta del despacho del director estaba cerrada cuando Shigeo llamó y entró sin esperar una respuesta.

–¿Fukuda-san? Le veo bien. –Shigeo dibujó una sonrisa siniestra en el rostro–. ¿Le importa que me siente?

Shigeo dejó que el chirrido de la silla de plástico fuera lo único que sonara en el pequeño cubículo durante un instante. Era tan incómoda como la recordaba cuando al fin se sentó, con el semblante serio.

–Kageyama-kun, ¿a qué debo el placer? –Fukuda-san le aguantó la mirada sin pestañear pero el leve tic en su ojo derecho delataba sus nervios–. ¿Cómo está Hanazawa? Lo sigo cada miércoles

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora