Entre besos y caricias

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Katsuya se tumbó en la cama, la mirada perdida en el techo, incapaz de concentrarse en nada. Las últimas horas parecían no ser más que un sueño pero aún podía notar el calor de los labios de Reigen contra los suyos.

Reigen lo había besado.

Era imposible pero apenas hacía una hora que Reigen había estado allí, en su cama, tumbado a su lado mientras se perdían en la boca del otro. Katsuya gruñó al recordar cada segundo, la lengua de Reigen asaltándolo hasta tomar todo el control. Katsuya ni siquiera se había intentado resistir. Reigen era como una fuerza arrolladora. La idea de poder volver a besarlo consiguió empalmarlo. Katsuya gruñó y dejó que su mano se perdiera bajo sus calzoncillos.

Katsuya se secó la mano pegajosa en el calzoncillo. Todo parecía demasiado esfuerzo cuando le pesaba todo el cuerpo. Apenas hacía una hora que Reigen se había marchado y ya lo echaba de menos. Katsuya cogió el teléfono junto a su almohada, abrió el chat con Reigen y borró media docena de mensajes antes de enviar un simple "buenas noches".

***

Con Reigen libre al fin de las muletas, las cosas parecían haber empezado a volver a la normalidad. Era una normalidad extraña, de besos y caricias. De manos explorando debajo de la ropa y de correrse en los dedos del otro. Katsuya apenas era capaz de recordar de qué habían estado hablado las dos últimas semanas. O de si, ni siquiera habían llegado a hablar entre gemidos ahogados.

–¿Estás seguro que no prefieres ir a algún sitio? –Katsuya murmuró rompiendo el beso–. P-podriamos ir al cine o-o

–Esos sitios te ponen nervioso. –Reigen se abrazó a su cuello y le mordisqueó la oreja–. ¿Qué tiene de malo quedarnos aquí?

–P-pero –Katsuya gruñó intentando razonar.

–Al menos déjame intentarlo. –Reigen lo silenció dejando que su dedo índice reposara sobre sus labios un instante, una sonrisa pícara dibujada en el rostro–. Ya estás empalmado.

La mano de Reigen resiguió la silueta con el pulgar por encima de sus pantalones. Las protestas de Katsuya murieron en ese mismo instante, demasiado distraído para recordar porque sólo hacía un instante le había parecido una locura. Lo único en lo que podía pensar era en el peso de Reigen sobre sus muslos. En algún rincón de su mente, su racionalidad le gritaba que estaban corriendo demasiado pero la sangre apenas le llegaba al cerebro.

Katsuya cerró los ojos, la anticipación parecía querer matarlo. Se notaba arder la cara. Apenas era capaz de hacer nada. Era como si cada poro de su piel gritara por atención. Los dedos de Reigen permanecían inmóviles en la cintura de sus tejanos. Katsuya podía notar el tacto cálido de los nudillos de Reigen contra el vello rizado de su vientre.

En el silencio, Katsuya estaba seguro de poder escuchar su propio corazón cuando al fin los dedos de Reigen empezaron a buscar a tientas el botón. El ruido de la cremallera parecía hacer eco contra sus oídos. Katsuya podía notar los calzoncillos pegados dónde se habían ido humedeciendo. La camiseta se le enrolló dejando parte de su abdomen al descubierto.

–¿E-estás seguro? –Katsuya intentó respirar hondo.

Era demasiado fácil imaginar los labios de Reigen, húmedos por la saliva, alrededor de su polla. La boca de Reigen siempre conseguía distraerlo.

–No parecía tan difícil. –Reigen frunció el ceño y le bajó los pantalones y los calzoncillo con un gesto rápido–. ¡Oh! ¡Está mullido!

–N-no esperaba. No –Katsuya notó la vergüenza atenazándole el estómago por un instante. Era un idiota por no haber pensado en recortarlo o-o

Apenas tuvo un instante para refocilar en su miseria cuando a Reigen parecía no importarle que Katsuya se pareciera más a un oso que a los Adonis en las pelis porno. Casi no pudo contener el gemido. La boca de Reigen... En su... Oh, Dios. Nada lo hubiese preparado para la sensación de notar la presión de sus labios, el calor, la humedad. Los dedos de Reigen lo clavaron con fuerza contra el colchón, haciendo presión sobre su cadera. El ritmo constante era enloquecedor. Katsuya alargó la mano y le acarició el ceño intentando borrar las arrugas.

–R-Reigen, p-para. –Los dedos de sus pies se arquearon intentando contener la sensación que intentaba estallar en su vientre–. Reigen, v-voy a correrme. P-para.

Reigen alzó la vista y lo observó un instante, acelerando el ritmo. Katsuya apenas fue capaz de contenerlo un instante más.

–¿¡Estás bien?! –Katsuya se levantó de golpe al escuchar el tosido ahogado–. ¿Te he hecho daño?

–No ha sido nada. –Reigen se limpió la boca con la manga de su camiseta–. ¿Pero ha estado bien? ¿Te ha gustado?

Katsuya murmuró un ruido ininteligible como toda respuesta, arrastrándo a Reigen consigo hasta volver a quedar tumbados en la cama. Reigen quedó hecho un ovillo bajo su brazo, el rostro contra su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio le resultó asfixiante. Katsuya estaba seguro que no había imaginado la ansiedad en su voz. 

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora