Intereses comunes

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 Katsuya había perdido la cuenta de cuánto rato llevaba escondido detrás de la acumulación de rocas y asfalto resquebrajado. El agua escapando desde las cañerías arrancadas había convertido lo que aún quedaba de calle en un barrizal. Bajo la capucha de la sudadera, apenas podían verse sus ojos entrecerrados. Katsuya subió el cuello de su camiseta blanca hasta cubrirse la nariz intentando protegerse del polvo que le dificultaba la respiración. Por mucho que lo intentara, era imposible dar un paso más.

Los destellos del poder de Hanazawa-san eran como relámpagos en medio de una tormenta. Katsuya había seguido sus movimientos pero cualquier intento de romper la barrera que rodeaba a la figura oscura en el epicentro de aquel huracán parecía imposible.

Eran monstruos.

El simple hecho de pensarlo le revolvió el estómago. Katsuya se había pasado años intentando convencerse de que no era un monstruo por unos poderes que nunca había querido tener. Taka casi había conseguido que olvidara como esa palabra lo había perseguido desde que no era más que un crío. No eran monstruos. No... No eran...

Pero allí delante tenía la prueba.

Con tanta destrucción a su alrededor, ¿qué más podían ser? Katsuya cerró los ojos, las palmas de sus manos apretando sus párpados con fuerza. Notó cómo le temblaba todo el cuerpo. No habían estado más que engañandose a sí mismos. No eran más que monstruos que nunca debían haber visto la luz del día. Pesadillas nacidas para traer el caos y la devastación. Había sido un iluso por creer que podían ser algo más.

–¡Me vas a venir bien!

Katsuya apenas tuvo tiempo de darse cuenta de lo que estaba pasando cuando el espíritu maléfico que había estado ayudando a Kageyama-san apareció apenas a un palmo de su nariz.

–Y ahora déjame entrar.

Los poderes de Katsuya reaccionaron un instante, cerrándole el paso cuando el espíritu intentó acercarse todavía más.

–Toc-toc, ¿alguien en casa? –El espíritu con los hoyuelos rojos en lo que parecían sus mejillas insistió.

La cara de estupefacción de Katsuya en ese instante tenía que ser un reflejo de lo poco que su cabeza parecía funcionar en ese momento. En medio de todo aquello, la idea de que ese moco verde esperara que se dejara poseer no era más absurda que la fuerza de la naturaleza en la que se había convertido el hombre apocopado y algo antisocial que era Kageyama-san.

–Solos no vamos a poder llegar hasta el crío. Hay que despertarlo como sea si queremos tener una oportunidad de detener a Shigeo. –El espíritu le golpeó en la frente como quién llamara a una puerta–. Así, ¿qué?

–¿Te refieres a Taka? –Katsuya aún tardó un segundo en reaccionar. La confirmación de sus peores temores le helaron la sangre.

Sus ojos se volvieron hacia la masa de energía negra que se alzaba como una columna de viento huracanado. Taka estaba en el epicentro de esa locura.

–¿Qué ganas ayudándome a llegar hasta él? –Katsuya frunció el ceño al volver a mirar al espíritu.

Todo se había empezado a torcer el día que ese espíritu había aparecido en sus vidas. Katsuya no acababa de creer que su única intención fuera ayudar pero tampoco sabía que más opciones tenían. El poder de Hanazawa y el otro esper que había aparecido allí con él apenas habían conseguido rascar la superficie de la barrera que rodeaba a Kageyama-san por completo.

–Sobrevivir parece un buen plan. –El espíritu contestó, su tono empezando a sonar exasperado.

Katsuya lo miró un último instante antes de aceptar con un gesto de cabeza. Sólo esperaba no arrepentirse cuando todo aquello terminara.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora