Círculos viciosos

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 Los días de completo silencio se acumulaban uno tras otro como los granos en un reloj de arena. Era como un ciclo que no parecía tener fin. Las cosas parecían ir bien un día y, sin previo aviso, el mundo parecía hundirse a sus pies. Katsuya llevaba demasiados días en un círculo vicioso del que sus pensamientos se negaban a salir.

Tsuchiya tenía razón cuando decía que lo mejor que podían hacer era hablar, pero a Katsuya le sudaban las manos cada vez que cogía el móvil para llamar a Taka. Estaba seguro que sus palabras iban a quedar trabadas en su garganta una vez lo tuviera al otro lado del teléfono.

Quizá hubiese sido mejor ir a verlo, pero algo lo detenía cada vez.

La impresión de que quizá Taka se había cansado de él pesaba en su estómago, mientras se repetía una y otra vez que sólo era su cabeza boicoteando una de las mejores cosas que le habían pasado en la vida. Katsuya era un problema en potencia; demasiado con lo que lidiar para alguien que ni siquiera había acabado el instituto. Era fácil imaginar por qué pasar tiempo juntos podía haber sobrepasado a Taka por completo.

Quizá decirle lo que sentía no había sido una buena idea desde el principio.

Todo había sucedido demasiado rápido y Katsuya lo quería demasiado para no coger el regalo que era Taka en su cama. ¿Y si la experiencia había sido tan horrorosa que la única opción de Taka había sido huir?

–Hablar... hablar... –Katsuya se repitió en voz alta marcando cada sílaba. Sus dedos se retorcían y entrelazaban nerviosos–. Sólo necesitamos hablar. Hablar es el primer paso y luego ya todo irá mejor.

El nudo en la garganta parecía estrangularlo cada vez con más fuerza cuando clavó la mirada en el móvil esperándolo sobre la mesa del escritorio. Katsuya lo cogió y encontró el nombre de Taka en su listado de llamadas recientes. La ansiedad parecía ir a tragárselo. Respirando hondo, cerró los ojos y volvió a mirar el nombre de Taka en la pantalla. A la de tres.

Sólo necesitaba marcar.

Tres...

Dos...

Katsuya nunca llegó a contar "uno".

La oleada de poder psíquico lo arrolló como un tornado y consiguió dejarlo sin respiración. Nunca en sus veintiún años de vida, Katsuya había notado un poder tan abrumador. Era demasiado inmenso para que su mente pudiera llegar a comprenderlo.

Katsuya dejó que las emociones de aquel tornado psíquico lo atravesaran. Había tanto dolor e ira y, tras ellas, una tristeza que parecía querer ahogar al mundo.

–¿Kageyama-san? –Katsuya se levantó, el móvil olvidado por completo, y miró por la ventana.

Al otro lado, el cielo parecía anunciar tormenta, pero aquello no eran nubes. El sonido de los truenos retumbaron dejándolo casi sordo. Sin pensárselo dos veces, Katsuya abrió la puerta de su habitación y salió corriendo.

Al salir a la calle, daba la impresión de estar presenciando el fin del mundo. El epicentro de aquella catástrofe aún se encontraba a kilómetros de distancia pero el viento zarandeaba los árboles con violencia y amenazaba con arrancarlos de raíz mientras las señales de tráfico vibraban hasta casi partirse.

A su alrededor, la gente gritaba asustada mientras se alejaban de aquel tornado oscuro que parecía arrasarlo todo a su paso. Un mal presentimiento le atenazaba el pecho, seguro de que Taka iba a estar en el epicentro de esa pesadilla.

Go for it, Serizawa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora